Sánchez escribe anónimos inversos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

No vale la pena, y menos a estas alturas, hacer más comentarios sobre la carta que escribió Pedro Sánchez. La carta es ya muy famosa y me consta que se ha traducido a unos cuantos idiomas. Lo que pasa, a mi juicio, es que el remitente está claro, pero el destinatario, no tanto. Así que la pregunta principal, la que todavía queda por desentrañar después de su apoteósica reentrada, es a quién dirigió en realidad Pedró Sánchez su famosa carta.

A los españoles no, porque no hay elecciones. El tipo era presidente antes de escribirla y va a serlo igualmente después, sin necesidad de consultar a nadie, que para eso tenemos una democracia parlamentaria y representativa. Nada de plebiscitos. Los españoles ni pinchan ni cortan en la decisión que ha tomado, y por el mismo precio podía haber dirigido una carta a los españoles si dudaba entre comprarse un traje negro o uno azul marino. O si pedía carne o pescado en un restaurante.

Al Parlamento tampoco le estaba escribiendo, porque tiene mayoría, y esas mayorías son casi como la ley de la gravedad. Ya consiguió la investidura a costa de un festín de sapos. Ya consiguió un resultado estupendo en las elecciones vascas. No le pintan mal las cosas en las catalanas. Ha prorrogado los presupuestos y puede seguir en el poder al menos un par de años más sin necesidad de aprobar nada. Puede suscribirse al Marca y dejar pasar el tiempo sin que nadie sea capaz de juntar los votos para organizarle una moción de censura. Y hasta dejarse la barba.

Entonces, ¿qué? ¿Se la escribe a los cargos y afiliados de su partido? No creo. Esos tenían ya presupuestados unos años más en sus puestos, lo iban a apoyar incondicionalmente, y han entrado en pánico ante la posibilidad de perder ese trienio con el que ya contaban. No había más que ver los sudores que recorrían las caras de los que le pedían que siguiera. Unos pocos menos, por cierto, que los cargos públicos y liberados sindicales que el partido tiene en Madrid, que ya es cosa de guasa.

¿Se la escribe a su mujer para demostrarle que la quiere mucho y lo dice en público, como los que se declaran en Viena en el concierto de Año Nuevo? Puede ser, pero me parece raro. No me lo creo, simplemente. La gente no pasa en dos semanas de tener piel de hipopótamo a tenerla de papel de fumar. A otro con ese hueso.

¿A quién puñetas le escribía entonces? ¿A la masa lengüilateralizada que ve novelas lacrimógenas y que puede ser ya a estas alturas un grupo demográfico importante, y de muy diversas edades? ¿Se la escribe a quien tiene un saco más de papeles, salidos de Ábalos, Koldo y vete a saber quién más, para que le espere unos días? ¿Se la escribe a algún juez que le ha mandado una carpeta llenas de guindillas, verdaderas o falsas? ¿Se la escribe a la comunidad internacional, o a Mohamed, o a Netanyahu, para que no le arranquen la cabeza por algo que ya tienen en sus carpetas? Puede ser.

Desde luego, tengo claro, insisto, en que no la dirige ni a los españoles, ni al Parlamento, ni a los socialistas, ni a su mujer.

Esto es un anónimo, pero al revés. Conocemos el remitente, pero no el destinatario. Gran hallazgo literario, oye.

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