“Esto me lo llevo yo para La Robla como está mandado”. Una simple frase. Una frase que cambió la vida Enrique, Jorge y Adrian. Tres jóvenes de La Robla que hace cuatro años descubrieron en Reinosa qué era la olla ferroviaria que comían los ferroviarios del Bilbao-León del siglo pasado y que decidieron embarcarse en la aventura que supuso recuperarla 120 años después de que se guisara por primera vez.
Fue en 1894 cuando se cocinó la primera olla ferroviaria y fue en el año 2014 cuando Jorge se mudó a Reinosa y descubrió que hablaban de una tradición leonesa de la que nunca había escuchado nada. Una llamada telefónica a Enrique, preguntándole cómo era posible que siendo de La Robla no supieran lo que era una olla ferroviaria, fue suficiente para embarcarse en esta aventura.
“Compramos algunas ollas y nos lanzamos a la aventura”. En ese mismo año participaron por primera vez en la Feria de Artesanía de La Robla. Ahí empezó todo. “A raíz de ahí nos empezaron a llamar de bares para hacer tapas especiales; cocinábamos en las terrazas y lo que hacíamos lo daban de tapa”.
Tras recorrer varios bares de la provincia, tenían los contactos necesarios para iniciar el recorrido de ferias, como por ejemplo la de Val de San Lorenzo y la de Lorenzana, que les dieron pie a ir varias Juntas Vecinales, “para hacer una comida a la gente del pueblo”.
Sin embargo, si hubo un evento que guardan en el corazón, ese fue la presentación oficial de León como candidata a Capital Española de la Gastronomía. “Llevamos una olla gigante, para que todo el mundo pudiera conocer el típico plato de León. Ese día hicimos 100 litros, que da para unas 300 personas”, recordó entusiasmado Enrique.
Una olla gigante que fabricaron ellos mismos, y que son las que más llaman la atención a los comensales. “Es fácil hacerlas, siempre exige el mismo procedimiento, que consiste en dejar una entre cámara para meter el carbón y después meter la olla de porcelana o de acero inoxidable”.
“La gente no sabía ni lo que era, pensaban que era un asador de castañas”. Pero nada más lejos de la realidad. Una olla ferroviaria es un invento de los antiguos maquinistas del ferrocarril de La Robla que les permitía realizar a fuego lento y mediante carbón la comida para poder comérsela en la parada del tren.
Para Enrique, lo más característico de la olla es “poder hacer los guisos a fuego lento, durante varias horas, lo que hace que esté mucho más bueno y que a la gente le guste tanto”. Un guiso que es de patatas con carne, “lo más común es que de cerdo, ternera o costilla adobada”.
Para hacer la olla, Enrique, Adrián y Jorge se reúnen el día antes para empezar a preparar toda la verdura y todos los ingredientes. El mismo día que se hace la olla, a las nueve de la mañana es necesario empezar a cocinar, para que el guiso cueza hasta las dos de la tarde. Después, tras una hora de reposo, se puede repartir entre los comensales.
Una olla ferroviaria que, lejos de ser una tradición del siglo pasado, se ha convertido en una atracción más de las ferias de la provincia gracias a su recuperación por parte de estos tres jóvenes roblanos. Enrique, de 30 años, Adrián, de 31, y Joge, de 37.
Un plato que, “aunque es característico del invierno, la gente demanda en verano” y que inició su temporada estival en la celebración del torneo de Castilla y León de Taekwondo que se celebró el sábado en La Robla.