“Hay 30 y pico ó 40 artículos de ese Estatuto incumplidos o invadidos por el Gobierno central sin que la Junta haga nada al respecto”. Supongo que no le habrá sido difícil al lector identificar, en tal frase, al Estatuto autonómico que nos tiene atados a los leoneses. Más difícil es, sin duda, deducir quien es el autor de ella; pero sí que no es mía por cuanto la he colocado entrecomillada.
Para qué seguir en plan acertijo. Corresponde al procurador autonómico por UPL, Alejandro Valderas, quien, en unas declaraciones que hemos podido leer en este medio, parecía querer justificar su ausencia de la celebración en Valladolid el día del Estatuto, que justo este año cumplía el 31.º aniversario. Otros tantos años de atenazamiento para el Pueblo Leonés.
Añadía más, “motivos de agenda me han privado de asistir”. En vez de esta justificación que, siendo generosos en su apreciación, puede llevarnos a ver implícita buena dosis de una peregrina justificación, que trate de mostrar, sin expresarlo directamente, un verdadero desinterés por tal celebración. Lo festeja quien lo comparte, o casi todos los políticos que siguen a la voz de su amo, el ente, ése que habla por nosotros. Mas, puedo apostar y saldría ganador, que a los leoneses comprometidos con su tierra, que viven el “ser leonés” y por supuesto a los leonesistas, les hubiera gustado leer o escuchar la verdadera razón. Más o menos: nos sentimos en UPL a enorme distancia del Estatuto, no lo aceptamos como ya hemos dejado patente desde la primera presentación de procuradores en Fuensaldaña.
Los juegos florales, a veces, como el del calendario de citas, a los más bravos leonesistas se les podía asemejar a un principio de trágala, un tratar de quedar bien y no ofender demasiado a los autonomistas del ente. Algo que sin duda trasladado al votante supone un daño que, por repetido, toma visos de muy mala curación.
A los leonesistas, el Estatuto nos tiene sin cuidado; si bien conservamos buena dosis de prevención
Aquí conviene hacer un poco de memoria, y recordar cómo los dos primeros procuradores por UPL en el parlamento autonómico, entonces en Fuensaldaña, Conchi Farto y Joaquín Otero, tuvieron la mejor de las actuaciones. Al tomar posesión de su “escaño”, bien ganado en votos, emplearon la fórmula de “Jurar por León”, algo que sacó de quicio al entonces presidente de las Cortes autonómicas, señor Estella, quien, en principio, no se lo admitió, aunque días después hubo de tragarse su repulsa. Lo peor de esto, y ya lo dije en su momento, fue que en el hemiciclo se oyeron voces de “expúlsalos”, que sin duda partían también de los que siendo de León, para mayor escarnio, participaban, aunque simplemente fuera por omisión, en el coro solicitante de despido tan ominoso. Ambos procuradores, pasado no demasiado tiempo, entraron en diferencias que fueron motivo de un principio de convulsión en la Formación leonesista, que hoy no hace al caso. Sí mencionar que el ir a Fuensaldaña, o si se prefiere acudir a las elecciones autonómicas, había supuesto un debate interno entre militantes y dirigentes, toda vez que se veía como cierto grado de aceptación del ente autonómico.
Y esto escocía. Pero no era tal, simplemente suponía estar en las instituciones que nos manejaban administrativamente, en el centro del poder legislativo, como guardianes de lo que allí se elabora. No había que contemporizar, ni empeñar palabra alguna. Esta condición sigue vigente, conviene no olvidarlo. Lo sucedido después, da para mucho, no faltará ocasión para valorarlo.
A los leonesistas, me atrevo a decir que el Estatuto nos tiene sin cuidado; si bien conservamos buena dosis de prevención, dado que es la herramienta que usan los autonomistas para mantenernos sujetos al ente autonómico. De ahí que la ausencia del procurador el día de su loa, con o sin agenda, la hubiéramos valorado con más positividad, si la razón empleada estuviera en función de anunciar que se sigue sin aceptar la Comunidad que nos aprisiona y al Estatuto que cual arma escrita nos trata de doblegar a los leoneses.
Y un dato final, el Estatuto está montado desde sus comienzos en una falsedad, pues cita como garante a un pueblo inexistente: castellanoleonés. No importa que lo colocaran, entonces un guión para escribir castellano-leonés, o más modernamente intercalen una conjunción: castellano y leonés, más ajustado a la verdad, pero la intencionalidad ahormadora castellanoleonesa sigue siendo la misma. Un solo pueblo, un solo territorio. ¡Cómo vamos a olvidarlo! ¡O dejamos de ser leoneses!