No le daré muchas vueltas ni entraré al tema de la culpa, que detesto, porque no me metí ni juez ni a cura. Lo que yo veo, a día de hoy, es un pueblo de mi tierra dolorido por uno de esos problemas que muestran nuestra naturaleza más profunda y quiero, simplemente, aportar un punto de vista diferente. Por si ayuda a alguien.
Y digo diferente, y no mágico, porque estoy seguro de que alguien más ya lo ha pensado así, aunque yo no lo haya escuchado ni leído todavía. La cuestión es que es que la consecuencia es que pareciera que hubieran vendido participaciones de más de un número que luego fue agraciado en el sorteo. Aquí lo que pasó fue que se había reservado un número de décimos, y a la hora de devolver los sobrantes, se cometió una equivocación. Y luego, enseguida, cuando se intentó subsanar el error, la administración de loterías ya había devuelto o vendido esos décimos.
No hubo ni fraude ni mala fe. Sólo un error. Pero la consecuencia fue que había participaciones de más.
La cuestión es que si había cien papeletas premiadas, se han vendido ciento veinte. Y me invento las cifras aunque las reales sean bien conocidas.
La cuestión, amigos, es que hay cien perjudicados, que son los que tenían las participaciones legítimas, pero hay también veinte beneficiados, que son los que tienen una participación que nunca hubiese llegado a sus manos de haberse hecho todo correctamente.
Si se pudiese determinar qué participaciones son las legítimas y cuáles no lo son, se podrían anular las inválidas. Pero mucho me temo que, jurídicamente, esto sea imposible, o muy dificultoso, por lo que no es posible saber si la participación que llevas en la mano es de las legítimas o no, y casi nadie puede decir a ciencia cierta si es uno de los 100 perjudicados o de los 20 beneficiados.
Así las cosas, o se sortea (o se determina) quienes son los beneficiados injustos, para que no cobren, o se reparte el total de lo que haya entre el total de los premiados.
Esto puede parecer un fraude, sí, pero también es la definición de los impuestos y la redistribución de la riqueza: que muchos se perjudiquen un poco para que otros se beneficien mucho. Nuestra sociedad y su sistema tributario van de eso mismo. Por estas cosas es por lo que pagan escuelas los que no tienen niños y por lo que pagan carreteraslos que no tienen coche.
Después, cuando corresponda, ya se depurarán responsabilidades, ante los jueces si es preciso, pero en el entendido de que los causantes de este despropósito han perjudicado a unos y beneficiado a otros, y no lo han hecho de mala fe.
Hay cien maneras de responder a esto, lo sé. Pero la solución tiene que ir antes que la culpa, cosa que nunca, casi nunca pasa, y es el problema central de que seamos una provincia de mierda y un país de mierda en muchos aspectos.
A ver si nos enmendamos.