En aquel mes de septiembre de 2022 empezaron a decir en radios y televisiones que se había muerto alguien importante, una tal reina de Inglaterra. Dijeron que su reinado explicaba la historia de los últimos 70 años en occidente, dijeron muchas cosas y no pararon de decirlas durante semanas. Y seguirán diciendo lo que dijeron hasta que empiecen a decir lo mismo de cualquier otra persona importante que se muera, cualquier otro rey o reina. Lo que no dijeron es que también se había muerto Ramón, el ciudadano Ramón, una de las personas más bellas que han reinado en este pueblo.
Ramón arrastraba su sonrisa por vocación, porque sí, porque era una de esas personas que no entendía la vida sin darlo todo antes que preguntar. Era un tipo generoso sin todos esos cálculos que nos reducen al resto a meros contratistas de los buenos días, un hermoso ser humano que nunca mostraba sus penas e iluminaba los días con su cuerpo maltrecho y su felicidad intacta.
Ramón siempre estrenaba las mañanas de mi pueblo con su rostro risueño y un chascarrillo en la solapa, estuviera cargando con un saco de patatas o paseando liviano, como cuando el tiempo que pasa pasando le jubiló de la tienda y caminaba sus ganas de vivir con la torpeza que le dejaron tantos años de trabajo.
Ramón escondía una alegría pequeña en su saludo primero, era un ciudadano ejemplar por eso, porque siempre compartía sus destellos bonitos, porque era ligero como el paisano sabio que ha entendido de qué va el juego, de qué va esta broma pesada que es a veces vivir. Pero nunca se daba importancia, porque tenía una misión más trascendente: alegrarnos las mañanas de invierno con su eterno pundonor, aligerar la pesadumbre prescindible de las entelequias pequeñas y el plomo fatigoso de los días más tristes con su sonrisa torcida.
Ramón reinó sobre muchos de aquellos días de nieve o de sol con esa distraída elegancia que solo tienen los reyes, al menos los que han reinado en mi pueblo. El ciudadano Ramón fue rey de Colle y de Boñar, pero nunca le habrás escuchado presumir de tan prescindible cargo.
A Ramón le seguimos echando mucho de menos.
ð Continúa en la entrega XV: el mar