Uno de los problemas al hablar de “las encuestas” es que en la valoración que la ciudadanía hace de ellas se hace se tiende a unificar a todas por igual. Es como si se estableciese una misma valoración para todos los restaurantes, los hoteles o los periódicos. Parece que en “las encuestas” todo vale igual con independencia de la técnica utilizada, la muestra o la autoría de la empresa que ha realizado ese estudio. La generalización es lo habitual. No es frecuente que alguien nos diga tal encuesta se ha hecho bien y tal otra mal.
Les voy a poner 2 ejemplos. Encuesta Gizaker de julio del 2023 para Focus EITB y encuesta Sociometro del Gobierno Vasco de junio del 2023. Ambas coinciden en dar este reparto de escaños para Euskadi en las elecciones generales de Julio del 2023. Eran PNV 5, PSE 5, EH Bildu 5, PP 2 y SUMAR 1. Es decir, exactamente lo que luego se produjo en esas elecciones. Eso supone admitir que unas encuestas sí estaban en línea con los resultados de esas elecciones y otras no. La generalización no vale. Ello tampoco supone nadie acierte siempre o yerre siempre. Depende de cada caso y habrá que analizarlo.
Además la referencia social a “las encuestas” se vincula muy directamente a los sondeos electorales. Habría que decir que las encuestas tratan de medir “lo que está pasando” y no tanto lo que vaya a ocurrir en un futuro. Es decir, una encuesta que se hace con un mes de antelación puede estar perfectamente bien hecha aunque sus resultados difieran sustancialmente de los que se den en la jornada electoral. Hay pocas dudas de que en un mes las decisiones de voto cambian y lo pueden hacer de un modo relevante. Diríamos que ese cambio se da hasta el propio día de las elecciones. Téngase en cuenta que aunque sólo un 10% de los electores cambiaran su opción de voto, ello produciría cambios muy importantes en los resultados finales. ¿Acaso no hay nadie que haya cambiado su voto el último día?
Diría que en el ser humano hay un cierto anhelo de tratar de adivinar el futuro. Se hacen previsiones en la economía, en la medicina o en la meteorología (por poner sólo algunos ejemplos). Los aciertos en las previsiones económicas, en la evaluación de cómo va a desarrollarse una enfermedad o en cuando se va a producir un terremoto, son bastante limitados. Sin embargo, no por ello se discute la condición de ciencias de esas disciplinas. Por el contrario, con las ciencias sociales se es mucho más severo en los juicios y hasta he podido escuchar a alguien que abogaba por prohibir las encuestas (si bien ello era para aumentar su negocio). Considero que en general hay que ser muy prudentes en cuanto a lo que pueda ser nuestra capacidad para conocer lo que vaya a ocurrir en el futuro (pero desde la economía hasta la medicina o los resultados electorales).
Otro problema es que a veces en los medios de comunicación se quieren dar titulares que cuesten poco dinero. Ello supone que no siempre se dan encuestas con un nivel de muestra suficiente. Técnicamente no es lo mejor el hacer un sondeo con menos de tres mil encuestas en toda España y dar reparto de escaños. Por poner un ejemplo, en esos sondeos: ¿Con cuantas encuestas se hace el reparto de escaños por Soria? Sin embargo, como no se diferencian unas encuestas de otras pues a todas se les tiende a dar el mismo valor. Claro, una encuesta con reparto de escaños genera más interés y ello prima a que tenga menor calidad científica.
También es importante la empresa que hace el estudio. Es relativamente habitual encontrar empresas que aparecen y desaparecen al poco tiempo. ¿Si la firma de un cocinero o un modisto da valor a aquello que realiza, por qué no se atribuye diferente nivel de prestigio a las empresas que hacen este tipo de trabajo? Diría que incluso los portales web especializados en recopilación de encuestas tienden a contribuir a esa indiferenciación cuando hacen los 'poll of polls' [en inglés, “promedio de encuestas”].
Se da igual valor a una encuesta realizada por internet que a otras con procedimientos de entrevista personal o telefónica. Una regla básica en este oficio es que la elección de la persona a entrevistar se hace desde el equipo técnico que hace esa encuesta. Todos hemos recibido solicitudes de que se apoye una determinada causa con tu voto. El ganador dependerá entonces de la capacidad que se tenga para conseguir que otros voten su candidatura, pero para nada ello asegura ni que el vencedor sea el mejor ni tampoco el más apreciado por la población en general. Aunque eso no sería una encuesta, es habitual que se tienda referir a ella con ese nombre. Es decir, se llama encuesta a cosas que no lo son.
En definitiva, este artículo es una llamada a la cautela en los juicios y a intentar la diferenciación en la valoración que se hace de las encuestas electorales. Tendemos a fijarnos mucho más en los errores que en los aciertos y no siempre se es justo en esas apreciaciones.