Un conocido mío afirma sentirse desolado tras años y años considerando a los Estados Unidos de América nuestro más fiel aliado y ver ahora como el nuevo presidente de ese país ha borrado de un plumazo todas esas infundadas creencias. El papanatismo hispano, en línea con el papanatismo europeo, causa un tierno rubor al comprobar como determinados seguidores, de determinada ideología, han visto esfumarse un argumento de amistad que sólo ha existido en su voluntarioso magín. Ni el siniestro Henry Kissinger logró disuadirlos en su día.
Bueno es hacer un somero repaso de la historia y recordar como en el siglo XIX los yanquis colonizaron un extenso país, se apropiaron de aproximadamente de la mitad del territorio de México, diezmaron la población indígena hasta hacerla casi desaparecer (los españoles cometieron muchas atrocidades, pero en lo que fueron sus dominios aún subsiste un fuerte componente indígena), y nos acabaron expulsando del continente americano. Aplicaron la Doctrina Monroe de América para los americanos, pero sólo para los norteamericanos.
Pocos años más tarde, asimilando los despojos que España dejó también en Asia (Filipinas, Las Marianas, Carolinas, etcétera) extendió sus tentáculos comerciales por todo el Pacífico, una vez que el 'Big stick' de Theodore Roosevelt se había empleado de forma expeditiva en las distintas repúblicas centro y sudamericanas como Nicaragua, Haití, Panamá y demás. Las dos guerras mundiales del siglo XX le permitieron convertirse en árbitro de las potencias europeas, con una Inglaterra decadente, una Francia contusionada, Alemania vapuleada cuando ya se había desangrado en los frentes de batalla y una Rusia que bastante tenía con su revolución.
Si la Primera Guerra Mundial le abrió las puertas de Europa, la Segunda le abrió las puertas del mundo entero y la ‘Pax americana’ se impuso por todo el orbe. Si bien su ‘Pax’ nunca ha sido tal porque, siguiendo los mismos postulados de sus precursores y antecesores británicos, han aplicado la guerra para sustentar el comercio y el comercio para sustentar la guerra. Con tal propósito, en la cúspide de su poderío económico-militar, crearon la ONU a su medida aunque admitiendo a Rusia y China, que junto con Francia e Inglaterra son los cinco países con derecho a veto. ¿Motivo? haber sido las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial.
El futuro de la OTAN
Otra de sus creaciones ha sido la OTAN que con la disculpa de un hipotético enfrentamiento con el entonces llamado Pacto de Varsovia o países al otro lado del telón de acero, hizo creer a la Europa Occidental que se sintieran países importantes, aunque contraviniendo los principios fundacionales de tal organización fueron arrastrados en guerras muy alejadas del Atlántico, como fue la guerra de Afganistán. Y como Europa ya sólo es un títere en sus manos, EE UU amenaza con abandonar la FAO y organismos similares según su antojo, cual niño pequeño que hace pucheros ante sus subordinados (léase países pastoreados por el amigo americano).
A España, que como diría Julio Camba, “lo que le pasa es que no sabe qué le pasa”. Desde la conmoción cerebral que supuso el desastre de 1898 (pérdida de las últimas colonias) le cabe el dudoso honor de ser un pariente pobre de la alianza OTAN y a su vez albergar dos bases americanas en Rota y en Morón de la Frontera (U.S.A. abandonó las de Zaragoza y Torrejón). Esto fue una gracia del ‘invicto caudillo’ que sus apologetas procuran obviar porque se trató de una colonización consentida. Y eso sin mencionar los riesgos sobrevenidos como fueron las dos bombas atómicas caídas en Palomares de las que aún quedan residuos radiactivos.
Así pues convenientemente colonizados por el poderío militar y económico, muchos españolitos, esos que alardean de patriotismo, se declaran desaforados defensores del estilo de vida americano y, con el papanatismo que antes mencionábamos, nos hemos convertido en voluntarios protectorados, como sucede en el resto de Europa (ejemplo la base de Ramstein) y todos felices con el gendarme americano. Nadie quiere reconocer que Europa es ya sólo una triste sombra de lo que fue desde los inicios de nuestra era. Europa es un convidado de piedra en los foros internacionales y opina lo que el amigo americano le ordena que opine, por supuesto dándoselas de socios preferentes por ser occidentales y países del primer mundo.
Pero hete aquí que un nuevo presidente de los Estados Unidos, sustituto de una momia también con título de presidente, ha venido a despertarnos y de un plumazo nos ha devuelto a la realidad. Donald Trump, maquillado y con flequillo a lo Chiquilicuatre ha manifestado que quiere anexionarse Canadá (socio de la OTAN y segundo país en extensión del mundo) y Groenlandia (según sus palabras, por buenas o malas razones). Groenlandia es un territorio semiautónomo de Dinamarca (otro socio de la OTAN). Ha manifestado igualmente que quiere hacer de la franja de Gaza un área de esparcimiento y ayuda a Israel a bombardear Irán.
Trump es un hombre corpulento que en las fotos y vídeos casi siempre sale con la boca muy abierta o gesto altivo, es decir es un bocazas, pero no como insulto sino como definición. Prometió acabar la guerra de Ucrania en 24 horas (ya va para meses y meses), alardea ante Zelensky y va de farol ante Putín. Ahora bracuvonea con aplicar aranceles a los productos de sus aliados europeos después de establecer prórrogas y vaivenes en cuanto a la cuantía, eso sí, siempre bajo la atenta mirada de los ojos rasgados de su némesis particular: China.
También amenaza con retirarse de la OTAN y de que sean sus aliados los que paguen la fiesta en la guerra en Ucrania. Ahora pretende que esos mismos países destinen el 5% de su PIB a armamento militar, por supuesto americano, alegando el peligro de una invasión del gigante ruso que sabe que le llega con el territorio que tiene y que llega hasta China, Corea e incluso Japón. Pero el negocio es el negocio y Donald es un negociante que antepone el dinero a la política y la geopolítica. Los patriotas españoles van a seguir teniendo muchos fiascos con él. Él, que es el único que nos ha desengañado de las verdaderas intenciones de los yanquis. ¡Pobres españoles americanófilos!
Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata