La portada norte de la Catedral de León, conocida popularmente como la de la 'Virgen del Dado', que conserva gran parte de la policromía con que se decoraban todas las portadas del tempo gótico, acaba de ser restaurada por un equipo multidisciplinar que desde el pasado mes de marzo y con un presupuesto de 80.000 euros logró desvelar en el acceso al templo que usan los fieles para los cultos habituales un reseñable elenco de técnicas pictóricas, según lo destacó hoy la directora de los trabajos, Paula Sánchez.
El Cabildo Catedral de León presenta los trabajos de restauración de la portada norte del templo, conocida popularmente como 'Portada de la Virgen del Dado’. En la imagen, el administrador de la catedral, Mario González (I) y el obispo de León, Julián López. / Carlos S. Campillo / ICAL
En un acto público que contó con las intervenciones del obispo de la Diócesis de León, Julián López, y del canónigo y delegado episcopal de Patrimonio, Máximo Gómez Rascón, la restauradora incidió en el descubrimiento de la segunda policromía de la puerta, que data de principios del siglo XVI, con brocados aplicados, una técnica “singular, preciosista, de difícil conservación” que sin embargo les ha permitido dibujar “una especie de mapa; ahora sabemos cómo era, tenemos muchos datos y ha servido de plataforma de estudio pormenorizado”.
La portada, tan bien conservada gracias a que no se encuentra al aire libre -y no es visible desde el exterior-, mantiene tras los trabajos de restauración “las heridas propias del paso del tiempo, pero había mucha información latente”. Los brocados aplicados se trabajaron durante los siglos XV y XVI en diversas zonas de España pero han llegado al momento actual muy pocos ejemplos. “Tienen una difícil conservación y cuando encontramos restos es una satisfacción”, recalcó.
El nombre de la 'Virgen del Dado' se debe a la leyenda que cuenta que un soldado de los Tercios de Flandes que se recogía tras una noche de pérdidas en el juego lanzó con rabia los dados, que rebotaron y dieron al Niño Jesús en la cabeza, provocándole sangre. Arrepentido, el soldado acabaría después ingresando como religioso en el Convento de San Francisco, dice la leyenda.