Fogobongo nació hace casi 10 años, en 2004. Esta asociación surgió de las prácticas en malabares, acrobacias y percusión de gente que se entrenaba y compartía conocimientos en Inef, en la Universidad de León. “Nos juntamos y decidimos darle un poco de forma a todo aquello que nos gustaba. Desde entonces hemos ido haciendo talleres, actuaciones para colegios, institutos, y para la Universidad”, explica Guillermo, uno de los fundadores.
Pero la llama que desató esta pasión en Guillermo se encendió en una playa de Cantabria, entre las dunas, cuando vio a un grupo de gente haciendo acrobacias y malabares de fuego al compás de ritmos tribales.
“La combinación entre la danza africana y la percusión, su puesta en escena, crea un buen clima, un ambiente especial, bonito, sorprendente”, apunta.
Este grupo heterogéneo y abierto, ha ido sumando y restando personas a sus filas. Se ha enriquecido con la aportación de muchos profesionales y también ha proyectado conocimientos en artes circenses sobre muchos aficionados apasionados del circo. “Llega un momento que pasa de afición a trabajo, y comienzan a llamarnos para que realicemos actuaciones”, continua el joven leonés.
“Intentamos crear buenas sensaciones, si no lo conseguimos hemos fracasado. Algunas localidades no habían visto nunca un escupefuegos, y cuando lo ven quieren repetir. La percusión con el fuego por la noche es muy vistoso a la gente le llama”, confiesa Jorge, otro de los integrantes del grupo.
Fogobongo, una vuelta a los orígenes
Tras una época centrada en su realización laboral, Fogobongo, quiere volver a sus orígenes, “dar marcha atrás y retomar sus talleres, formar a gente interesada”.
Intentamos crear buenas sensaciones, si no lo conseguimos hemos fracasado
“Nos hemos dado cuenta de que lo que valoramos es esto, tener momentos con tus amigos y disfrutar. Renunciamos a muchos contratos porque necesitamos tiempo para realizarnos en nuestras facetas, queremos que la gente entienda nuestro fin, nuestro entorno. A nivel técnico no somos tan habilidosos como otros grupos, pero presumimos de un ambiente con mucho mas compañerismo, estamos muy compenetrados porque llevamos mucho tiempo juntos. Ha sido un pequeño punto de inflexión, pero siempre que podamos seguiremos actuando”, exponen los integrantes de Fogobongo.
La asociación dirige sus talleres “a todo el mundo”, pero principalmente adolescentes y jóvenes. “El salto al fuego se produce por un camino natural. LLega un momento que ya controlas totalmente el juego, sientes el nivel o la seguridad. Automatizas el movimiento y se puede intentar, no es tan peligroso como parece”, asegura Jorge. “Pero cuando estás con el fuego tienes que hacer las cosas con mucha seguridad. Todos nos hemos quemado alguna vez, pero con un poco de pomada para quemaduras solucionado, nada grave, alguna chaqueta con agujeros y poco mas”, añade Guillermo sonriendo.
Cada uno de los integrantes, de los aprendices, sigue su camino, su inspiración. “Nuestro límite es el tiempo; es complicado dedicarte a tu vida profesional y no hay tiempo para practicar todo lo que deberías. Aún así lo procuramos, y hacer talleres con profesores para que nos enseñan mas, y seguir nuestra formación”, confiesan los chicos.
“Es muy complicado dedicarse profesionalmente a esto. Para nosotros es un hobby, y va de esto. Lo que queremos es pasarlo bien, disfrutar y compartir tiempo libre con otra gente con ganas de aprender. Nuestra meta es encontrar un espacio afín”, declara Jorge.
“Cuando empiezas con el fuego puedes tener sensaciones extremas. La primera vez que ves una bola de fuego, se te graba”, añade el integrante.
Talento, ganas, constancia y habilidad
Según Fogobongo, lo ideal, para un aprendiz de malabarista es poseer talento y habilidad, pero la constancia y el trabajo cuentan mucho a la hora de conseguir un truco. “Si tienes más talento te será más fácil conseguir la habilidad, pero si tienes menos talento y trabajas más la habilidad puedes ser igual de bueno”.
El salto al fuego se produce por un camino natural
“Un truco nuevo nunca sale a la primera. A base de ganas, de pedir más a quien te enseña, de intercambio, se alcanzan las cosas. Todo el mundo aprende algo”. Fogobongo, además, enseña acrobacias, zancos, monociclo, animación, artes circenses y acrosport.
En estos momentos Fogobongo cuenta con tres responsables: Guillermo, Jorge y Andrea, que disponen del material para dejárselo a la gente. “Vimos necesario y romántico el tema de volver al parque, que es donde aprende todo el mundo. Queremos volver a los orígenes, aprovechando el verano. Proponemos un taller de base gratuito”, finalizan los chicos.