“Todo empezó con un café entre amigos y la frase: ¿A que no hay huevos?”, empieza a relatar César Buitrón, fundador de ‘A Santiago Contra el Cáncer’ hace una docena de años. “Las ONG se estaban quedando sin mucha parte de subvenciones y donaciones privadas. Así que nosotros, casi de broma, dijimos que podíamos irnos corriendo hasta Santiago y recaudar el dinero que pudiéramos cada uno”, explica el fundador que, junto a Agustín Montoya -de la Asociación Española Contra el Cáncer- y Alejandro Vaquera - en aquel momento Director de Deportes de la Universidad de León-, convencieron a una decena de amigos y recaudaron 800 euros.
Primeros pasos
Una primera toma de contacto en la que fueron improvisando. Con la que aprendieron, al menos a no perder a corredores en el monte de noche, recuerdan entre risas, porque aseguran que el lobo no se comió a nadie y volvieron todos. Gonzalo Santos, uno de los corredores de esa primera edición, es un deportista con mucho recorrido ya desde la universidad, y asegura que la causa le resultó muy atractiva. “Tengo una hermana y bueno, varios familiares que, por desgracia, han padecido cáncer”, comparte. Realmente, los cuatro tienen casos próximos por los que se unen en esta lucha a zancadas. Y a la que se sumaron el segundo año sesenta corredores, consiguiendo una recaudación de 15.600 euros y así, progresivamente, hasta alcanzar casi los 300.000 en el total de todos los años.
Al ir creciendo a esa velocidad tuvieron que mejorar la organización con tracks -representación gráfica de las etapas del recorrido -, GPS gracias a la empresa Anube, seis furgonetas de parte de la empresa Martinez del Bierzo, la Diputación y ‘Fundación La Caixa’, que aportan la parte material para hacerlo posible.
Ahí Erun Delgado tiene mucho que decir desde la segunda edición, que fue cuando se incorporó al proyecto como organizador. “Primero hay que hacer el recorrido y donde se hace cada relevo. Lo hemos ido complicando y haciéndolo más largo. Cuando empezamos desde León a Santiago, 300 kilómetros, era fácil; luego ya empezamos desde Saint Jean Pied de Port a Santiago, 800 kilómetros; después vamos por el norte, 900 kilómetros. Tienes que buscar cada 10 o 15 kilómetros un sitio donde puedas llegar con la furgoneta para hacer el relevo fácil, coordinarte con las dos bicis que van de apoyo, y que cuando lleguen estemos allí con agua -más bien cerveza- con su ropa limpia para que se cambien. Pero también hay que tener sitio donde comer y dormir todos juntos”, enumera algunas de sus funciones esenciales para que todo salga bien.
“Yo no he corrido nunca, no sudo con ellos la camiseta, pero la sudo de otra manera junto a esta familia”, afirma orgulloso y compara su trabajo con la organización de las Fallas, con un año de preparativos y un empujón el último mes.
Lo que sí que no ha tenido que cambiar desde la primera edición es la organización de relevos, ya que César se preocupa mucho de agrupar a los corredores por niveles: “el ritmo no lo marca el que va más rápido, sino el que va más lento. Es decir, el resto se adaptan a él y los dividimos para que vayan más o menos a un ritmo cómodo para que puedan disfrutar”, explica. Y reconoce que siempre hay cuatro o cinco en el grupo a los que les tocan los “marrones”, como subir el Cebreiro o una etapa de bajada de 10 kilómetros. “Son montañeros de toda la vida, así que se fastidien, que tienen piernas para eso”, sentencia el fundador entre risas.
A paso ligero
Pero lo que no puede controlar el organizador es el factor motivador, por lo que hay personas que deciden hacer doblete en una misma jornada. Luismi Rodríguez lo sabe bien, que en su primer año solo llevaba unos pocos meses corriendo y el primer día se hizo un par de tiradas de 7 kilómetros.
“De aquella para mí hacer 7 kilómetros era una locura y ya el primer día me lo hice por la mañana y por la tarde porque había un ambiente cojonudo. No era cuestión de ritmos, ni había que ganar a nadie. Era un relevo en que César, que tiene una cabeza privilegiada para ello, va mirando más o menos los ritmos y te pone con gente que corre igual que tú. Pero siempre te calientas y dices que puedes un poco más y acabas cada día corriendo una media maratón de dos veces”, comenta sin despeinarse.
Pero deja claro, y comparte con Gonzalo, que lo más fácil es correr, el gran esfuerzo y trabajo lo hace la organización. “Te sueltan en un sitio y dicen que te cogen en otro punto y arrancas. Fuera de que nos perdamos”, dice Luismi mirando a Gonzalo, ya que en más de una ocasión el deportista se ha despistado y no ha seguido las indicaciones de César. Este año, 47 corredores saldrán desde Oporto, el 26 de junio -siempre a principio de verano, por las horas de luz y facilitar la asistencia antes de las vacaciones- y suben por la costa. “Es fácil, tú tienes que coger el camino que se te moje la oreja izquierda y tú ‘to pa’ arriba, el atlántico a este lado”, bromea Erun para evitar que alguno termine en América. De los tres caminos portugueses que hay van por el que no está marcado para llegar a Santiago y vuelven a León el 1 de julio, y animan a quien quiera que se les una a la llegada o les reciba en la Catedral.
Paso a paso se hace el camino
Todo lo que se recauda es para la Asociación Española Contra el Cáncer, actúan como prescriptores de la asociación de manera anónima y altruista. “Nosotros desde el primer año decidimos que el dinero no pasaba por nosotros. Quien quiera ayudar tiene un número de cuenta que es el de la Asociación y ahí se hace el ingreso, con el concepto ‘Santiago’ para contabilizar nuestra aportación, con las deducciones fiscales que tiene cualquier donación”, explica César. E invita, “tú, el que nos esté leyendo ahora solo tienes que entrar en nuestra página web y ahí tienes el número de cuenta para hacer tu donación de lo que quieras. Muchos pocos hacen mucho y me da igual un euro o mil euros, para nosotros todos son importantes”, asegura.
El resto de gastos, quitando las aportaciones de los patrocinadores anteriormente mencionados, lo sufragan directamente los corredores. “Siempre que salimos para iniciar el camino, nos tomamos el café más caro del mundo, decimos. El café normalmente suele costar unos 250 o 300 euros por cabeza, claro que son los gastos que vamos a tener durante todo el camino”, puntualiza Erun.
Pasando por el Camino
Pero es una gran inversión, además de por la buena causa que todos señalan como lo mejor de esta experiencia, por la emoción que sienten cuando llegan a Santiago, y a León, pero reconocen que en Santiago las lágrimas no se pueden contener por muchos años que hayas ido. Una de las veces más emotivas fue cuando se enteraron de que Salva Silva, el diseñador del cartel de ‘A Santiago Contra el Cáncer’ y el de las fiestas de León, había fallecido de cáncer el mismo día que salieron por primera vez desde Saint Jean Pied de Port. “Fue duro ver aquí a la familia cuando nos fueron a recibir en León, pero justifica el porqué de esta carrera”, señala César. Pero hay más momentos que les conmueven a lo largo del camino, como cuando les dan donativos de un euro porque no pueden dar más, cuando les cuentan historias personales donde el cáncer les arrebató a niños o si les regalan barras de pan para los bocadillos.
Pero también hay lugar para las risas y aventuras en el “campamento de mayores”, como llaman los hijos pequeños de una amiga a esta iniciativa al ver a tanto adulto disfrutar como enanos. Sin necesidad de mencionar las fiestas de Melide, que siempre les coinciden, y donde han podido ver a ‘Mojinos Escocíos’ o ‘Mago de Oz’. Han acabado alguna etapa dentro de la piscina fluvial de Molinaseca; han hecho porras de ver si se llegaba antes andando o corriendo hasta el punto de negociar la mejor estrategia al más puro estilo de las ‘Cabezadas’; les ha tocado empujar coches para sacarlos de barrizales; mucha lluvia y más calor; un hotel en Santoña, Cantabria, que lo mejor que tenía era la puerta de entrada; un extranjero con una gran trayectoria en carreras muy duras que no aguantó una cuesta de 600 metros, se subió al coche y no volvió a bajarse; valientes que decían que lo harían todo entero y en Sarria se les quitó la idea; entre otras que relatan sus protagonistas entre risas.
Como cuando corredores experimentados vacilan a los más novatos. “Le cuento a Alfonso todo emocionado que me toca bajar el Cebreiro, y él me dijo que tenía mucha suerte porque era preciosos y lo disfrutaría mucho. Y si es verdad que bajas el Cebreiro, pero al kilómetro y medio subes el Alto del Poio, vuelves a bajar otro poquito y subes San Roque y ya cuando ves toda la bajada te paran porque desde aquí ya van otros”, la cara de Luismi, tanto al recordarlo como al vivirlo, era un poema, lo que provocó muchas risas. Pero no solo ahí, ya que una compañera a la que mandaron a por él solo pasó a su lado para saludarle y marchó como vino, en la furgoneta sin él, así que le tocó avisar a la organización para que, prácticamente, lo rescaten. Pero a la que no hay que rescatar es a Aroa Natal Vicente, técnico de la 8 León y 'corregrina' -como se denominan-, que se pega unos buenos 'sprins' para poder grabar a sus compañeros y hacer vídeos tan emotivos como estos.
César recuerda otra experiencia en Sarria a la hora de comer: “llevábamos unos kits ejército que se calientan en un hornillo que hay que montar. Como tengo el título de IKEA lo pude hacer, pero intenté prender fuego con la pastilla potabilizadora… Y como no lo conseguí, dejamos la comida encima del motor de un coche para hacerla, pero con el calor del sol era incomestible”. Se estremecen todos a la vez, pero es un recuerdo fácil de superar por la gran causa que persiguen. “Les animo a que continúen con esta labor y quiero darle las gracias a la organización”, dice Gonzalo. A lo que Luismi se suma indicando lo poco valorado que está todo el trabajo que hacen. Labor que hacen la organización y los corredores, juntos como una piña - independientemente del origen de cada uno-, por una misma causa que, ojalá, algún día deje de ser tan necesaria. Hasta que ese momento llegue animamos a los lectores a seguir sus pasos. ¡Hasta la victoria siempre!