Leo varias cosas sobre el sentido del humor y me pregunto si yo mismo lo considero un defecto o una virtud. Comenta una mujer que cuando los hombres hablan del sentido del humor de las mujeres se refieren… a que las mujeres se rían de sus chistes. No se me había ocurrido. En el caso de ellas, cuando afirman buscar a alguien que las haga reír está clarísimo: es el fulano el encargado de elaborar las gracias. El sentido del humor está relacionado pues –como todo lo demás– con la vanidad. Constituye un YO ENTIENDO. Resulta imposible sustraerse. Las inteligencias artificiales, aseguran, no pueden tener sentido del humor. ¿Eso las convierte en amenazantes? ¿Porque no se rían de nuestros chistes? ¿O porque no elaboran gracias ellas mismas? Los animales no tienen sentido del humor ninguno –o muy tontorrón en el caso de los primates– y son bien salaos –siempre que no te muerdan, piquen, contagien, arañen o devoren–. Me he preguntado también muchas veces si es eso precisamente lo que me les hace tan simpáticos: ni cuentan anécdotas, ni esperan que les hagas un monólogo. El mecanismo de la risa, como el del sexo, es de escape, de alivio: me aterra esta situación que no entiendo / ah, ¡es inofensiva! / ja, ja, ja, ja. Para que el humor sea complejo su premisa debe serlo también. Por eso con la justicia en España es difícil hacer chanzas, no porque te interponga una querella Manos Limpias, sino porque ya las perpetran ellos mismos. Si subviertes la lógica desde el principio el percutor se ablanda. El novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid trinca dos millones –en comisiones de venta de mascarillas cuando la gente se moría a chorros–, presenta facturas inventadas a Hacienda para defraudar trescientos mil, y se queja de que se ha gastado diez mil en abogaos. ¡Delante del Tribunal Supremo! ¡¡Que está juzgando a otro señor!! A peinado ya he visto que le llaman El Yonfor, por lo numeroso y veloz de sus diligencias. Es francamente –nunca mejor dicho– agotador el tratar de hacer chascarrillos sobre gente ridícula desde el principio. El ejemplo de Margaret Dumont y Groucho, por Dios. El payaso blanco y el Augusto. Gabi y Fofó. Miliki y el Señor Chinarro. Tiene que haber uno serio. Señores togados, un poco de dignidad. Disimulen. Aunque solo sea por las risas.