Transcurridos más de cuatro años desde que un incrédulo alcalde de León salió a darse un baño de masas a las puertas de la casa consistorial, después de una maratoniana sesión en la que se debatió el apoyo, o no, a la petición de una autonomía propia, tras una moción que finalmente resultó aprobada, nada se ha vuelto a sustanciar en tal sentido. Cierto es que similares mociones se aprobaron en pequeñas poblaciones y bienintencionadas Juntas Vecinales, cuya suma total arroja exiguos guarismos en lo que a efectivos humanos se refiere.
Se me podrá argumentar que aunque tal iniciativa no llegó a ver la luz en las ciudades de cierto empaque como Astorga, La Bañeza o Ponferrada, prosperó, de mala gana, en los alrededores de León, como Villaquilambre o San Andrés de Rabanedo y en localidades aisladas como pueden ser Cistierna, Sahagún o Santa María del Páramo, escaso bagaje para tratar de escabullirnos legalmente de las garras de Castilla y León.
Ya sé que se me tachará de derrotista, de agorero o como dirían los catalanes de botifler, pero se me perdonará, espero, el hecho de que ya sea lo suficientemente entrado en años como para no confundir deseos con realidades. Tampoco soy mensajero de profecías apocalípticas ni estoy versado en ciencias exactas, pero sí un apasionado en observar el estado actual de las cosas y, aunque me esté mal decirlo, hacer comparaciones, por más odiosas que puedan resultar. Así es que es mi debilidad reflexionar sin apasionamiento sobre el devenir de los hechos y el escenario en que se producen.
En primer lugar no conviene hacerse trampas al solitario, no al menos cuando estamos jugando con el porvenir y las ilusiones de muchas personas que pueden caer en un desánimo irreversible si las gestiones no se llevan adelante con seriedad y rigor. Ni PSOE ni PP van a permitir, salvo causa mayor –desconocida hasta la fecha en León– que dicha moción prospere y contravenir sus intereses en el resto de la comunidad y el resto del Estado. Así pues, aquellos que crean que el alcalde capitalino va a hipotecar su futuro político por mantenerse firme en lo que un día sostuvo, cae en el campo de la metafísica, de la ingenuidad y de los píos deseos que jamás se verán materializarse. Un poco de paciencia y pronto podrán comprobarlo.
De haber defección del mineralógico alcalde, el enfoque se descuadra y los resultados se empobrecen de forma alarmante. Ese alto índice que se sospecha en el respaldo unánime a la propuesta, se vería no sólo diezmado sino hipotecado, y eso por no mencionar que podría desencadenar un efecto dominó sobre todo su alfoz, con lo cual toda esta máquina puede irse al traste así que se desencadenen las hostilidades. Si no nos dejáramos guiar por las primeras impresiones, tal vez podríamos extraer alguna conclusión de las recientes elecciones europeas, en las que Sumar se ha descalabrado por carecer de implantación territorial que pudiera sustentarla. ¿Existe respaldo territorial y ciudadano suficiente para rentabilizar esas mociones? Evidentemente no.
¿Qué nos lleva a pensar que las diputaciones de Zamora y Salamanca apoyarán la propuesta si ni siquiera han oído clamor alguno en tal sentido? Posiblemente la misma Diputación de León, si no ve comprometida su continuidad en el puente de mando, hará naufragar el proyecto. Aquella fatídica admonición de Matías Llorente, por indigesta que pudiera resultar, era una foto fija de la realidad. “No hay suficiente tempero”. No olvidemos que ni la Universidad ni las Federaciones de empresarios, ni Cámaras de Comercio, se han pronunciado en a favor de la escisión efectiva. Este proceso se rige por otros tempos y estos, para nuestra desgracia, no se han explorado aún.
Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata