En los últimos días el CCAN ha ocupado buena parte de la actualidad informativa local. Sin embargo, la noticia de su posible desalojo no ha dejado entrever el significado que estas siglas tuvieron para toda una generación de descontentos y esperanzados.
En 1972 un grupo de jóvenes leoneses decidió romper el gris provincianismo en el que estaban sumidos y apostar por la cultura en todas sus vertientes, acogiendo propuestas y poniendo en marcha actividades creativas para las que hasta el momento no había una salida digna. En un intento por paliar la intensa necesidad de una vía de escape que condujera al desarrollo, formaron algo más que un club, un punto de encuentro hacia la democracia.
Ricardo Vega fundó, junto con otros cuatro compañeros, una asociación que en poco más de un mes superó el centenar de socios. “La idea era crear una amplia plataforma de gente progresista, demócrata e indudablemente antifranquista”, cuenta. “El PC fue el inspirador, sin embargo, jamás fue un requisito indispensable pertenecer al partido, de hecho, los militantes nunca fueron la mayoría”.
Un polícia del régimen acudía regularmente a las asambleas oficiales del club
Lo que en un principio se iba a denominar 'Club de Amigos de la Unesco' acabó siendo 'Club Cultural de Amigos de la Naturaleza' por simple sentido común y práctico. “Los amigos de la Unesco eran ya reconocidos por el régimen como rojos”, declara Vega.
Los encontronazos con las autoridades del régimen tampoco faltaron en los primero años. Muchos de los socios pasaron una temporada en los calabozos por manifestarse en contra de la central nuclear de Valencia de Don Juan.
De igual manera, tampoco estuvieron exentos de las inspecciones oficiales y regulares, a las que habitualmente acudía el policía y más tarde también poeta, Federico Rollán Ortiz. “Todos sabíamos quién era, se sentaba atrás y anotaba lo que decíamos, pero no nos dio problemas”, dice Vega.
La asociación se organizó en distintos departamentos, arte, cine, ecología, etc. Las exposiciones de artesanía, pintura, dibujo y ecología inundaron la buhardilla, la misma que ahora ve la posibilidad de que sus cuarentones inquilinos la abandonen. Los conciertos, las actuaciones de teatro y los ciclos de cine formaban parte de la parrilla habitual en las programaciones.
El CCAN fue un puente a la transición, abrió una luz
Juan Carlos Ponga, uno de los socios más antiguos, fue también el responsable del departamento de arte. “Concienciamos a la gente de que lo que había en las iglesias era de todos, había que cuidarlo y no se podía vender”, destaca.
Personalidades de la cultura leonesa como Luis Mateo Díez, Juan Pedro Aparicio y José María Merino presentaron su primer libro en el CCAN. El cronista de la ciudad Luis Pastrana, Manolo Jular, Modesto Llamas o Eloy Vázquez Cuevas pasaron por el club, disfrutando y valiéndose de él para desarrollar su creatividad.
Con la llegada de la democracia, los distintos colectivos que en un principio lo integraban, como el PC, los ecologistas o las feministas, se fueron a sus respectivas sedes, lo que produjo una ligera decadencia en el club. Durante algunos años, y sin dejar de lado nunca las actividades culturales, se convirtió principalmente en lugar de reunión para lo más jóvenes.
No obstante, los últimos tiempos se ha invertido el proceso, recuperando el auge perdido y poniendo en marcha un sinfín de actividades y eventos. “Se ha vuelto a erigir como ejemplo y meca de cultura alternativa”.
“Hasta 1978 el CCAN actuó como puente a la transición, abrió una luz en la sociedad de León y fue una salida”, asegura Vega. Ahora, esta viejas glorias de la asociación se suman a las nuevas generaciones del club para resistir al desalojo y poder celebrar los 40 años de cultura. “El CCAN no muere, no puede morir”.