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Un estudio antropológico ha desvelado los restos de Urraca Alfonso, la Asturiana; hija de Alfonso VII de León y, por tanto, nieta de la primera reina que gobernó en solitario en la Europa Cristiana, Urraca I de León. Esta infanta leonesa que nació en 1133 –cuatro años después de llegar al trono su padre tras morir su abuela en 1129– llegó a ser durante seis años reina consorte de Navarra. Casada oon un noble palentino fue enterrada enterrada en la catedral de esa ciudad castellana, lugar donde se ha restaurado su féretro policromado.
También conocida como doña Urraca de León –aunque no debe confundirse tampoco con la Urraca del Cáliz de San Isidoro, que era la hermana de Alfonso VI (y por tanto tía de la primera reina de León), la señora de Zamora durante el episodio de la muerte de Sancho de Castilla a manos del héroe leonés Vellido Dolfos–, la Asturiana fue una mujer alta para su época (un metro sesenta y dos centímetros de los del siglo XII) y obesa, con una corpulencia que contrasta con sus delicadas manos y pies, como confirma la momia que se conserva en la catedral de Palencia, en un ataúd que se ha abierto para su restauración.
La carcasa de madera policromada con los restos de esta doña Urraca, hija ilegítima de Alfonso VII de León y reina consorte de Navarra, que murió el 12 de octubre del año 1179 (aunque hay dudas de si fue en 1164 según la Real Academia de la Historia, o en 1189 como indican los estudiosos de la restauración de su tumba), ha sido restaurado casi 850 años después de su enterramiento.
El féretro, tras su participación en la exposición Renacer –uno de los actos programados por el Cabildo para celebrar los 700 años de la colocación de la primera piedra de la catedral gótica el 1 de junio de 1321– recibió tareas de consolidación, por lo que se ha aprovechado para investigar la momia de la infanta leonesa y reina de Pamplona.
Para su exposición, el hermoso ataúd en madera policromada fue descendido de su emplazamiento habitual, en la cornisa elevada en la capilla del Sagrario de la Catedral, a donde ha regresado de nuevo, tras una pequeña intervención y reparación.
Como ha informado la Diócesis este lunes, la restauración ha permitido documentar fotográficamente el estado de la momia de la reina doña Urraca de Navarra, ya que la única fotografía existente hasta ahora era la realizada el 11 de diciembre de 1896, durante una sesión científica que se celebró a instancias de la Real Academia de la Historia.
En dicha sesión, el doctor Francisco Simón Nieto, que desempeñaba el cargo de secretario de la Comisión de Monumentos, procedió al examen de los restos, y elaboró un dictamen en el que señalaba que “la momia de doña Urraca medía un metro y seiscientos veintidós milímetros, tenía los brazos cruzados sobre la cintura, las manos eran pequeñas y finas y las piernas rectas y fuertes, su cara ovalada, con ojos no muy grandes y la barbilla redonda y pequeña”.
“Lo que más llamaba la atención eran los extensos perímetros torácico y abdominal, especialmente el último, con relieves tan acentuados, que permiten asegurar la corpulencia y obesidad de esta señora”, continuaba Simón Nieto.
El informe añadía que “la obesidad, aunque grande, no era deforme sino simétrica y ordenada y encaja bien en la aventajada estatura, en la esbelta rigidez de una dama cuyo espinazo tuvo muy pronunciada la curvatura lumbar”.
Y concluía que “el volumen de todo el tronco y de los miembros, especialmente el inferior, contrasta con el desarrollo fisiológico de la actividad cefálica y la finura y delicadeza de las manos y los pies”.
Ubicación
En 1532 se decidió que el sarcófago con la momia de la reina se ubicara en la cornisa elevada en la capilla del Sagrario de la Catedral, como recogió en la Silva Palentina don Alonso Fernández de Madrid, Arcediano del Alcor, donde se señala que “se puso en lo alto de la pared en una tumba de madera pintada y dorada como ahora aparece con su letrero”.
A ese lugar ha regresado ahora tras su restauración y participación en la exposición Renacer celebrada en el mismo templo.
La restauración
Antes de su vuelta a la cornisa elevada donde doña Urraca tiene su emplazamiento habitual, la restauradora de arte Celia Rosa García ha realizado algunas reparaciones en el féretro, al advertir que la tabla del fondo presentaba signos de deterioro y debilitamiento.
Para ello, se extrajo el ataúd interior con tapa de cristal que acoge los restos de doña Urraca, cubiertos con un sudario blanco y un manto de seda azul, regalo éste de la reina Isabel II cuando contempló la regia momia el 4 de febrero de 1865.
Posteriormente, la restauradora ha procedido a los trabajos de desinsectación y protección contra los xilófagos, reposición de faltas en la tablazón del fondo, refuerzo y consolidación.
No ha sido, por lo tanto, una intervención en la policromía exterior ni una restauración del mueble, sino tan solo reparación y refuerzo de la base, a fin de frenar el deterioro y garantizar su futura estanqueidad.
Terminada esta intervención, el sarcófago y el ataúd, fueron trasladados por separado a la capilla del Sagrario y, una vez allí, tras la introducción de la urna con tapa de cristal en el interior del féretro, operarios de la empresa adjudicataria de las obras que actualmente se realizan en la Catedral, procedieron al izado hasta su emplazamiento definitivo.
Su biografía
Doña Urraca, nacida el 1133 en Soto, concejo de Aller, en la actual Asturias, era hija ilegítima del emperador Alfonso VII de León. Contrajo matrimonio con el rey García Ramírez de Navarra, con quien se casó en León el 24 de junio de 1144, por lo que fue reina consorte.
Después de enviudar en 1150, volvió a su tierra donde gobernó y fue nombrada por su padre gobernadora de su territorio natal, Asturias, desde donde prestó un gran servicio a la política ya que mantuvo la tierra asturiana pacificada.
Posteriormente (1160, aproximadamente), se instaló en Palencia, lugar del que era natural su segundo marido, el magnate Álvaro Rodríguez de Castro. Algunas fuentes indican que este noble tuvo fuertes discrepancias con el rey Fernando II de León (el medio hermano de esta doña Urraca), y que pudo encabezar un conato de rebelión en Asturias; aunque la disputa no debió ir a mayores, pues terminó siendo mayordomo y alférez real de este monarca leonés en 1173, cuando León y Castilla eran dos reinos separados y casi siempre enfrentados militarmente.
Urraca Alfonso –que no está claro si murió en 1164, 1179 o 1189; ya que las fuentes no coinciden en el año de su fallecimiento– fue enterrada en la capilla de San Antolín, dentro de la propia catedral de Palencia, en un sarcófago compuesto por un féretro exterior de madera policromada que ha sido restaurado y un ataúd interior que alberga su momia.