Documentar la vida y memoria en la Maragatería: donde las manos marcan el pulso del tiempo

Sonia Fernández, como muchas otras personas, sintió que la pandemia, de una forma u otra, le dio una lección de vida. Encerrada en su casa de Asturias no dejaba de pensar en la tierra a la que tiene la necesidad vital de ir cada cierto tiempo, la tierra de sus progenitores, y no es otra que la Maragatería. De esta relación nace el documental 'Habitando el tiempo', que ha podido verse recientemente en San Justo de la Vega dentro de un ciclo de cine social y del territorio.

Hay una frase que se nos repite constantemente como algo malo, de lo que hay que huir, y no es otra que “perder el tiempo”, como si constantemente tuviéramos que producir algo y tener la cabeza ocupada sin descanso. Para esta directora de cine y profesora de instituto, el tiempo es importante en la película y pretende que sea un protagonista más. Tiene presencia visual, sonora y temporal. Pero es un tiempo diferente al que se vive en las ciudades, donde, como dice uno de los protagonistas “tanto haces, tanto vales”. Fernández explica que “no nos educan para perder (o disfrutar) el tiempo, nos educan para producir y disfrutar poco. En mi opinión, el contacto cercano con la Naturaleza hace que apreciemos el tiempo de otra forma, que es precisamente lo que hacen las cuatro personas que aparecen en el documental”.

Esta descendiente de la Maragatería, una zona denominada como desierto demográfico, desarrolla que en la civilización griega ya tenían dos conceptos para referirse al tiempo: Kronos y Kairós. Kronos es el tiempo lineal, que te atrapa, te domina, te organiza el día a día, te genera estrés. Es una forma de medir los días y la vida cuantitativamente, a través de la eficacia, del reloj. El dios Kronos llega a devorar a sus propios hijos ante el miedo de que le suplanten. Kairós, sin embargo, es el tiempo cualitativo de la vida. Ocurre cuando estás en sintonía con el tiempo presente. Puede ser un rato de meditación, un paseo por el campo, un trabajo realizado con conciencia, un momento de auto-cuidado, donde el reloj no es necesario. Sucede cuando existe una conexión amable entre tiempo y existencia. Nuestros protagonistas han pasado de Kronos a Kairós y el título intenta reflejar esa idea. El gerundio es intencionado precisamente por eso, porque expresa una acción que está ocurriendo. Mis protagonistas están habitando el tiempo de forma más consciente a como lo hacían cuando vivían en ciudades, de forma que ahora el tiempo deja de ser un enemigo para convertirse en un aliado.

Sobre el enclave geográfico del documental, Sonia Fernández señala que ella no eligió la Somoza, la vieja denominación de la zona, tuvo la suerte de conocerla porque su familia materna es maragata. Su abuela nació en Castrillo de los Polvazares y siempre tuvo mucha relación con ese lugar. Allí pasó todas sus vacaciones en la infancia y las sigue pasando ahora. “Aunque vivo en Asturias, voy a mi pueblo muy a menudo. Mi abuela se quedaba ensimismada contemplando Cibrera, o Vallatán, o Valseco, que son lugares de Castrillo, o admirando los atardeceres, los cielos…creo que me transmitió el aprecio por la belleza de ese territorio”.

Todos los paisajes o lugares que aparecen en la película están elegidos porque los conoce, los tiene paseados o contemplados y, como su abuela, se queda ensimismada disfrutando su belleza. “De alguna forma quise compartir esa belleza que a mí tanto me aporta. La película es un homenaje a la Somoza”.

En el documental aparecen constantemente planos de manos en proceso de elaboración, ya sea cerveza, cerámica, guitarras o tratando miel. Ante la pregunta de qué buscaba con ello, explica que “soy profesora de Arte en un instituto y veo como, año a año, nuestro alumnado pierde habilidades manuales. Cosas tan sencillas como atar un nudo, enhebrar una aguja o recortar papel con una tijera son tareas complejas para la mayoría de personas de doce o trece años porque nunca utilizan sus manos. Incluso la caligrafía es cada vez peor porque nuestra juventud no tiene desarrollada la psicomotricidad fina. Por eso precisamente valoro tanto el trabajo manual, porque creo que es algo que se pierde”. Fernández detalla que siempre se fija en las manos de las personas, y le parece que unas manos trabajadoras tienen una belleza cargada de memoria. Por eso, a la hora de elegir a las personas protagonistas de la película, que realizaran un trabajo manual era imprescindible. “Es algo que tienen en común y los planos de sus manos son totalmente intencionados”, destaca.

“Creo que la dura vida rural de nuestros antepasados ha sido denostada en su totalidad, sin apreciar precisamente esa conexión con el cuerpo, con el presente, con la Naturaleza”. En la charla posterior a la proyección que se produjo en San Justo de la vega, Sonia explicaba que “los trabajos manuales y repetitivos que realizaban les permitían esa reflexión interior sanadora y les conectaban con Kairós. A pesar de la severidad de sus tareas su equilibrio mental y emocional era mucho más sólido que el que tenemos actualmente”. De alguna manera, indica esta hija de Castrillo de los Polvazares, “las cuatro personas retratadas en este proyecto descubrieron estas cuestiones hace tiempo, en su viaje de la urbe a la aldea, retomando la relación armoniosa con el tiempo a través del trabajo realizado con sus manos”.

Sobre esas charlas posteriores a la proyección de su trabajo, a Sonia le sorprende que cada vez genera un debate diferente. “Para mí esas conversaciones son una de las partes más positivas de todo este proyecto, por eso siempre intento estar en ellas y además me llevo conmigo a parte del equipo. Creo firmemente en el arte y la cultura como transmisores de pensamientos o reflexiones, como potentes nexos de unión entre diferentes contenidos y problemáticas sociales, económicas o personales”.

Por todo ello, incide, “me encanta escuchar a las personas que lo han visto y que se lanzan a compartir sus impresiones. Si la película sirve para despertar pensamientos u opiniones ya mereció la pena el esfuerzo de realizarla”. En general, los espectadores le trasmiten que la película les produce un efecto balsámico y que les deja buen cuerpo. “Siempre aprecian su fotografía y su sonido, que le debemos a David García Menéndez y a Sergio González Cuervo respectivamente”, añade, para finalizar destacando que “se aprecia de forma diferente si se proyecta en un entorno urbano o en uno rural. En el segundo caso las opiniones son más críticas con lo que se muestra en la película”.

Ciclo de cine social y del territorio

Durante el mes de septiembre de 2025 San Justo de la Vega acoge el Ciclo de cine social y del territorio. 'Habitando el tiempo' fue la primera proyección a la que seguirá el domingo 7 de septiembre la segunda sesión, con la proyección de La voz del Concejo (Isabel Medarde, 2016), en la Casa del pueblo a las 19:30 horas. Las dos siguientes serán el domingo 14 con la proyección de Vidas irrenovables (Francisco J. Vaquero, 2024) y el domingo 21 con un coloquio: 'Macrovertederos de residuos industriales peligrosos: el caso de Nerva'.