Salva Calvo nació en Fontoria de Cepeda, pero se crio en Bimeda, cerca de Astorga. “Mis actividades extraescolares eran trabajar, trabajar y trabajar en el campo”, recuerda. Pero fue cuando empezó el servicio militar, a los 19 años, cuando el atletismo llegó a su vida gracias a Fermín Martínez del Reguero, un chico de León, así que comenzó a practicarlo junto a él y se unión al club de atletismo ‘CAR de la Robla’. “Al terminar la mili también conocí a un subcomisario de Astorga que me introdujo en la montaña. Practicaba dos deportes distintos que marcaron mi destino”, explica.
Salva preparó y aprobó unas oposiciones para no trabajar más en el campo, pero, al mismo tiempo, se matriculó en la Universidad y se sacó la carrera de Educación Física. Y fue Un corredor de fondo también en el ámbito laboral. “Así enfoqué mi vida, sin dejar ya de entrenar y competir, primero en cross y algo de pista, después en medias maratones y maratones. Sobre el año 95 aparecen las primeras carreras de montaña y ahí me engancho. A medida que pasan los años he ido alargando la distancia y buscando nuevos retos en diferentes partes del mundo. Hasta hoy”, recuerda su trayectoria deportiva.
Por su parte, Nary Ly originaria de Camboya, empezó a correr a finales de 2006 cuando quiso celebrar el final de su tesis con una hazaña simbólica: recaudar fondos para los niños infectados por el VIH, el tema de su investigación doctoral. Así que con ese objetivo se enfrentó a su primera carrera, la Media Maratón Internacional de Angkor Wat, que se celebra anualmente a principios de diciembre en Siem Reap (lugar emblemático de Camboya).
Unos primeros pasos que le llevaron a que su camino se cruzara con el de Salva, “a finales de noviembre de 2014, durante una carrera de 220 kilómetros en seis etapas en Camboya, ‘Global Limits: the Ancient Khmer Path’. Salva muy amablemente, le dio unos buenos consejos de cómo afrontar ese nuevo reto. El resto es historia, concretamente la de esta pareja única e irrepetible, formada por dos portentos de las carreras.
La carrera a la felicidad
“Cuando corro, es muy simple, me siento bien”, afirma tajante Salva. No le quita razón a los psicólogos o neurólogo que aseguran que correr estimula las hormonas como las endorfinas, la dopamina, la serotonina, la noradrenalina. “Dicen que es adictivo y proporciona felicidad. Debe serlo porque yo ya llevo desde el año 81 que empecé y todavía no me aburre”, termina de dejar claro que su pasión por este deporte parece que va para largo.
Nary recuerda cómo se preparó para su primera media maratón, que también era su primera carrera: “Durante el entrenamiento sentí cansancio por el gran esfuerzo físico que tuve que hacer, pero sabía que era para una buena causa. Además, me servía para mantener un buen equilibrio mental y físico para la recta final de mi tesis antes de la defensa”. Pero lo que no olvidará, y lo rememora con cariño, es lo que sintió al cruzar la meta después de 1 hora y 54 minutos. Fue “un gran alivio, la alegría de que por fin había terminado la agonía porque no sabía nada sobre la preparación o la aportación de azúcar durante una carrera larga. Después, me sentí muy feliz y satisfecha de haber cumplido mi misión con la recaudación de fondos”.
Y con esas sensaciones de superación tan intensas se enfrentan a retos de lo más duros e interesantes. “El reto es la vida”, comenta Nary. Y no le falta razón, pero a lo que carreras se refiere Salva es algo más concreto, no sin antes soltar un: “¡Uuuufff!”. No hay que perder de vista que estamos ante atletas de alta alcurnia. Salva, sin ir más lejos, ha corrido por el desierto, alta montaña, a más de 50 grados o a menos de 20. “Hay dos pruebas que se salen algo más de lo normal: el ‘Ultra Trail Chismes Dolpo-Annapurna’, en Nepal, una carrera de 380 kilómetros corriendo casi continuamente por encima de 4.000 metros, y ‘Ultra Gobi Race’, en el desierto de Gobi en China, 400 kilómetros en modo orientación”, rescata de sus amplias experiencias esos imponentes nombres. Pero no se queda ahí, ya que como montañero no puede dejar pasar la aventura de intentar subir los tres picos más altos de Mongolia, algo que “fue también bastante duro y complicado”, asegura.
La pasión se convierte en compromiso
Tanto Nary como Salva comentan que su vida ahora es relajada, sencilla y sana. “A menudo entrenamos juntos, o al menos empezamos juntos. Luego cada uno toma un camino y un ritmo diferentes”, relata la atleta. Pero confiesan que también se retan mutuamente, “a veces en las cuestas y al final del entrenamiento, cuando nos acercamos a casa”, relata ella. A lo que Salva no le queda otra que darle la razón, “el pique, por supuesto que existe. Yo soy mejor en distancias largas y ella en distancias cortas. En algunos entrenamientos ninguno quiere llegar el último”.
Salva apunta que cuando competías a alto nivel era diferente, seguían una rutina más exigente y obsesiva por los entrenamientos, las competiciones y la alimentación. “Casi todo giraba en torno a los entrenamientos, muy metódicos y concretos, y a las competiciones”, apunta. Pero eso ya desapareció, aunque los entrenamiento y competiciones siguen. “Ahora se ha profesionalizado. Antes éramos todos amateurs, compaginábamos trabajo con entrenamientos y carreras, pero esto evoluciona, algunas cosas para bien y otras no tan bien”, observa.
Las aventuras bajo el sol
Como es lógico, tanto por las altas temperaturas como por las tormentas, en la época de verano hay menos carreras, pero Salva rescata ente sus logros la ‘G2G’ (‘GrandtoGrand: Grand Canyon to Grand Staircaise’) en Arizona y Utah, EEUU, y la ‘TDG’ (‘TordesGeants’). Guarda un especial recuerdo de la segunda, en su primera edición, “fue un formato innovador que parecía que solamente lo íbamos a hacer cuatro taraos y al final fue todo un éxito. Una carrera non stop de 330 kilómetros con más de 24.000 metros de desnivel positivo que recorre las dos Altas Vías de Aosta en pleno corazón de los Alpes italianos”.
Un reto de una semana, o tres días y tres noches para los primeros clasificados, donde tenía que gestionar el sueño, la alimentación y la estrategia. Se entiende que solo la termine el 50% de los participantes. “A pesar de la programación que hayas hecho para ello, al final, vas a tener que improvisar porque casi nada sale como lo has programado y tienes que ir mentalizado para ello. Cuando solo duermes tres o cuatro horas en tres días, más bien cerrar los ojos, pues vas a pasar por momentos en los que tendrás visiones o alucinaciones raras”, expone. Ahora se lamenta hablando de ella, ya que nada tiene que ver lo que él vivió con lo que es ahora.
Correr y escribir
Y si nos centramos en experiencias veraniegas, Nary tiene una vivencia inolvidable: los Juegos Olímpicos de Río. “Es un camino largo e intenso hacia los Juegos Olímpicos 2016, plagado de todo tipo de desafíos, pero merece la pena luchar para poder participar en el maratón olímpico. Después, durante la carrera fue otra historia, y llegar a la meta fue otro reto. Podéis leer la crónica en la última parte de mi libro: ‘Olimpiadas de verano: 42 km bajo el calor ardiente de Río’”. Libro que se animó a escribir después de los Juegos y sacó en mayo de 2020 con el subtítulo: ‘Como una niña de los campos de la Muerte corrió una maratón olímpica e inspiró a una nación devastada’.
Nary considera que correr y escribir con dos grandes retos, laboriosos y complejos para alguien que empieza y quiere alcanzar cierto nivel y calidad. “Escribir, en mi caso, una historia personal desde la infancia hasta la edad adulta, fue un poco complicado. Fue como una intuición que debía escribir y dejar un testimonio. Quería contribuir a dejar algo positivo en este mundo”, comparte e incide que fue una tarea con una carga a nivel emocional y psicológico que tuvo que superar en solitario.
“Se podría decir que mi personaje es un poco atípico, por la época y lugar donde nací, así como las diferentes trayectorias profesionales que he seguido. Además, soy exigente conmigo misma y quería escribir de tal manera que mis lectores pudieran seguir la historia y sentir mis emociones como si fueran suyas”, se define.
Es un ejemplo de superación, ya que ella transforma sus momentos duros en anécdotas entretenidas con algún punto de humor, pero con unos valores de trasfondo de los que el lector puede aprender. “No quería que los lectores se arrepintieran de haber invertido su tiempo y su dinero en leer mi libro”, afirma. Se puede conseguir un ejemplar en tres idiomas (inglés, español y francés) en cualquier librería de León, tiendas online o escribiendo a la autora en a su Facebook. Una oportunidad de conocer de primera mano la historia de esta pareja que da pasos de gigantes hacia la meta de la felicidad.