Si alguien busca la definición de la palabra ‘llar’ en el Diccionariu Llionés (Cultural Norte, 2018) que publicó la Asociación Cultural Faceira encuentra lo siguiente: Lar [fogón, hogar de fuego]. Llar, lleira, llariega. 2. Casa, [casa, vivienda]. Cadena [de hierro colgada sobre el fuego y sobre la pende la caldera]. VS. Pregancias. Piedra´l. Piedra donde se enciende el fuego en las cocinas antiguas. VS. Tresfogueiru, sobrellume.
Ese lugar de la casa en el que se hace fuego fue, durante décadas y décadas, el lugar de encuentro y de vida no solo de las familias, sino también de amigos y vecinos que, durante las largas noches de otoño y de invierno, se compartían algo más que las palabras. De alguna forma, y sin que suene a romanticismo, se compartía una forma de vida.
“Un día escribí un artículo sobre el lugar en el que se forjaron gran parte de los mejores recuerdos que me acompañan y lo titulé El hogar: esa parte que fue la crianza. A partir de ahí, surgió la idea de hacer un audiovisual sobre el hogar de mis abuelas”. Quien pronuncia estas palabras es Noemí Suárez Blanco (Sorribos de Alba), que junto a Álvaro Argüelles de la Fuente (Sahechores de Rueda) crearon el proyecto ‘Fue Hogar’.
Sobre cómo se rodó el documental, Noemí destaca que el proceso de grabación, montaje y edición lo llevaron únicamente Álvaro y ella y resultó algo caótico. “Empezamos a principios de 2021, en plena pandemia, con mascarillas, toque de queda, precauciones, miedos… Pero al final lo conseguimos y quedamos muy contentos con el resultado”. Suárez Blanco explica que hubo una gran implicación por parte de un número importante de personas de diferentes pueblos y comarcas, desde León capital, Omaña, la ribera del Torío o la ribera del Esla entre otros, y eso, con toque de queda, complicó mucho las cosas.
En cuanto a los lugares de grabación, Noemí quiere destacar, al margen de la casa en torno a la que todo gira, al Museo de los Pueblos Leoneses, al Museo Etnográfico de la Montaña de Riaño y al Forno de Murias de Ponjos. Sobre este último, Noemí señala la importancia de recuperar estos espacios para que los más pequeños comprendan de donde vienen. “Allí Roberto Melcón, presidente del pueblo, nos explicó el proceso de rehabilitación y puesta en valor, y así lo plasmamos en el documental”, destaca.
Otro punto importante del documental es la aparición de los hermanos Ferreras, Adri (el Terremoto de Gradefes) y Leo. Dos niños que cantan y tocan sobre una mesa llena de harina. Suarez señala que está cansada de escuchar que algo es antiguo, que no interesa, pero ante eso, su esperanza. “Por suerte hay una vuelta a las raíces. Estamos poniendo en valor lo que no queremos que desaparezca. No es solo algo del pasado, es algo que no tiene por qué desaparecer”. Ante la pregunta de qué se puede hacer para equipararnos a otros territorios como Galicia y Euskadi, donde la cultura tradicional lejos de considerarse algo arcaico en su sentido peyorativo, es un motivo de orgullo, Noemí lo tiene claro, está en manos de las instituciones. “Si tenemos ganas de hacer algo, pero no se destinan fondos públicos a ello, es inviable. Se está viendo con la música tradicional, los pendones, la lucha leonesa o los molinos hidráulicos. Si hay apoyo institucional, la gente empuja por ello”. Aunque como suele ocurrir, cuando uno piensa que sobre un tema la situación está al límite y no puede ir a más, siempre hay alguien alrededor que te dice lo contrario. “En el reportaje sale un chico marroquí, Saíd Zdeg, que no paraba de decir que estamos muy orgullosos de lo que tenemos, que la situación en su país en cuanto a cultura tradicional está mucho peor”, relata sorprendida Noemí.
Las presentaciones se están retomando, y uno de los lugares en los que están tramitando la proyección es Guardo y una vuelta a León capital. “En León lo presentamos en el Instituto Leonés de Cultura (ILC) y hubo mucha gente que no asistió por miedo a la pandemia, por eso queremos volver. La idea es llegar a todos los puntos de la provincia y que la gente nos de ideas, desde el Bierzo hasta la montaña de Riaño pasando por Ancares o el Páramo”.
Finalizando la conversación, mientras que el que escribe estas líneas observaba varias fotografías del hogar que fue, Noemí pronunció el nombre de Luis Blanco García, su abuelo. “Este proyecto le trae buenos recuerdos. Lo que más me impactó es que un día me dijo que aquello parece de otra época, de otro mundo, como si él no hubiera estado allí. Lo ve como algo ajeno”, remarca profundamente Noemí.
Al final del documental se puede leer lo siguiente: “Quien olvida sus raíces, sus orígenes… Olvida quién es. Olvida lo que fue. Olvidará lo que será”. No seamos los responsables de perder lo que durante siglos, fue.