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Polémica en un pueblo de Huesca por el proyecto de una planta de industrial de biometano

Una estación de biometano

Miguel Barluenga

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El proyecto para la instalación de una planta industrial de generación de gas biometano en la localidad de Albelda (Huesca) ha generado controversia y la protesta de un segmento de sus vecinos, que se ha aglutinado para concebir una plataforma con la que tratar de detener la puesta en marcha. La recién nacida asociación de afectados de este municipio de 700 habitantes señala que se prevén afecciones “muy severas” y en varias capas, de la turística a la económica y de salud. Un extremo que la empresa Ecobiostar, responsable de una idea que se encuentra ahora en la fase de exposición pública y alegaciones, niega con rotundidad.

Según la plataforma ciudadana, la planta de biometano “choca frontalmente” con la idea de desarrollo del turismo familiar que la Diputación Provincial de Huesca (DPH) viene promoviendo desde hace años para el territorio. De aprobarse el macroproyecto, “el Camino de Santiago del Reino de Aragón a su paso por Albelda desde Alfarràs (Lleida), en su ruta hacia Jaca, se vería seriamente afectado pues linda con la propia industria proyectada”, lamenta.

En marzo de 2021, la DPH asignó un presupuesto de 179.000 euros para adecuar el Camino de Santiago del Reino de Aragón desde Alfarràs hasta Tamarite de Litera y hasta Santa Cilia de Jaca para revalorizar la ruta, señalizada como Sendero Turístico de Aragón. “Si la propuesta de planta industrial de biometano en Albelda prospera, exponen los vecinos, los peregrinos y frecuentes excursionistas familiares verían cómo sus rutas al aire libre reciben el impacto visual de la planta industrial y compartirían el riesgo derivado de la explotación en pleno entorno rural”. 

El macroproyecto prevé tratar los purines de Tamarite de Litera, localidad vecina, además de un “sinfín” de otros residuos, como lodos de depuradoras, urbanos, fosas sépticas y mataderos para generar biogás y venderlo a la red gasista. El colectivo lamenta que no se hayan tenido en cuenta afecciones “muy severas”.

Y lo ejemplifican con seis viviendas en un radio de 200 metros de la planta industrial, más de 15 en un radio de 900 metros, fuertes olores que los vientos predominantes llevarán hasta el propio casco urbano, el riesgo de incendio y explosión en una zona muy cálida y seca parte del año y una grave afección del entorno rural, con la previsión de más de 7.000 vehículos de gran tonelaje al año por vías pecuarias.

Como consecuencia, se ha generado una fuerte oposición y el Ayuntamiento de Albelda ha recibido ya más de 200 alegaciones en contra de este proyecto, que presenta una inversión de alrededor de cinco millones de euros. Según la asociación, se prevé que la planta esté en funcionamiento durante todo el año y que dé empleo a solo dos personas. Un dato que, como varios de los defendidos por la asociación, la empresa Ecobiostar niega o matiza.

Se refiere esta a que la planta se nutrirá tan solo con las explotaciones ganaderas ubicadas en un radio de 10 kilómetros, y que, de acuerdo con el Instituto Aragonés de Gestión Ambiental (Inaga), la cuestión de los olores y ruidos se encuentra controlada. “El digestato huele un 95 % menos que el purín”, añaden desde Ecobiostar, que asegura que se generarían cinco nuevos empleos y no dos.

El Boletín Oficial de Aragón (BOA) publicó el pasado 18 de marzo el anuncio del Inaga por el que se iniciaba el trámite de información al público, que expira el próximo viernes 3 de mayo. Ecobiostar ha solicitado la Autorización Ambiental Integrada del proyecto, sujeta como marca la norma al procedimiento de evaluación de su impacto ambiental.

El proyecto detalla que la planta se situaría a más de tres kilómetros de la localidad de Albelda, en un espacio que cumpliría con los requisitos de proximidad a la red de Gas Natural, alejado de núcleos urbanos y de vientos predominantes hacia estos, de fácil acceso, relativamente llano y cercano a explotaciones ganaderas y residuos. 

Se presenta como “la mejor solución ambiental” para el “grave problema de emisiones y de sostenibilidad ambiental” de la zona, “ya que las deyecciones se almacenan en balsas y estercoleros abiertos y los residuos son transportados muy lejos de la región y en muchos casos son tratados por tecnologías no sostenibles ambientalmente como el compostaje o los vertederos”. Invocan los parámetros de la “sostenibilidad” y la “economía circular”, algo que la plataforma recién creada no comparte, pues echa de menos “una información más precisa”.

Se pregunta cómo se va a llevar a cabo la transformación de suelo rústico en industrial para la puesta en marcha, cómo se controlará la producción o si la población se encuentra preparada para soportar el tráfico de vehículos pesados que transportarán los residuos.

Especial preocupación genera la emisión de gases nocivos para la salud, como el ácido sulfúrico; o el digestato, material orgánico obtenido a partir del tratamiento biológico anaerobio de residuos biodegradables. Este puede requerir un tratamiento especial que encarece notablemente el proceso si no se trata específicamente como residuo. Además, es altamente tóxico y dañino y su uso se limita a los campos de cultivo, como establece la nueva normativa de 2024.

El biometano, también conocido como gas renovable, es un gas combustible que se obtiene a partir del biogás tras someterse este a un tratamiento conocido como ‘upgrading’ y poder utilizarlo directamente al gasoducto. Se produce con la descomposición de restos orgánicos (residuos agrícolas o ganaderos, lodos de depuradoras...) mediante digestión anaerobia -esto es, sin oxígeno-. Debido a la acción de determinadas bacterias, se genera un gas compuesto principalmente por metano y dióxido de carbono.

Los costes asociados a instalaciones de gestión de residuos orgánicos mediante digestión anaerobia son elevados y la productividad es muy baja en términos de la energía contenida en el biogás respecto a la cantidad de residuo tratado, por eso se necesitan grandes cantidades de residuos para su producción.

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