Guía para escaparte un sábado al pueblo de Guadarrama: mercadillos, croquetas y naturaleza

Plaza Mayor de Guadarrama

Luis de la Cruz

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Se acaba el verano pero aun no estamos dispuestos a renunciar a escapar de Madrid, a respirar a pleno pulmón y olvidar, aunque sea efímeramente, los sinsabores semanales. Una opción asequible es subir a la sierra. Hoy proponemos una visita sabatina al pueblo de Guadarrama, a tiro de piedra de casa. No es el más bonito de la sierra –no es feo, es, como el propio Madrid, lugar de rincones– pero sí un lugar agradable, con mucha vida, que aúna opciones de ocio y naturaleza con vistas a la montaña.

Algo prosaico, pero fundamental para empezar relajados la mañana en Guadarrama, es saber dónde aparcar No te compliques y ve al aparcamiento muncipal gratuito de la calle  de la Sierra. Si no vas en coche, busca los autobuses que llevan al pueblo en el intercambiador de Moncloa, hay mucha frecuencia y tardan unos tres cuartos de hora.

Aprovecha para guardar en la retina un restaurante situado en una casa de piedra antigua que hay enfrente del parking: La Chimenea. Si has llegado pronto a tu cita con Guadarrama estará aún cerrado pero sus croquetas (de jamón, queso, huevo frito o cebolla) son famosas en toda la sierra de Madrid. Puede merecer (sí) la pena tomar allí el aperitivo. Las carnes son fantásticas también, pero es imposible comer sin reserva.

Ahora es momento de dirigirte al parque municipal, que está en el centro del pueblo, un entorno muy agradable y fresco que nos servirá de punto de referencia durante nuestra visita. Como es sábado por la mañana, el parque alberga un mercadillo de segunda mano y antigüedades de esos en los que uno puede sorprenderse de que alguien se atreva a vender una muñeca mutilada y quedar encandilado por una colección de copas como las que había en la vieja casa familiar. Si vais con niños, podéis dar una vuelta por los puestos y luego tomar un refresco en el quiosco del parque (cuidado, no admiten tarjeta) mientras ellos corretean de acá para allá.

Alrededor del parque encontramos varios puntos de interés. Empezaremos por el Ayuntamiento y su Plaza Mayor, un bonito conjunto blanco reconstruido tras la guerra donde, si tienes suerte, puedes toparte con mercadillos y actos culturales. En la plaza, al pie de la carretera, encontraréis la centenaria olma de Guadarrama, un enorme árbol singular que ya ha pasado a simbolizar el municipio y que está flanqueado por dos leones de piedra.

En otro de los aleros del parque está la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel. Fíjate, la nave tiene una forma bastante peculiar, pues antes que iglesia fue Pósito o Panera Real. Por cierto, que, junto a la iglesia, encontramos el horno más auténtico del pueblo, Caballero, donde deberías comprar una bolsa de sus famosas magdalenas, más esponjosas que un cachorro de pomerania (c. de la Panera, 12 o en la panadería de Alfonso Senra 28).

Otra curiosidad eclesiástica: la torre de la iglesia románica, que seguramente viste dibujar la silueta del pueblo al llegar por carretera a Guadarrama, es la iglesia antigua y está desacralizada. Situada en el promontorio del asentamiento original del pueblo, es hoy un centro cultural rodeado de un parquecito que merece la pena visitar por sus magníficas vistas.

Volvemos al parque. Si sales de allí por la calle Alfonso Senra –que no es otra cosa que la vieja Nacional VI– y avanzas adentrándote en el pueblo, llegarás a ver enfrente la Fuente de los Caños, con una imagen de la siempre florida Virgen de la Jarosa. Detrás de este pequeño elemento neoclásico, parada habitual de ciclistas, se abren un par de plazas peatonales jalonadas por negocios de hostelería que constituyen la zona de terrazas perfecta para picotear algo al caer la tarde.

 Para comer con calidad en esta zona recomendamos El Madrileño (Doctor Palanca 3, algo carete, merece la pena si no es fin de mes) y Los Santanales (calle Recaredo Collar), con unos embutidos fabulosos. Si eres más de andar por casa, puedes aceptar el reto de comerte una de las enormes hamburguesas con pan de chapata del Texas Bar (Dr. Fleming, 2A) o uno de los bocatas de barra del bar Romantic (Marqués de Santillana, 15, no busquen el ambiente sugerido por el nombre).

De pinar y naturaleza

Ya hemos visto qué podemos hacer en el centro urbano de Guadarrama, pero seguramente seréis muchos los que queráis aprovechar la escapada serrana para pisar campo. El pueblo tiene un término municipal amplio con parajes privilegiados.

El pinar y embalse de La Jarosa es uno de los puntos favoritos de los guadarrameños. Ponlo en tu GPS y sube por la pequeña carretera que circunda el embalse. Aunque después del Covid ha sufrido una mayor afluencia de visitantes, lo normal es que no tengas problemas para aparcar en uno de los dos aparcamientos gratuitos que existen. Durante el camino, fíjate en el arco derruido que dejarás a mano izquierda: pertenecía a ermita de La Herrería, un pueblo deshabitado cuyos restos se inundaron al hacer el embalse en los años sesenta. En las épocas de sequía, como es el caso, quedan al descubierto piedras trabajadas de las antiguas casas.

Hay dos chiringuitos arriba, pero llevar bocata a las mesas de merendero es un buen plan (recoge la basura) y no dejes de bajar a las laderas del valle inundado donde está el embalse, un espacio realmente especial en el que, te avisamos, no está permitido el baño.

Existen numerosas rutas para hacer en bici o andando, unas más señalizadas que otras. Si vas con niños, una buena opción puede ser la llamada Ruta del agua, un recorrido circular sencillo de unos cuatro kilómetros. Los que quieran entretenerse más pueden ir en busca de trincheras de la guerra (la mayoría fuera del sendero de la ruta de tal nombre) o los álamos blancos, en conexión con el Alto del León, que también está en el término municipal de Guadarrama y precisaría de un artículo aparte.

Pero el paisaje de Guadarrama, además de pinar, son dehesas. Hay diversas dehesas ganaderas en el pueblo y vamos a hablar de la llamada Dehesa de Abajo, una increíble fresneda con grandes ejemplares de formas caprichosas de unos dos kilómetros de largo muy poco conocida, que ofrece unas estampas preciosas en contraste con los prados, sobre todo en primavera y en otoño. Su acceso está semiescondido junto al junto al colegio Villa de Guadarrama y frente a un supermercado.

El sábado ha dado de sí pero no queremos terminar sin recordar que, si bien las fiestas de la Virgen de la Jarosa, en torno al 15 de agosto, ya han pasado, las más auténticas son las que han de venir los fines de semana de San Miguel y San Francisco, del 24 de septiembre al 4 de octubre.

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