Coste del agua desalada es “de 500 a 1.000 veces” menor que la embotellada, según experta

Imagen de una desaladora instalada en Puerto Naos por la erupción.

Efe

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Los últimos desarrollos tecnológicos han permitido optimizar “muchísimo” el coste del agua desalada que, en grandes cantidades, “es de 500 a 1.000 veces más barata que el agua embotellada” ya que por, cada mil litros tratados, cada litro cuesta 0,001 euros, ha explicado en entrevista a EFE la vicepresidenta de la Asociación Española de Desalación y Reutilización de Agua, María Carmen García Panadero.

“Hoy por hoy la desalación no es cara”, ha precisado esta experta, “máximo, cuando estamos hablando de un bien escaso como es el agua por lo que es una solución bastante viable” en casos de sequía como los que están afectando en la actualidad a distintos puntos de España.

Lanzarote (con el 90,68 %) y Ceuta (el 85,17 %) son los dos puntos de España que disponen de mayor volumen de agua desalinizada para consumo, que también está muy presente en Fuerteventura (79,61 %), Gran Canaria (52,28 %), Melilla (49,44 %), El Hierro (33 %) y Tenerife (14,8 %), según datos del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico.

La desalación está especialmente extendida en Canarias porque “no es algo nuevo, data del año 1964”, cuando los canarios, al abrir el grifo, “por primera vez vieron manar agua dulce procedente de desalar agua de mar”, y desde entonces esta técnica se ha extendido no sólo por el archipiélago sino preferentemente por el arco mediterráneo “en toda la zona de la Comunidad Valenciana, Murcia, Almería...”.

Si bien no existe un registro oficial completo de desaladoras, la AEDyR calculó recientemente el número de plantas con una producción superior a los 100 metros cúbicos por día y las cifró en más de 765; de ellas, unas 70 generan más de 10.000 metros cúbicos diarios.

Aprovechar este recurso requiere “una buena planificación hídrica, porque construir una planta puede costar unos dos años pero, entre licitaciones, permisos, adjudicaciones y demás, nos podemos ir a cinco años”, en lo que se refiere a las grandes desaladoras.

Instalaciones más pequeñas, “modulares o portátiles”, son más rápidas de fabricar y requieren menos permisos y “en este caso podemos hablar de un período de entre seis y ocho meses”, ha precisado García.

Entre las mejoras introducidas en los últimos años hay dos “fundamentales” y la primera es la relacionada con el consumo energético, que supone “uno de los mayores costes del proceso, pero se ha optimizado muchísimo”, ya que en principio requería “consumos superiores a los 20 kW-h (kilowatios por hora) para un metro cúbico” y actualmente están por debajo de los 3 kW-h.

La segunda se refiere a la disposición del concentrado, “mal llamado salmuera”, que a día de hoy supone “un sistema totalmente inocuo, que no afecta a la flora ni a la fauna marinas” y “no produce contaminación adicional”, de acuerdo con los estudios elaborados desde que empezó a usarse la tecnología en España.

Una desaladora funciona “por ósmosis inversa, con una membrana separadora que deja pasar el agua pero no las sales -principalmente cloruro de sodio, aunque también otros minerales como el magnesio o el potasio-”, de manera que obtienen dos corrientes: “una es el agua sin sales o permeado, tan pura que incluso hay que remineralizarla para conseguir un agua óptima para beber, y otra que es el concentrado, que se devuelve al mar”.

“A simple vista”, asegura García, “no puedes diferenciar en tres vasos de agua cuál es la de mar, cuál es la de permeado y cuál es la de concentrado”.

El interés por esta tecnología ha aumentado por la sequía que afecta a Cataluña y parte de Andalucía y “todas las administraciones han manifestado bastante interés, desde el Ministerio de Agricultura como el de Transición Ecológica, la Junta de Andalucía y la Generalitat catalana, entre otras”.

“El agua es una necesidad y vamos a más”, constata García.

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