La Universidad de León mantiene como 'Honoris Causa' al ministro franquista de simpatía nazi que depuró la Educación

Ibáñez junto a su homólogo nazi Gustav Adolf Scheel, del Reichstudentenführer, firma intercambios de estudiantes falangistas y de las juventudes hitlerianas.

Carlos J. Domínguez

La Universidad de León encumbra este lunes como los Doctores Honoris Causa número 54 y 55 a las figuras de los leoneses José Luis Rodriguez Zapatero, expresidente del Gobierno, y Juan José Badiola, veterinario, investigador y divulgador. Se convertirán así en la cúspide de un plantel del que no forma parte una sola mujer y en cuya base, como su primer nombramiento honorífico, aparece alguien que incumple a todas luces, manteniendo el más alto honor institucional del Campus leonés, la Ley de Memoria Democrática en vigor.

En los anales embrionarios de la Universidad de León, cuando aún dependía de facto de la de Oviedo, se otorgó el primer título de Doctor Honoris Causa. Corría el año 1959 y la propuesta partió de la ya prestigiosa Facultad de Veterinaria. El honor fue aprobado y entregado a José Ibáñez Martín y así consta en la documentación oficial de la propia Universidad leonesa cuando reseña lo que llama su “cuadro de honor”.

Ibáñez Martín tuvo décadas del máximo protagonismo, especialmente durante los 12 años que fue ministro de Educación Nacional, en concreto entre agosto de 1939, recién acabada la Guerra Civil emanada del golpe de Estado del generalísimo Francisco Franco, y julio de 1951. Tiempo en el que se caracterizó por someter a la educación española, también a la universitaria, a una represión jamás conocida antes, dejándose llevar por su simpatía hacia los modelos de la Alemania nazi.

“Holocausto educativo”

Recientes estudios cifran en bastante más de medio millón los expedientes de purga, incluso física, de docentes en España en todos los ámbitos educativos. Lo que algunos autores no han dudado en tildar de “holocausto educativo” en la España de los albores de la dictadura, aunque se ejerció ya antes durante el transcurso de la guerra, emanó oficialmente del llamado Decreto 66 que Franco firmó el 8 de noviembre de 1936, con Ibáñez Martín como ministro.

Las cifras de esa represión han hecho que este hombre, uno de los primeros altos cargos del régimen vinculados al Opus Dei y amigo de la máxima confianza del dictador español, haya pasado a la historia como el artífice de una depuración del magisterio sin precedentes. Una 'limpieza' consistente no sólo en apartar de sus puestos a miles de docentes por razones ideológicas de nacional-catolicismo sino también por someterles a destierro, a escarnio público rapándoles la cabeza, como ocurrió con numerosas profesoras, o acabar con la vida de cientos de ellos, incluso fusilados, bajo acusaciones como haber sido de simpatía republicana, entre otras.

La Ley de Memoria Democrática no deja dudas

Si la Ley de Memoria Histórica de 2007 bajo el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero no lo terminó de dejar claro, la nueva Ley de Memoria Democrática de 2022 aborda ya sin duda en la Sección 2ª la revocación de distinciones, nombramientos, títulos y honores institucionales, de condecoraciones y recompensas que hayan sido concedidos o supongan la exaltación de la Guerra y la Dictadura, disponiendo su supresión o revocación, incluso “a título póstumo cuando la persona condecorada ya hubiera fallecido”.

Se conserva abundante documentación oficial de José Ibáñez, quien también protagonizara con orgullo la liquidación de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, emanada de la Institución Libre de Enseñanza y fundada por Santiago Ramón y Cajal, para impulsar en su lugar el ultracatólico Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En esta institución aún se le reseña de manera oficial blanqueando su figura como “uno de los puntales de la reconstrucción del nuevo Estado” y artífice de “la adecuación de todos los aspectos educativos”.

Del destacado político del régimen dictatorial son estas palabras, que datan de 1944: “Los principios eternos de España hay que fijarlos con vigor revolucionario y para siempre. Recristianización y renacionalización de la enseñanza es obra total y empresa colectiva. Un pueblo con voluntad dispersa es como una nación que se suicida”. Y es que defendía que “nuestros alumnos universitarios tendrán una base religiosa inconmovible, una sólida formación sin la cual no comprendemos la educación nacional”.

Depuración y orgullo

Al abrir el curso académico 1940-41 en la Universidad de Valladolid, en un discurso, defendía la represión y depuración por él abanderada con mano de hierro: “Habíamos de desmontar todo el tinglado de una falsa cultura que deformó el espíritu nacional con la división y la discordia y desraizarlo de la vida espiritual del país, cortando sus tentáculos y anulando sus posibilidades de retoño”.

Era así vital amputar con energía los miembros corrompidos. Si alguna depuración exigía minuciosidad y entereza para no doblegarse con generosos miramientos a consideraciones falsamente humanas, era la del profesorado

“Sepultada la Institución Libre de Enseñanza y aniquilado su supremo reducto, la Junta para Ampliación de Estudios, el Nuevo Estado acometió, bajo el impulso del Caudillo, la gran empresa de dotar a España de un sólido instrumento que (...) fuera la base de una reestructuración tradicional de los valores universales de la cultura y, al propio tiempo, el medio más apto para crear una ciencia española al servicio de los intereses espirituales y materiales de la Nación”, argumentaba y consta por escrito.

Y es que veía que “era así vital para nuestra cultura amputar con energía los miembros corrompidos, segar con golpes certeros e implacables de guadaña la maleza, limpiar y purificar los elementos nocivos. Si alguna depuración exigía minuciosidad y entereza para no doblegarse con generosos miramientos a consideraciones falsamente humanas, era la del profesorado”.

Estos y otros documentos se recogen con profusión en su propia Fundación, de la que depende una página web que desde 2015 lleva su nombre y compendia su figura como alguien que quiso “promover el bien de España, teniendo que trabajar en unas circunstancias sociales y políticas que, a veces, fueron especialmente duras”, sin más mención.

Simpatía y acuerdos con el nazismo

Es conocida, además, lo que la propia Real Academia de la Historia tilda como “arrebatada admiración a la Alemania nazi, de la que Ibáñez Martín destacaba con encendida retórica el modo como caminaban juntos de modo indisoluble el esfuerzo bélico y la investigación científica”, materializada en artículos que “terminaba con ¡Vivas! a Franco y Hitler y ¡Arribas! a España y Alemania”, como lo hiciera en un discurso al inaugurar el Instituto de Cultura Alemana en 1941.

No en vano, se conservan imágenes como la del ministro Ibáñez Martín con su homólogo nazi Gustav Adolf Schell, del Reichstudentenführer, tras firmar un intercambio de estudiantes falangistas y de las juventudes hitlerianas en una visita el 25 de febrero de 1943.

Una larga lista de honores y homenajes aún vigentes

El título honorífico que aún conserva Ibáñez Martín en la Universidad de León, computable también a la de Oviedo, no fue el único que cosechó en su vida. En 1947 fue nombrado Hijo Adoptivo de Burgos, aunque no le unía ni nacimiento (era de Valbona, en Teruel) ni cargo público alguno. Una vez que dejó el Ministerio de Educación Nacional pasó a ser dos años presidente del Consejo de Estado y también miembro del Consejo del Reino, y posteriormente presidió la embajada de España en Portugal, momento en el que se produjo una 'carrera ' por honrarle pública y académicamente.

Así llegó en 1957 el Doctor Honoris Causa de la Universidad de Sevilla, en 1959 el que propuso la Facultad de Veterinaria de León y en 1966 en la Universidad Pontificia de Salamanca, tres años antes de su muerte.

Además, la Universidad Complutense de Madrid aún mantiene un monumento erigido en 1949 en su memoria, el cual la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica ha pedido retirar, sin éxito por ahora. Y también hay una campaña que suma varios años para exigir el cambio de denominación de un instituto de Lorca (Murcia), aún bautizado con el nombre del político y represor franquista.

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