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Usted también puede ser astronauta: la Agencia Espacial Europea admite a miopes, pero no a quien se pase en el gimnasio

Los nuevos astronautas españoles elegidos por la Agencia Aeroespacial Europea.

Víctor Honorato / Daniel Sánchez Caballero

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En el disputadísimo proceso para convertirse en astronauta que acaban de superar con éxito los españoles Pablo Álvarez y Sara García hay al menos un detalle que no coincide con la habitual descripción cinematográfica hollywoodense del atleta con vista de águila, casi un superhéroe. “También los tenemos con gafas y lentillas”, confirman, para esperanza de miopes, desde el Centro Europeo de Astronautas de Colonia (Alemania). Ni siquiera conviene tener unos bíceps de gimnasio, según explica la guía de selección de astronautas 2021/22 de la Agencia Espacial Europea: “Los músculos demasiado desarrollados son una desventaja en realidad, al vivir los astronautas en una situación de ingravidez”.

Han pasado 20 años desde que Pedro Duque ingresó en el programa de la ESA (siglas en inglés de la agencia). Para repetir el hito, Álvarez y García han tenido que batir a más de 20.000 candidatos. A todos se les pedía al menos un título universitario de máster y tres años de experiencia en el campo de las ciencias naturales, la medicina, la ingeniería, las matemáticas o la informática, hablar inglés y, según el folleto para aspirantes, “guardar la calma bajo presión”. 

Tener una personalidad a prueba de sobresaltos es más importante que la estatura –el límite inferior es de 150 centímetros y el superior, de 190 (hay que caber en los cohetes)–. Es preciso gozar de buena salud con carácter general, no fumar y, por descontado, se valora la inteligencia: “Buena capacidad de razonamiento, memoria y concentración, orientación espacial, coordinación psicomotriz y destreza manual”, enumera la ESA.

También, explican los dos astronautas seleccionados, hay intangibles como saber gestionar la incertidumbre o la ansiedad, elementos que se ponen a prueba durante el proceso selectivo, que se extendió durante más de un año. “No tienes ni idea de cuándo te van a llamar o si te van a llamar, cómo van a ser las pruebas, todas son para sorprenderte, ver cómo reaccionas bajo presión, resuelves y mantienes la calma”, relata García. “El proceso selectivo es una prueba en sí mismo”.

Entre los requisitos medibles, el índice de masa corporal debe de estar en el rango considerado como normal (entre 18,5 y 24,9), el oído tiene que ser agudo (25 decibelios por cada lado, como mínimo) y la visión ha de ser la de un piloto comercial, pero no necesariamente de forma natural: se permiten gafas, lentillas y ojos operados. Los daltónicos y otras personas con problemas para percibir los colores sí se quedan fuera.

Tampoco hace falta ser un súper hombre ni se mide la resistencia física de los aspirantes con pruebas concretas, según confirman Álvarez y García. “Desde mi punto de vista, lo más importante –aunque suene genérico–, es ser trabajador en equipo. Eso implica paciencia, ser flexible, adaptarte, tener dotes de liderazgo cuando haya que tomar decisiones pero a la vez ser un buen seguidor de un líder”, explica a este periódico en base a su experiencia la biotecnóloga García. “Otra de las grandes cualidades que tienes que tener es mantener la calma bajo presión, ser resolutivo, tener un poco de resiliencia también, dado que es un trabajo muy duro y muy sacrificado. Y ser una persona agradable en general. Gente calmada, paciente”, elabora. Su compañero resume otra cualidad que evalúa la ESA para las largas estancias en un sitio tan pequeño como es la estación espacial internacional (ISS): “Creo que buscan gente normal y simpática”, sonríe.

Tras enviar el currículum y superar un primer filtro, los aspirantes tienen que superar primero una serie de test psicológicos, después otros de tipo práctico y psicométrico, el examen médico y dos rondas de entrevistas. De las 22.523 solicitudes de 2021 solo llegaron al final 17, lo que representa menos del 0,1% del total, a los que se suma un paraastronauta, con una discapacidad física. 

Prácticas en las cuevas de Cerdeña y lecciones de ruso

Una vez seleccionados, los candidatos entran en el periodo de formación que, en su fase inicial y pese a los condicionantes geopolíticos, sigue incluyendo aprender ruso, porque rusa es mucha de la tecnología de los viajes espaciales. Además de la formación técnica específica, los astronautas en prácticas pasan un mínimo de tres semanas en un complejo de cuevas de la isla de Cerdeña, un entorno que se entiende similar al espacio por la situación de aislamiento, confinamiento y falta de privacidad, entre otros factores. El periodo total de formación antes de salir al espacio es variable, pero nunca dura menos de tres años.

La convocatoria, que arrancó en 2021, fue la primera desde 2008, y coincide con un fuerte aumento de la inversión española en la ESA. Será de 300 millones de euros en 2023, un 20% más que este año. El aumento total con el gobierno actual –incluido el tiempo de Pedro Duque en el Ministerio de Ciencia– ha sido del 50%. Los fondos que los países destinan a la agencia se distribuyen según el principio del geo-retorno, que supone que el dinero ha de volver a de repercutir en la industria del país en cuestión en forma de contratos. 

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