La exhumación en Fuentesnuevas busca dar una sepultura digna a sus asesinados en 1936

Exhumación en el cementerio de Fuentesnuevas (Ponferrada)

Abel Aparicio

Bajo la niebla que este sábado cubría la capital del Bierzo, dos peregrinas de origen asiático caminaban lentamente y en silencio dirección a Santiago de Compostela. Ellas, como hacen miles de peregrinos al año, transitaban por este Itinerario Cultural Europeo muy cerca de uno de esos lugares que convierten a España en una anomalía dentro de la Europa democrática.

Dentro de las tapias del cementerio de Fuentesnuevas (Ponferrada), también en silencio, familiares de Dositeo Fernández López, vecino de Vilanova de San Pedro (Cervantes, Lugo), asesinado el 20 de agosto de 1936, observaban como los miembros del colectivo Sputnik Labrego retiraban las capas de tierra, miedo y silencio que cubrían los restos de un ser humano. Mientras Laura Martínez y la arqueóloga Celtia Rodríguez retiraban delicadamente la tierra que cubría los huesos, Teresa Fernández Fernández, familiar de Dositeo, se dirigió con Alejandro Rodríguez, miembro de Sputnik Labrego, a realizar una recogida de saliva para su posterior análisis de ADN. Como si de un macabro sorteo se tratase, dos familias están a la espera de saber qué cuerpo se está exhumando, si el de Dositeo, o el de José Aira del Valle, vecino de Villafranca del Bierzo, asesinado el 15 de septiembre de 1936 en el mismo cementerio.

“Hace bastantes años, durante el Gobierno de Zapatero, decidimos buscar los restos de nuestro abuelo. En ese momento parecía que veíamos un poco de luz entre tanta oscuridad y nos ilusionamos. Desgraciadamente, el siguiente Gobierno, el de Rajoy, suprimió toda partida económica a la Ley de Memoria Histórica”. Quien habla así es Teresa, que posteriormente quiso añadir que “fue hace poco cuando Alejandro nos llamó para decirnos que había una partida presupuestaria destinada para exhumar este cuerpo, que puede ser el de nuestro abuelo o el de José”. Preguntada sobre si hablaron con alguien del pueblo sobre esto, remarca que no, “la gente no hablaba y sigue sin hablar. Mi padre nunca nos educó en el rencor, no conocemos nada ni tenemos nada, solo la partida de defunción, en la que se puede leer como motivo de la muerte, causa de guerra, cuando en Cervantes no hubo frente de guerra”. A final de la conversación, rota la barrera inicial de la cautela que han mantenido durante años, las personas de esta familia destacaron que “fueron a buscar al abuelo, pero al no encontrarlo, detenían cada dos por tres a su hijo”.

Quien no quiso dejar la oportunidad de pasar por el cementerio fue Olegario Ramón, alcalde de Ponferrada, que junto a Mabel Fernández, concejala del área, pusieron en marcha el conocido como Lugares de Memoria, un mapa interactivo con los cincuenta y un lugares del municipio berciano relacionados con la Guerra Civil y el Franquismo. “Esto no se trata de ideología, sino de cumplir con el tratado internacional sobre derechos humanos firmado por el Estado español”, aclara el regidor. Ramón valora como positiva la nueva ley de Memoria Democrática aprobada el pasado mes de octubre por el Gobierno de España ya que, entre otras cosas, “obliga a cumplir ciertos puntos que la anterior no lo hacía”. Olegario subraya que el ayuntamiento ya inició los trámites para retirar la placa del Comandante Jesús Manso Rodríguez, responsable de la primera represión en el Bierzo en el verano de 1936. Otro de los objetivos del consistorio es la retirada de la vidriera con el escudo franquista de la Basílica de la Encina. Para finalizar, el alcalde comenta que el próximo objetivo es realizar un estudio que ya está en marcha sobre el antiguo cementerio del Carmen, “ya que tenemos indicios de que puede haber varios cuerpos enterrados y como demócratas, no podemos permitir que esto siga ocurriendo. Cuando llegamos al ayuntamiento, Ponferrada tenía un déficit con la memoria histórica y con la democracia y nos propusimos saldar esta deuda”.

La historia, tal y como recordó el actor Juan Diego Botto en su obra ‘Una noche sin luna’, se cuenta a través de un hilo que pasa de abuelas a nietas y de padres a hijos. Seguir ese hilo es una obligación como demócratas, por la deuda histórica que tenemos con aquellos a los que mataron, que no murieron, que no buscaron la muerte como insistió Botto este jueves en el teatro Berdigum ponferradino, si no que los mataron, los fusilaron, le arrancaron la vida y los dejaron enterrados en una cuneta. Los huesos que se exhuman este fin de semana en el cementerio de Fuentesnuevas son los mismos abandonados huesos, no acariciados huesos de un dolor no amortajado a los que cantó Pedro Guerra. A los familiares de Dositeo y José les dirían hasta la saciedad lo mismo que escuchaban los familiares de Justo, frases como calla, no remuevas la herida, llora siempre en silencio, no levantes rencores, como canta a su tío abuelo Rozalen.

A la salida del cementerio de Fuentesnuevas imaginaba que una placa indicase que en ese cementerio, hace tan solo tres generaciones, su fusiló a gente por sus ideas, por su afiliación política y sindical y por desear que su país viviese en una democracia donde hombres y mujeres tuvieran los mismos derechos y libertades. Imaginaba que esas dos peregrinas parasen a leer la inscripción, que entrasen al cementerio y que los miles de peregrinos y peregrinas que transitan por este pequeño rincón del noroeste, por un camino que es Patrimonio de la Humanidad, difundan la historia que aquí se vivió. Castelao dejó escrito: non enterran cadáveres; enterran semente. Hoy en el cementerio de Fuentesnuevas se demostró que tenía razón.  

 

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