Golpe de terror a las principales autoridades republicanas y quienes osan defenderles

Fusilado grupo de Miguel Castaño, alcalde de León

Equipo '7 Días del 36' / C.J. Domínguez

Llegan noticias de Puente Castro. Confirman que esta madrugada León ha perdido, de una sola batida, a las principales autoridades políticas, sindicales e incluso periodísticas de la II República.

Fuentes oficiales confirman que a las cuatro de la madrugada de hoy, 21 de noviembre de 1936, quince condenados a muerte han sido sacados de su celda en la prisión provincial de León. Algunos comulgaron y confesaron, otros –la mayoría- no.

El ejecutor, un jovencísimo noble de alta alcurnia

Todos fueron entregados formalmente a la persona designada como jefe del piquete de fusilamiento, un jovencísimo alférez provisional de 25 años destinado en el Regimiento de Infantería Burgos 31. Se llama Tristán Falcó y Álvarez de Toledo, es conde de Barajas y dos veces Grande de España, sexto hijo de una de las familias nobles más antiguas e influyentes de Europa, los duques de Fernán-Núñez.

Los quince fueron montados en la parte trasera de un camion, el cual cruzó el centro de la capital leonesa, pasando por la plaza de Santo Domingo, enfilando la avenida de Madrid, dirección a Puente Castro. Allí, a la mano inversa a la que está el cementerio les espera un muro del campo de tiro militar, aquel lugar donde cada noche, casi todas las noches, el regimen ejecuta a condenados a muerte acusados de “traición”.

Miguel Castaño (alcalde), Félix Gordón Ordás (diputado) y Ramiro Armesto (presidente de la Diputación), el primero y el último fueron fusilados el 21 de noviembre. / Foto PEPE GRACIA

En la misma semana en que han fusilado a Nicostrato Vela, padre del pintor Vela Zanetti; en la misma en que han caído bajo las balas de la justicia varios insurrectos protagonistas de la resistencia de Valderas; esta noche del 20 al 21 de novimebre de 1936 muchos han sido los que permaneciron despiertos para escuchar los 'truenos' que anunciaban que han acabado con la vida del grupo de Emilio Francés, el veterano Gobernador Civil al que le estalló el golpe de Estado.

Mola: “Hay que sembrar el terror”

Cabe recordar las palabras del general Mola, previas al Alzamiento, en las que dejó escrito que cuando éste se produjera “se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”. O “Hay que sembrar el terror... hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”

La lista de los 'caídos' en León

Con esta certeza de un castigo irreversible, es Francés la maxima autoridad del grupo, por ser el representante del Gobierno republicano en la provincial, pero ni mucho menos el único importante aunque la causa militar que acabó en juicio sumarísimo llevara su nombre.

Ramiro Armesto, presidente de la Diputación; Félix San Pedro, presidente del Frente Popular; Lorenzo Martínez Baca, presidente del Comité local del Partido Sindicalista; Manuel Santamaría, miembro del comité local de Izquierda Republicana; Lorenzo Martín Marassa, diputado provincial por Unión Republicana; el pintor amigo de Zanetti, Modesto Sánchez 'Cadenas', socialista y secretario del Ateneo Obrero; Atanasio García Campomanes y Onofre Garcia, periodistas; Jesús González y José María de Celis, vinculados al Partido Comunista; Isidoro Álvarez López, sargento jefe de Serenos del Ayuntamiento; Antonio Fernández, del Sindicato Minero Castellano Leonés; y Orestes Vara, oficial de Correos socialista. Sólo Salvador Ferrer, juzgado junto a ellos por el Tribunal Militar, salvó la vida.

Miguel Castaño, el hombre querido

Y también fue fusilado Miguel Castaño, claro. El alcalde Miguel Castaño que no fue detenido hasta casi un mes después del levantamiento, donde permaneció semi escondido en su casa esperando que las promesas militares de impunidad se cumplieran, incapaz de separarse de su amada familia y de su amada ciudad.

El también periodista Miguel Castaño, ex diputado nacional por León, director y propietario del periódido La Democracia, que fue el primer alcalde republicano de la ciudad y que era el último antes del 18 de julio. El alcalde de gestión aplaudida por unos y otros, el de los proyectos educativos y sociales, el que materializó la primera traída de agua a la capital. Y tantos logros.

Multas brutales por pedir misericordia

Su muerte violenta ha sido especialmente sentida. No en vano, hasta los más potentados y adinerados y posicionados prohombres de la ciudad firmaron la petición de indulto a su figura y a la de sus compañeros de infortunio, y la respuesta del Régimen, a través del Gobernador Vicente Valderrama, ha sido igual de ejemplarizante casi sus muertes: Ricardo Pallarés, director de la Caja Provincial Leonesa de Previsión, pagará multa de 50.000 pesetas; Pedro Fernández-Llamazares, director del Banco de Bilbao, 10.000 pesetas; y Fernando González Regueral, director del Banco Herrero, Antonio Rosales Rouco, director del Banco Central, Juan Crisóstomo Torbado, arquitecto, Mariano Alonso Vázquez, director del Monte de Piedad, José Pinto Maestro, del Diario de la Mañana, Filemón de la Cuesta, director del Diario de León, Enrique Iglesias, Juez de Primera Instancia y Francisco Valenzuela Ulloa, Interventor del Estado de Ferrocarriles, otras desorbitadas cantidades.

Se trata no sólo de que nadie se atreva a emular jamás a los fusilados sino de que el terror alcance incluso a aquellos que ruegan por su vida.

La última carta

Tras su ejecución, los familiares de los ejecutados se han hecho cargo de sus restos y escasas pertenencias de tantos meses en la prisión. Los de Miguel Castaño recogen su última carta manuscrita, el 19 de noviembre, dirigida a su inminente viuda, María Provecho, el amor de su vida, y a sus hijos e hijas desconsolados. Aquella carta en la que Castaño pide “que mi recuerdo os sirva de acicate en la vida” y rechaza un sentimiento de odio y de venganza. Mientras se lamenta por “esta trágica ironía de la vida de que se fusile a quien pasó por el mundo haciendo el bien a todos: a los derechistas y a los izquierdistas; a quien tanto trabajó por su pueblo, que era tanto como trabajar por España; a quien amó a su hogar con el mayor de sus amores; a quien vivió austera, pobre, honradamente; a quien desde pequeño mantuvo a los suyos trabajando sin descanso hasta la hora de morir”.

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