Milicianos y mineros fracasan en la toma del polvorín de la Carretera de Asturias en León

La zona del fielato de la carretera de Asturias en una foto antigua de las afueras de León.

Equipo '7 Días del 36'

El amanecer del miércoles 23 de julio en León fue estrepitoso. Los milicianos obreros y los mineros de la zona de La Robla intentaron su primer acercamiento a la capital por los depósitos de agua de la carretera de Asturias, aunque resultara infructuoso. Su objetivo: el polvorín cercano al Fielato de la carretera de Asturias, que gestionaba el grupo 'Pallarés'.

Algunas escuadras del Regimiento de Infantería 31 acantonado en la calle del Cid de la capital ya habían establecido puestos de vigilancia y blocaos defensivos en la zona, esperando el avance de las fuerzas afines al Frente Popular. En el fuerte tiroteo que se desató al alba de ese miércoles de 1936 algunos testigos observaron al socialista Nicostrato Vela Esteban entre los milicianos, intentando dar órdenes.

Pero pese al ímpetu de los asaltantes es evidente la falta de conocimiento táctico en el terreno. Los militares han apostado de forma correcta sus puntos fuertes y los han repelido con relativa facilidad, aunque han aguantado mucho tiempo. Lo ocurrido, y la confusión con el nombre Pallarés harán circular rumores de que las fuerzas obreras se llegaron a introducir en la ciudad a la altura de Auto Salón, donde el Gobierno Militar (gestionado también por los Pallarés; pero no será cierto por lo menos el día 23 por la mañana).

Aparente normalidad en León, salvo por los 'Pacos'

Al final, por la mañana todo el comercio aparenta normalidad en la ciudad. Según el conservador del Archivo de la Banca Fernández-Llamazares, Javier González Fernández Llamazares: “Hay luz, agua, transporte urbano. Lo único que no se ha restablecido desde el día 20 es la prensa, puesto que las autoridades militares han prohibido la publicación de cualquier periódico”. Eso sí, los comerciantes tenían muy claro que debían hacer como si no hubiera pasado nada. “En la ciudad de León las autoridades militares exigen a los comerciantes que no suban los precios y amenazan con duras disposiciones a quienes no cumplan dichas órdenes”, explica González Fernández-Llamazares.

Un tren de vapor sale de la Estación de los Ferrocarriles del Norte (futura Renfe).

Finalmente se restablece tren de León a Valladolid para mercancías y viajeros. También con Venta de Baños. Se sabe que la circulación desde Ávila a Irún también puede realizarse. Mientras, los convoyes del tren Hullero a Bilbao sí se desplazan por las vías estrechas, pero prácticamente sin viajeros civiles. “Nadie quiere salir de casa y menos viajar en esos momentos”, apunta el conservador de la Fundación Fernández-Llamazares.

Los militares conseguirán que todo funcione a base de amenazas. Según Javier González Fernández-Llamazares: “Se militariza a todo el personal ferroviario y se le exige entrar a trabajar bajo amenaza de despido. El mando militar no se anda con chiquitas”.

Sin embargo los 'paqueos' continúan [un 'Paco' es un francotirador, se les llamaba así porque era cómo en los años treinta se describía fonéticamente el disparo de un fusil antes de los efectos especiales del cine: “¡PA! Cooo...”] y los militares no consiguen encontrar a los que realizan los disparos. Lo cual los frustra y los enfada cada vez más, lo que hará que las redadas futuras sean violentas, injustas y trágicas en muchos casos.

Los sublevados comienzan a detener intelectuales

Si bien muchos de los participantes obreros y sindicales ya han pasado por los calabozos. A las dos y media de la tarde se produce un hecho que extraña hasta los propios burgueses de la ciudad, en teoría más afectos a los sublevados. La oficialidad dan orden de buscar y detener al vicepresidente de la Diputación Provincial, el catedrático de Lengua y Literatura Manuel Santamaría Andrés, por ser militante de Izquierda Republicana.

En la rendición del Gobierno Civil quedaron como prisioneros entre otros el capitán Juan Rodríguez Lozano, Alfredo Barthe, Mariano Giménez Eras, Hipólito Pérez Blanco, Lorenzo Martín Marassa y Jesús González Rodríguez. El trato no es bueno. El pintor Modesto Sánchez Cadenas también está en manos de los militares. Y éste lo lleva peor, ya que es uno de los líderes de la Revolución del 34 y, para muchos de los oficiales, un traidor a la burguesía. Sánchez Cadenas es de familia rica, pero un revolucionario declarado.

Los calabozos comienzan a llenarse de obreros, intelectuales, miembros de partidos políticos de izquierda y, sorprendentemente, algunos que podrían considerarse burgueses y relativamente cercanos a los miembros de la sublevación armada. Los militares tienen un plan que incluso muchos de los que hoy les son afectos desconocen. Y no le va a gustar a casi nadie. Ni siquiera a los cargos que están nombrando en lugar de los constitucionales republicanos... y al propio instigador en la ciudad de lo que ya llaman 'Alzamiento'.

A las siete de la tarde un avión lanza unas octavillas anunciando que los militares han creado un gobierno paralelo en Burgos que se llama Junta de Gobierno Nacional. Ésto les definirá como 'nacionales'. Muchos se dan cuenta de que el golpe había sido más premeditado y pensado de lo que imaginaban. Los militares quieren hacerse con el poder y cambiar el orden de las cosas a la fuerza.

Muchos de los que las leen piensan que las cosas comienzan a ponerse realmente feas para los detenidos. Esto no va a ser entrar unos meses en la cárcel y salir, como pasó tras lo del 34.

[Continuará]

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