Diego de Prado y Tovar, el olvidado capitán, cartógrafo y navegante leonés del siglo XVI que exploró Australia

Un explorador español del siglo XVI. Imagen: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales.

Jesús María López de Uribe

León es una tierra que ha dado grandes hombres en la Historia, pero pocos tan 'bizarros' —en el sentido hispánico del término— y de vida tan larga, azarosa, fructífera e increíble como el capitán Diego de Prado y Tovar, un leonés de familia de alta alcurnia que vivió a caballo entre los siglos XVI y XVII y del que se conservan los primeros escritos en el que se cita el nombre de 'Austrialia', un continente que estuvo a pocos kilómetros de pisar por primera vez en la Historia de la exploración europea.

Sólo un hecho de él hace que su figura destaque por encima de los demás hombres de su época, aunque casi cualquier cosa de lo que hizo ya le merecería fama. Nacido en Sahagún sobre 1550, vivió nada menos que 96 años (o por lo menos se sabe que la última pista que se tiene de él es de octubre de 1645); una proeza biológica que hasta hoy en día el 99% de los hombres españoles no alcanzan; y eso hace cuatro siglos. Además, es lo que los ingleses llamarían un 'Badass', un 'tipo duro' capaz de conseguir cualquier cosa.

En su larga vida fue de todo: militar, navegante y explorador, cartógrafo, naturalista, monje y, al parecer, espía en Italia, donde al final de su vida escribió hasta una comedia teatral. Su gran hito fue ser uno de los primeros europeos que pudo ver las costas de Australia —y el primero que hizo mapas de la costa de Nueva Guinea— y que escribió sobre ello en algunas relaciones destinadas a la Corona Española de los Austrias, ya que era uno de los altos mandos de la expedición en busca de la Terra Australis.

Curiosamente y por un irónico giro del destino —posiblemente gracias a los mapas y cartas náuticas en informes de, entre otros, Diego de Prado y Tovar, que capturaron tras invadir la Habana en la Guerra de los Siete Años; venciendo, irónicamente, a un descendiente de su familia, Juan de Prado Malleza y Portocarrero, que era el Gobernador español en la isla—, James Cook llegaría a las costas de Australia siglo y medio después que el aventurero leonés escribiera sus relaciones sobre la 'Australia del Espíritu Santo'.

El navegante inglés, dentro de las acostumbradas mentiras de la propaganda británica, se llevaría la inmerecida fama de ser el descubridor... de algo que ya parecía haber sido descubierto por españoles, portugueses y holandeses (Nueva Zelanda incluida); todos miembros de la Corona Hispánica en la época del capitán. De todas maneras, los británicos tenían constancia de la existencia de Australia gracias a los escritos de la expedición del sahagunino con Pedro Fernandez de Quirós y Luis Vaez de Torres entre 1605 y 1606; pero es sintomático que tan sólo seis años después de capturar Cuba, Cook fuera enviado a la 'Terra Incógnita Australis' a localizarla.

La exploración española de 'Austrialia'

La Corona hispánica organizó tres viajes entre 1565 y 1605 intentando descubrir la mítica 'Terra Australis Incognita', un continente situado hacia el sur del océano Pacífico. Las dos primeras, las de Álvaro de Mendaña, fracasaron en ese intento aunque descubrieron las islas Salomón, Guadalcanal y las Marquesas, entre otras. En el segundo viaje murió Mendaña y el piloto mayor, Pedro Fernández de Quirós, regresó a las costas de México.

Quirós era un portugués nacido en Évora que no caía bien. Lo definían como “hombre idealista, fantasioso, poco práctico excepto en la navegación y religioso hasta el misticismo”. Pero consiguió financiación para salir en 1605 en busca del continente que todos creían que existía en la zona.

“En el mes de marzo de 1605 llegó a Lima y, al fin, pudo salir del puerto de El Callao el 21 de diciembre de dicho año al frente de una flota compuesta por dos naos y un patache: la 'San Pedro y San Pablo', capitana, de unas 150 toneladas de porte y mandada por él mismo; la 'San Pedro', también llamada 'San Pedrico', almiranta, de unas 120 toneladas y dirigida por Luis Váez de Torres. Les acompañaba Diego de Prado y Tovar, como cronista y cartógrafo, y Juan Ochoa de Bilbao, como piloto mayor. La flota llevaba 300 hombres, entre marinos y soldados, y animales para fundar una colonia. A bordo, todos los hombres vestían el sayal de San Francisco, y estaban prohibidas toda clase de blasfemias”, explica Carmen Torres López en este artículo de la Revista de Historia Naval.

En mayo de 1606 llegaron a la actual Vanuatu,en el archipiélago de las Nuevas Hébridas, que Quirós bautizó como 'La Austrialia (sic) del Espíritu Santo', mezclando las palabras 'austral' y 'Austria', en honor de Felipe III de esa casa real. Pero las cosas no iban bien y seis semanas después, justo al hacerse de nuevo a la mar para seguir la exploración, en la noche del 11 de junio de 1606, Quirós desapareció. Dijo haberse separado de los otros barcos por el mal tiempo y que no pudo volver a la seguridad del fondeadero anterior. Y llegó a a Acapulco en noviembre.

En el relato de Prado, que es muy crítico con el luso —llegando a decir que que todo lo que decía era “mentira y falsedad”—, las razones de la 'escapada' se atribuyen a un motín y a su falta de liderazgo. De él decía que había sido encerrado por su tripulación en el castillo de popa. En una carta conservada en el Archivo de Simancas el explorador leonés muestra lo poco que confiaba en él:

“... lo que descubrió Pero Fernandez de Quirós el embustero, fueron aquellos escollos é islas pequeñas, porque se le amotino la gente dentro de la baya de la isla del Spiritu Santo. Yo venia por capitán de la nao Capitana y fuy sabidor de lo que se iba hordenando en la nao; dile parte dello, y como hera el mayor sobre gueso que tenia, por decirle lo que combenia al seruicio de su magd. no me podia tragar, y assi me desembarque en Taumaco y me fuy ala Almíranta, de que hubo mucha alegria en la nao. Para mejor efectuar su negocio, a los 11 de Junio de 606, estando en la baya, que heñíamos de una isla que estaba cerca, bino a las ocho de la noche el viento Sul algo fresco, conque los amotinados pusieron por hobra su mal intento, y siendo de noche, y lejos de nosotros alsaron en popa, sin berlo ese hablador por estar en su cámara de popa; por la mañana no pareció la tierra de do hauian salido. No lioso hablar, antes le dixeron que se metiese en su cámara y callase la boca, por lo qual le salbaron la uida y le desembarcaron en Acapulco; sus propias camaradas dijeron al marqués de Montes-claros quien hera, y como le podían atar por loco, el qual le trato como quien hera. Yo no se que rrespeto auian de tener los españoles del Pirú, a uno que ayer hera escribano de una nao de mercaderes, y portugueses: si le conociesen como le conoce el capitán Alonso Coreo, acabarían de entender esos señores del Estado, que de tan baxos hombres y mentirosos no auian de hacer caso”.

Aunque las órdenes indicarían que Diego de Prado y Tovar debía ser sucesor de Quirós, ya que era el 'capitán-entretenido' (capitán en la reserva) en el viaje, existen abrumadoras evidencias de que Torres sí ejerció el mando, incluyendo la narración del mismo Prado. Sobre Torres, Prado aseguró que “su condición era diferente de la del capitán Quirós” y con éste tocó tierra en Nueva Guinea —que llamaron Magna Margaritae en honor a la reina de España— e intentaron ir más al sur, descubriendo lo que todos llaman el Estrecho de Torres y, posiblemente vislumbrando las costas de la Australia que conocemos hoy, a muy pocos kilómetros de distancia. Prado dibujó una serie de cartas esquemáticas de algunas bahías en el golfo de Papúa, varias de las cuales aún se conservan.

¿Por qué no llegaron a tomar tierra en la Australia continental? Uno de los problemas de la expedición es que no hacían más que llegar a islas y, en un mar en que era peligrosísimo hacerlo navegando de Norte a Sur por las grandes posibilidades de varar las embarcaciones en arrecifes de corales, decidieron, justo en el último momento, darse la vuelta y navegar hacia las Filipinas españolas, cuando debían estar a unos 10 grados y medio latitud sur.

“Los últimos estudios indican la probabilidad de que Torres y Prado hubieran tomado una ruta más austral a través del canal que ahora se llama estrecho Endeavour, muy próximo al Estrecho de Torres. Desde esta posición habrían avistado el extremo norte del continente australiano, concretamente el cabo de York. Pero el pragmático y tranquilo Torres nunca afirmó que había avistado el continente austral y se limitó a señalar que había pasado a través del estrecho. La expedición demostró que Nueva Guinea no formaba parte del tan deseado continente. No fue así con Diego de Prado y Tovar que resaltaba en su solicitud al rey Felipe III la importancia de cristianizar la Austrialia y pedía explícitamente hacerlo de manera más cristiana que en las Indias Occidentales”. Esto se puede leer en la entrada de la Wikipedia de Gaspar de Zúñiga, que financió la expedición.

El caso es que se dieron la vuelta posiblemente un día antes de pisar la Australia en la que 160 años después puso el pie la tripulación del capitán Cook, para volver a las Filipinas. Desde allí Diego de Prado y Tovar enviaría una 'relación' del viaje a Felipe III (se puede leer aquí) y tomará la decisión de volver a Europa en otra aventura por Goa, Ormuz, peregrinando a Alepo, y de nuevo en barco vía Malta hasta llegar a Madrid en 1610. Cansado de sus viajes y aventuras se ordenará monje y se encerrará en el convento de San Basilio de Madrid, calle del Desengaño, hoy desaparecido. Allí se encargará de dejar claro, mediante cartas al monarca y sus burócratas, la incompetencia y corrupción de Fernández de Quirós, en una descarnada polémica que duró varios años.

La disputa se resolvió de forma relativamente cruel para Quirós. “El Consejo de Indias sabía muy bien qué atenerse; mano tenía juntas las cartas de don Diego de Prado denunciado Quirós de hablador, de embustero y de falsario [...] No obstante la estimación de los señores del Consejo, pensaban que no era político desengañar de una vez aquel hombre de fidelidad dudosa, habiéndole entretenido dos años, consultaron al Rey un medio, en verdad poco digno: que firmara despachos gusto del pretendiente, expidiendo otros reservados al virrey del Perú fin de que los primeros quedaran sin valor ni efecto”, como se cuenta en este artículo del Instituto de Historia y Cultura Naval.

Australia era una tierra tan alejada que, aún sabiéndo de su existencia la monarquía hispánica, nunca tuvo dinero ni tiempo para explorarla, y menos conquistarla. Tampoco holandeses y portugeses, debido posiblemente a que estaban centrados en las riquezas que ya conseguían en las islas de Oceanía. Los ingleses tampoco le prestaron demasiada atención y tardaron 160 años en llegar a sus costas, para que al principio la usaran como un penal de presidiarios.

96 años de azarosa vida repleta de logros y aventuras

El capitán Diego de Prado y Tovar fue un militar y navegante —tanto en los tercios en Portugal e Italia, como en la Armada de Inglaterra y como piloto de barco en el Pacífico— , explorador, escritor de tratados de artillería, marino y cartógrafo, monje, y, posiblemente espía en Italia. Un personaje con una historia tan amplia que además es probable que se codeara con Lope de Vega, ya que —según el experto en su vida Arturo Rodríguez Lope-Abadía— vivió en Madrid entre 1615 y 1626 y llegó a escribir entonces una obra de teatro que aún se conserva, titulada 'Hir buscando a quien me sigue' (que se puede leer aquí).

“Por la calidad técnica dudo que fuese la única que escribiese y no me parece nada descabellado que conociese a Lope por ese asunto, y porque el 'Fénix de los Ingenios' había escrito años atrás una comedia patrocinada por un Prado”, argumenta.

Al parecer, según este investigador, Diego de Prado y Tovar sería uno de los tres hijos bastardos que tuvo Francisco de Prado y Tovar. Por el testamento, se sabe que tuvo diez hijos legítimos y tres 'naturales'. De estos últimos nombra a dos, con lo que Diego puede ser el tercero. Otro fue el beato Juan de Prado, al que procuró una buena educación en cánones en la Universidad de Alcalá y murió martirizado en 1631 en Marruecos.

La familia de los Prado fue rica y poderosa. Entre ellos hubo beatos mártires, este explorador de Australia y Nueva Guinea (que nombró su expedición isla de Magna Margarita en honor a la reina de España), un amante confidente de la reina Cristina de Suecia, militares, abades, burócratas y diplomáticos. Su señorío abarcaba los concejos de La Guzpeña, Valdetuéjar de Abajo y de Arriba, los Urbayos y la villa de Anciles (hoy bajo las aguas de Riaño).

De ellos queda el recuerdo de su gran palacio barroco, que construyeron en el siglo XVII en Renedo de Valdetuéjar y que fue desmontado para trasladar a León su fachada. Todos los leoneses lo conocen, aunque muchos no sepan que parte de su estructura y fachada es hoy el edificio del Hospital de Regla. Tan importantes como para financiar a Lope de Vega para publicar una comedia titulada 'Los Prado de León' y para seguir sus descendientes en el aparato burocrático del Estado. De ellos y de su palacio fortaleza se puede saber más pinchando aquí.

Uno de sus tratados militares, 'La obra manual y plática de la artillería' (que se puede consultar digitalizada en la web de la Biblioteca Nacional de España) se sabe que la dedicó a Juan de Acuña, el nobilísimo primer marqués de Cerrato y hombre de Estado de Felipe II y Felipe III, en agosto de 1591; tras haber sido Prado su teniente como capitán general de la Artillería en Cataluña. La enseña de Diego de Prado y Tovar era blanca con una cruz de calatrava en el medio y por orla un listón de más de medio palmo de ancho a la redonda y por orlas unos jaqueles amarillos colorados y azules.

Otro de sus logros es el describir por primera vez en la Historia a tres animales raros como el tilacín —más conocido como tigre de Tasmania, ya extinguido—, el equidna (un animal similar al ornitorrinco), y el marsupial ualabí; siendo el primer europeo que escribió cómo sabía uno de esos 'wallaby', similar a un canguro. “El equidna que describe es concretamente un Zaglossus Bartoni. Don Diego la consideró un pájaro porque el animalejo pone huevos”, explica el investigador Arturo Rodríguez.

Tras volver a Madrid, al final la vida de monje basilio tampoco le satisfizo. Algo normal en un personaje tan inquieto. Abandonó el monasterio y parece ser que se trasladó a Italia, donde debió participar en misiones diplomáticas y de espionaje.

Pero de él no se conserva retrato alguno, cosa que parece cuadrar con el olvido al que ha sido sometido durante estos cuatro últimos siglos tanto en su país como en su tierra de origen; pese a ser un personaje de una vida tal, y con tantos logros, que merecería películas y series de televisión.

ENTREVISTA

ARTURO RODRÍGUEZ LOPE-ABADÍA / HISTORIADOR

“Si Diego de Prado no llegó a tocar tierra en Australia fue por la complicada navegación por el estrecho de Torres”

La historia de Diego de Prado y Tovar fascinó a Arturo Rodríguez Lópe-Abadía desde el momento en el que se encontró documentos poco comunes a una sola persona. Historiador investigador que llegó a ser adjunto de dirección de la Casa-Museo de Cristóbal Colón en Valladolid, es conocido por su perfil en Twitter @TheMarquesito

— ¿Quién era Diego de Prado y Tovar?

— Diego de Prado y Tovar fue un capitán de larguísima (casi 100 años) e intensa vida a caballo entre los siglos XVI y XVII. Fue capitán de artillería, y teniente del capitán general de la artillería y del principado de Cataluña don Juan de Acuña y Vela. Como artillero fue excelente, como se ve en sus los dos tratados que escribió pero no llegó a publicar. Además de eso, fue un navegante que atravesó el Pacífico entre los años 1605 y 1607. Al volver, se metió a monje, pues ya había dado la vuelta al mundo y tenía una cierta edad. En Madrid se retiró a un convento, el de San Basilio, de la homónima orden católica de rito griego. En el convento debió escribir varias obras de teatro, por aburrimiento, de las cuales se conserva una de buena factura técnica y cierto mérito escénico. Es posible que hasta hubiese conocido a Lope de Vega en Madrid allá por 1620-1625. Al cabo de diez años, se hartó de la vida conventual y se reincorporó al ejército. Finalmente, con unos 95 años tenemos noticia suya cerca de Sulmona, donde servía al príncipe de Gallicano, el señor Pompeo di Pierfrancesco Colonna. Probablemente falleció en Pacentro o Nápoles sobre 1645.

— ¿Y su familia?

— Su familia eran los Prado, un importante linaje leonés, de sangre real, con vastas posesiones en la montaña de León, y no sólo ahí. Entre sus feudos se contaban Renedo de Valdetuéjar, Albires, el hoy despoblado Villabonillos, y tenían cargos como el de Alférez Mayor de Sahagún, rango que ostentaron el padre y el hermano de Diego. El hermano fue caballerizo mayor de Juan de Austria y capitán de las Guardias de Castilla, un rango de mucha dignidad. El sobrino de Diego edificó en Renedo un palacio de dimensiones colosales, conocido como 'El Escorial de la Montaña'. El paso del tiempo, la Guerra del Francés, y diversos avatares, hicieron que el palacio quedase abandonado, y finalmente en ruinas. La fachada hoy en día se puede ver en León cerca de la catedral. Es, ni más ni menos, que la del Hospital Nuestra Señora de Regla. Esa fachada fue trasladada piedra a piedra a comienzos del silo XX.

— ¿Cómo conociste su figura?

— Su figura la conocí indagando sobre la expedición en busca de la 'Terra Australis Incognita', capitaneada por Pedro Fernández de Quirós y acabada por Luis Vaz de Torres y Diego de Prado. Me resultó interesante por la calidad de la prosa en su Relación Sumaria de ese viaje, así como los detalles que cuenta en la misma. No en vano, es el primer europeo en describir un 'wallaby' (incluyendo su sabor, que compara muy acertadamente con el del venado), un tilacino, y una equidna. También las cartas desde Goa al virrey de la India son muy ilustrativas de la baja opinión que tenía sobre Pedro de Quirós. Todo esto está muy bien explicado en 'La Austrialia del Espíritu Santo', de Fr. Celsus Kelly.

— Dicen de él que es el que fijó el nombre de Australia al escribirla varias veces en sus escritos, aunque el nombre se lo pusiera otro.

En sus escritos el término que aparece es 'Austrialia', que es una hibridación de Australia (por la Terra Australis) y Austria por la dinastía reinante en España. No creo que se le pueda reconocer como autor del nombre Australia.

— ¿Estuvo a punto de tocar tierra firme australiana, verdad? ¿Por qué no ocurrió?

— Es verdad que estuvo a punto de tocar tierra firme en Australia al navegar por el hoy llamado Estrecho de Torres, esto lo cuenta en su Relación Sumaria. Si no llegaron a tocar tierra en Australia fue por la complicada navegación por ese estrecho, pues con tanto navegado no estaban dispuestos a arriesgarse a naufragar estando ya relativamente cerca de las islas Filipinas, y junto a la isla de Nueva Guinea, relativamente conocida ya.

— Aparte de la aventura australiana, hizo muchísimas cosas más, fue cartógrafo, escribió una obra de teatro... ¿Y posiblemente espía en Italia?

— Sí, aparte de la aventura por el Pacífico, Diego de Prado fue artillero, uno absolutamente excelente a juzgar por lo contenido en sus tratados de 1591 y de 1603. Como capitán de la expedición, entre otras cosas fue cartógrafo, y realmente bueno. Sus mapas de las islas y costa de Nueva Guinea se conservan en el Archivo General de Simancas en la sección Mapas, Planos, y Dibujos, y están digitalizados. También hay varios dibujos que hizo de los habitantes de la zona, de razonable factura técnica. Como militar, por sus escritos y otros documentos sabemos que ya en 1575 era capitán, y que sirvió al menos en Portugal, Sicilia, Cerdeña, Nápoles, Milán, y también en la Grande y Felicíssima Armada, más comúnmente llamada Invencible. Como dije antes, también se conserva una obra de teatro suya, de más que razonable calidad, lo que hace pensar que haya escrito unas cuantas más, no es una obra propia de un primerizo. En Italia, ya al final de su vida, estuvo al servicio del príncipe de Gallicano, que era un notable patrón del teatro. En esa posición, es altamente probable que fuera un espía de la Corona para vigilar a ese revoltoso príncipe. En el año 1646, sólo un año después de la atestiguada presencia de Prado en su servicio, el Colonna conspiró con Francia para permitir la entrada de sus tropas en Nápoles. Que la conspiración cayese de forma instantánea hace pensar en que alguien conocía sus planes y los contó al virrey o a la autoridad competente. ¿Quién sino un español como Diego para cumplir con esto? Posiblemente fuese su último servicio a la Corona.

— ¿Cómo es posible que viviera tantos años?

— La longevidad no ha variado, lo que ha cambiado son las causas para irte al otro barrio. Es verdad que casi cien años es una edad avanzadísima incluso hoy, y casi inaudita entonces, pero en la misma época tenemos al Caballero de Gracia, que falleció en Madrid en 1619 a la edad de 102 años. Si vivió tanto probablemente fuese por una constitución física fuerte y por haber tenido la suerte de no contraer ninguna de esas enfermedades como la viruela, la malaria, la sífilis, o cualquier otra.

— Dicen que los ingleses supieron de él en vida y luego de Australia por sus escritos secretos cuando los robaron del archivo de La Habana. ¿Cómo lo llamarían ellos si fuera de los suyos?

— Probablemente tuvieran alguna noticia suya en vida, pero no demasiadas, a fin de cuentas es difícil mantener en secreto una expedición de más de cien hombres, especialmente cuando la cosa acaba con escaramuzas contra holandeses y moros de Ternate. En cuanto a sus escritos, sí puedo decir que hay dos que acabaron en manos inglesas, pero no tengo constancia que tuvieran que ver con La Habana. En la Biblioteca del Estado de Nueva Gales del Sur, en Australia, se conserva un volumen titulado 'Papeles de Indias y Portugal', en el cual está contenida la Relación Sumaria de que he hecho mención. En la Biblioteca de la Universidad de Cambridge se conserva el tratado de artillería de 1603 que comenté, que lleva por título 'Encyclopaedia de fundición de artillería y su plática manual'. ¿Cómo llegan concretamente a manos inglesas estos volúmenes? Aunque no lo sé, lo sospecho, por saqueos durante la Guerra del Francés, más conocida como Guerra de la Independencia, por parte de los ingleses, presuntos aliados de España. Lo mismo lo afirmo para la presencia en Londres en 1816 de dos ejemplares del Lazarillo de Tormes impresos en Amberes en 1553, hoy en paradero desconocido.

— ¿No se conserva ningún retrato de él, cómo es posible de un bizarro así?

— Es más simple de lo que parece: no todo el mundo tenía el tiempo, el dinero, o las ganas de hacerse retratar. No es un caso único en absoluto. Luis Vélez de Guevara, gran dramaturgo autor de unas 200 comedias tampoco se hizo retratar ni conocemos retratos suyos. Lo mismo vale para Andrés de Claramonte, otro gran escritor de la época. Tampoco conocemos retratos del padre ni de los hermanos de Diego de Prado, salvo ciertas imágenes beatíficas de su hermano el beato Juan de Prado, mártir.

— ¿Puede que sea uno de los personajes más singulares y especiales que haya dado la provincia de León?

— No lo dudo ni por un momento. No ya por su dilatada vida, sino por su trayectoria tan polifacética: aristócrata, militar, cartógrafo, navegante, monje que deja el convento por puro aburrimiento, dramaturgo, posiblemente espía...

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