León, una provincia republicana que creía vivir en el ojo del huracán en julio de 1936

Una imagen de la fachada del Convento de Santo Domingo en 1936 donde se vé propaganda electoral.

Jesús María López de Uribe

León, esa provincia en la que el mismo 14 de abril 1931 el alcalde de Sahagún, Benito Pamparacuatro, proclamó la Segunda República siendo uno de los primeros en hacerlo en España. Un lugar donde la propia burguesía se esforzaba en mejorar la Educación de todos, con el incomparable ejemplo de la Fundación Sierra Pambley y los Azcárate y su trabajo en la Institución Libre de Enseñanza. Donde aunque parezca lo contrario, se encontraban muchos de los grandes hombres que hacían España en aquel momento.

León, esa montaña de agujeros de carbón donde se alzaron en armas en la Revolución de 1934, hoy prácticamente olvidada por la gran mayoría; pero que durante los sucesos acaecidos allí protegieron al Cristo de Bembibre porque era 'minero' al grito de “Cristo Rojo, a ti no te quemamos”. Una provincia que sufrió las estrategias y tácticas de Francisco Franco y su Legión en octubre del 34, que acabaron a sangre y fuego con el proceso revolucionario que sólo prendió con cierta fuerza en la Cordillera Cantábrica legionense y en Asturias.

León vivió la Revolución del 34 con los mineros salvando al Cristo de Bembibre y Franco entrando con la Legión a sangre y fuego

Una provincia eminentemente rural, que en 1930 tenía 461.550 habitantes (y 10 años después, tras el conflicto fratricida que se desató, 508.613). Donde se eligieron durante aquel régimen republicano diputados 'paracaidistas' —que no eran de aquí— con nombres tales como el filósofo José Ortega y Gasset, cuya a Agrupación al Servicio de la República (que Antonio Machado presentó en el teatro Juan Bravo de Segovia) obtuvo catorce diputados en las constituyentes del 31, tres de ellos por León (además del filósofo, Justino de Azcárate y Publio Suárez Uriarte) y luego se disolvió. El que en 1956 sería candidato premio Nobel de Literatura, Ramón Pérez de Ayala, fue elegido por Oviedo y el reputadísimo doctor, científico y escritor Gregorio Marañón por Zamora. El nivel intelectual era enorme. Superlativo para esos tiempos. Y muchos de ellos eran grandes personajes muy influyentes en la vida del país.

Hablamos de una tierra que, como se vé en el gráfico de arriba, sus gentes estaban divididas ideológicamente, y territorialmente, en dos. Las fuerzas de izquierdas apoyadas por los mineros preferentemente y las de derechas por los pequeños propietarios y ganaderos del Campo. Pobres, muy humildes, pero exacerbadamente católicos. Incluso en la mayor victoria de la izquierdas nunca jamás producida en unas elecciones, la derecha más que triplicó los representantes a sus contrincantes en León por el peculiar sistema electoral, muy similar al del Senado de hoy en día.

Una situación política extremadamente tensa

Pero no se puede obviar que la situación política era terriblemente tensa. Poco más de año y medio de los hechos del 34 y la reciente amnistía del Frente Popular a quienes, para la derecha, se habían alzado contra la República; la vuelta de los revolucionarios exiliados, como el pintor y dandi de familia 'bien' Modesto Sánchez Cadenas, que exigían más firmeza a sus compañeros tras denunciar la tibieza de sus actos dos años antes; la tensión en los sindicatos, que se reunían con los regresados a sus casas, que clamaban contra una república que no les parecía válida para el proletariado; y los militares, que desilusionados y descontentos con el régimen estaban preparando en secreto lo que parecía uno más de sus levantamientos “definitivos” en aquellos años.

A esto se unen los hechos que comenzaron a pasar en Madrid en aquellos días de julio del 36: como los asesinatos del teniente Castillo de la Guardia de Asalto (creada por el Gobierno republicano y leal a él) el día 12 por “elementos facciosos”; y el de uno de los líderes de la oposición de derechas, Calvo Sotelo el día 13, por elementos de la policía gubernamental. Una situación impactante que provocó que se suspendieran durante ocho días las sesiones del Congreso de los Diputados, y que fue el germen de la aparición de una oscura 'nube' en la que los militares preparaban desatar una terrible tormenta mientras algunas fuerzas de izquierda soñaban con otra a su favor.

Pero nadie pensaba que la de los siguientes días fuera a ser tan asesina y cruel. La mayoría de los republicanos leoneses creían estar en el ojo del huracán. Nunca esperaron que se los llevara por delante como lo hizo.

[Continuará]

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