Ana Isabel Blanco: “Los psicópatas tienen una conciencia intelectual intacta, pero una conciencia moral menoscabada”

Ana Isabel Blanco es escritora.

Manuel Cuenya

Doctora en Sociología, catedrática y presidenta del Seminario Interdisciplinar de Estudios de las Mujeres de la Universidad de León, Ana Isabel Blanco García es una trabajadora incansable en el ámbito de investigación acerca de la violencia de género y la Sociología de la conducta desviada. Para ello cuenta con el apoyo incondicional de sus compañeras del Seminario Interdisciplinar de Estudios de las Mujeres, con las que publica la revista: 'Cuestiones de género: de la igualdad y la diferencia', de la que ella es la directora.

“La conducta desviada es tan normal como la conformista (al menos desde el punto de vista estadístico). La desviación existe porque existen las normas y éstas son imprescindibles para vivir en sociedad. Dentro de los comportamientos desviados, hay un tipo -los delictivos- que violan normas formales. Hasta que no se han promulgado leyes que condenaban expresamente la violencia contra las mujeres, estos comportamientos eran en parte aceptados por la sociedad, ignorados, ocultados y justificados”, explica, consciente de que, gracias al feminismo académico como al activismo feminista, se visibiliza el fenómeno como parte de las creencias y normas generadas por la sociedad patriarcal, y entonces comienzan a considerarse no sólo como comportamientos desviados sino delictivos.

La idea esencial es que la sociedad tome conciencia de que no es un problema personal (ni del maltratador, ni de la víctima) y actúe en consecuencia. “No obstante, la reacción -como la denomina Faludi- del patriarcado para reafirmarse es muy potente. Y se han creado y recreado nuevas justificaciones que victimizan doblemente a las mujeres y confunden en general a la opinión pública a través sobre todo de la opinión publicada. Tal y como señalan Rosa Cobo, Alicia Miyares, Prudence Chamberlain o Luisa Posada Kubissa, la Cuarta Ola feminista (que sería el momento histórico actual) tiene como objetivo central la justicia para las mujeres y de manera particular la denuncia contra el acoso sexual y la violencia contra las mismas... Ninguna mujer, sea de la ideología que sea, renuncia ya a esta demanda de cese de las actividades violentas de control y exclusión social en el ámbito social y político contra ellas. Como indica Cobo, es la primera vez en la Historia que las hijas ya no tienen que elaborar sus propias estrategias para librarse de la violencia, porque el trabajo realizado por sus madres se ha asentado suficientemente. Éste es un gran logro del feminismo. Una muestra de que la revolución hacia la consecución de la igualdad entre hombres y mujeres ha sido lenta y silenciosa (también larga...), pero ya irrenunciable”, expone Ana Isabel, que retoma las palabras de Kubissa: “es un movimiento reactivo y una rebelión contra la configuración del 'patriarcado violento' expresado con la violencia en sentido amplio: como violación, como acoso, como maltrato, como asesinato, como desigualdad económica y laboral, como pornografía, como prostitución, como trata... Hoy habría que añadir otros fenómenos de este poder sexualmente expresado, como la práctica de los vientres de alquiler”.

Ana Isabel Blanco es autora asimismo de diversos artículos y obras como 'La educación de las mujeres' y 'Mujer, violencia y medios de comunicación', entre otras publicaciones académicas.

Recuerda que 'La educación de las mujeres' es una traducción del ensayo publicado por la Condesa de Rémusat en la Francia post-revolucionaria, posiblemente escrito en un periodo entre 1810 y 1820, para ser publicado después en 1824.

“El ambiente en que fue creado responde a la nobleza del momento, en el corazón de la Francia napoleónica, en las cercanías de París, en el Château de Malmaison, donde la Condesa de Rémusat vivió varios años como dama de Palacio de la Emperatriz Josefina Bonaparte. Aparte de la traducción, se ha realizado un estudio introductorio en el que hemos tratado de encontrar las raíces de la justificación de la desigualdad de las mujeres a través de la educación/socialización diferencial y su permanencia en la sociedad actual, así como exponer las contradicciones en las que incurre la autora (y muchos de sus coetáneos y también pensadores actuales) cuando, al tiempo que reclaman igualdad, exaltan las diferencias sexuales enraizándolas en la naturaleza”, sostiene la profesora Blanco García, cuya contribución en este libro consiste en señalar la persistente confusión entre diferencia y desigualdad, que en muchas ocasiones tiene como resultado trabajos que, como el de Rémusat, tienen una apariencia reivindicativa pero no hacen sino abundar en el mantenimiento, producción y reproducción de la desigualdad. En su opinión, esta situación es perniciosa para la ciencia social porque los conceptos no definidos o mal definidos vician el trabajo teórico y empírico posterior.

Participé activamente en el desarrollo de actividades sobre cine, literatura, música y política en el Colegio Mayor Isabel de España donde residí hasta 1985 y allí encontré las amistades más sólidas, imperecederas, a prueba de la más cruel lejanía física. Junto a ellas, tuve la oportunidad de conocer a personajes decisivos en nuestra historia reciente (Alberti, Suárez, Carrillo, Argenta, Félix Grande o Celia Amorós por citar sólo algunos).

“Cualquier teoría o investigación empírica que se haya basado en un concepto confuso o mal definido, estará mal construida y abocará en la práctica a errores”, aclara, porque la diferencia social es un concepto biológico y social que hace referencia a que cada uno de los individuos que componen una sociedad es único e irrepetible: “cada persona que vive en su seno es, identitariamente, irreemplazable”. Y la desigualdad social es, según ella, es un concepto social que se refiere a las ventajas y desventajas que un individuo, por diversas causas (sociales, económicas, etc.) posee respecto a otros.

“Estas ventajas y desventajas abarcan desde la vivienda (que puede ser lujosa, corriente, precaria o inexistente) la comida, la vestimenta o el nivel de educación accesible o inaccesible, entre otros factores. 'Por desigualdades es mejor entender no cualquier diferencia entre cargos y posiciones sino diferencias entre beneficios y cargas vinculados directa o indirectamente a ellos, tales como prestigio o riqueza' (Rawls). El sexo es un estatus adscrito, es decir, una posición social que se asigna sobre la base de factores que el individuo no controla y para el que las sociedades esperan que las personas que lo ocupan se comporten de una forma determinada y que eviten hacerlo de otras. Todas las sociedades conocidas poseen una división social del trabajo basada en el sexo (Blanco, 1997)”, detalla Ana Isabel, matizando que el problema del texto de Rémusat (como de muchos otros) es que carece de una reflexión acerca de cuáles son los criterios sociales y culturales que están en la base de la interpretación de lo que significa ser hombre o ser mujer, atribuyendo el comportamiento esperado (los roles de género) a condicionamientos naturales.

“La educación puede y debe controlar la naturaleza mediante la moral (la cultura) y en este sentido no podemos hablar de determinación absoluta. Pero, al situar la causa de dichos comportamientos, aptitudes y actitudes en el terreno biológico, se obvia lo que de construcción social poseen dichas asignaciones por adscripción. Es decir, de persistir la confusión, podemos deducir que la diferencia sexual conlleva por naturaleza una desigualdad social. Y de esto se derivaría la imposibilidad de conseguir la igualdad”, muestra con claridad la autora de 'Mujer, violencia y medios de comunicación' que es, según ella, una compilación de ocho conferencias que impartieron en los años 90 en la Universidad de León destacados intelectuales como Rosa Chacel, Concepción Fernández Villanueva, Mayte Gallego Méndez, María Ángeles Durán, Jaime Vila Castelar, Mari Carmen Fernández Santiago, José Luis Sangrador y la propia Ana Isabel Blanco García, en el marco de dos cursos de verano: 'Mujer y sociedad: una perspectiva psicosocial y Conflicto social, violencia y medios de comunicación'.

“Un libro que vio la luz tras la desdichada y temprana pérdida de una gran profesional y amiga, la profesora María Jesús García González, con quien se organizaron ambas ediciones”, señala Ana Isabel Blanco, para quien el clima que se creó en España durante la transición permitió que algunas corrientes, que ya se configuraban en la década anterior, se desarrollaran plenamente. El Año Internacional de la Mujer coincidió con ello dándole un empuje decisivo. Es en esta década cuando surgen los primeros seminarios de estudios de las mujeres en las universidades de Madrid, Barcelona y Granada. Y fuera de la Universidad, se publicaron estudios interesantes sobre la mujer española, como el de Carmen Martín Gaite, quien se ocupó de la clausura del curso“. Inmersas en la fase del denominado Feminismo inquietante pretendimos esclarecer la identidad femenina preguntándonos tanto en qué consiste ser mujer como varón, con la esperanza de descubrir así un nuevo orden teórico y antropológico.

La segunda parte de 'Mujer, violencia y medios de comunicación', donde se abordan temas relacionados con este asunto desde una perspectiva interdisciplinar, reuniendo a intelectuales como Amando de Miguel, Diego López Garrido, Victoria Camps, Jaime de Armiñán, Francisco Lobatón, Lorenzo Vilches, Jesús González Requena, María Dolores Montero y Esteban Tranche, está dedicada a la violencia y los Mass Media.

Reivindica al teórico de la Sociología Max Weber como su guía en este terreno porque ha complementado y mejorado las aportaciones del conflicto (marxistas o no) con sus nociones acerca de la comprensión (verstehen) y la importancia que tiene la interpretación de las situaciones en la explicación de la acción social (colectiva y/o individual).

“De su mano, aprendí a valorar la Sociología interaccionista y de este modo, G. H. Mead, CharlesH. Cooley, Howard S. Becker (este último sobre todo por su obra 'Los extraños', referente obra seminal dentro de la Sociología de la Desviación) también forman parte de mis autores favoritos. En lugar preferente, por su capacidad para combinar explicaciones macro y microsociológicas, está la obra de Pierre Bourdieu. Desde sus conceptos de 'habitus', 'campo' y 'capital cultural, se pueden hacer mejores propuestas para comprender (y deshacer) las estrategias de cierre y exclusión social de los poderosos, hacerse más conscientes de la desigualdad (social e individual) y así, ofrecer alternativas de acción por ejemplo en lo concerniente a la deconstrucción de la discapacidad y su tratamiento dentro de las instituciones y organizaciones educativas. Por otra parte, me gustaría citar dos obras de Peter Berger y ErvingGoffman respectivamente, que marcaron profundamente mi vida personal y profesional: 'La construcción social de la realidad' y 'La presentación de la persona en la vida cotidiana'. Esta última, con su concepción teatral de la vida como escenario, entronca con una de mis pasiones literarias”, apunta Ana Isabel, que se fue a estudiar Sociología a Madrid, a conocer entornos urbanos más amplios en los que las horas cobraron otro sentido, rememorando su experiencia universitaria como un verdadero renacer. En este sentido, pasó de compartir su vida en estrechas y sólidas relaciones dentro del mundo rural a saltar al vacío entre el anonimato que le proporcionó la vida en una metrópoli, lo que le resultó apasionante.

“Además de completar mi educación universitaria formal en el marco de una Facultad que tenía por bandera la consecución de un cambio social que ya estaba apuntado en los años 60, pero que se consolidaba mediante la práctica de los principios democráticos en los años de 'la movida', transformó mi mirada y, con ello, mi propio yo. Participé activamente en el desarrollo de actividades sobre cine, literatura, música y política en el Colegio Mayor Isabel de España donde residí hasta 1985 y allí encontré las amistades más sólidas, imperecederas, a prueba de la más cruel lejanía física. Junto a ellas, tuve la oportunidad de conocer a personajes decisivos en nuestra historia reciente (Alberti, Suárez, Carrillo, Argenta, Félix Grande o Celia Amorós por citar sólo algunos). No había tiempo que perder (ni necesitaba ir a la búsqueda del perdido...)”, especifica Ana Isabel, que se licenció en 1985, obteniendo el Primer Premio Nacional de Terminación de Estudios como tributo y reconocimiento no sólo a su esfuerzo, sino al de sus amados padres.

Allí aprendió a comprender la naturaleza de la desigualdad y allí germinó su deseo de contribuir a su ocaso. Se especializó en Población y Ecología Humana y, siguiendo esta estela, obtuvo una beca para realizar su tesis doctoral en el campo de la Sociología de la Conducta Desviada de la mano de Amando de Miguel, quien, confiando en sus capacidades pero con dureza en sus juicios, la guio en este periodo y la impulsó a nacer de nuevo en la London School of Economics and PoliticalSciences (prestigiosa organización educativa en la que se han formado grandes intelectuales, algunos galardonados con el premio Nobel). Algo que siempre le agradecerá.

“Siguiendo este mandato, aterricé en el aeropuerto de Gatwick, dispuesta a dar un giro más a mi ávida mirada. ¡Y... así fue! Perdida en una ciudad que te ofrece estimulantes sorpresas cada día, desarrollé no sólo nuevas capacidades para el estudio, puesto que, en el ámbito anglosajón, hay que acostumbrarse a trabajar en formidables bibliotecas y rendir cuentas (actitud muy calvinista) una vez por semana. Bajo la supervisión de Paul Rock, accedí a las publicaciones más relevantes en el área de la Sociología de la Conducta Desviada, algunas, inaccesibles en ese momento en España. Pero además de cumplir con esta misión formal, comprendí, en la práctica, la relatividad cultural y me entusiasmé con la idea de saberme modificable, versátil, 'fluida' o, como diría Bauman, 'líquida'. Con todo este bagaje a mis espaldas, me instalé finalmente en la Universidad de León para ejercer la docencia universitaria, mi profesión siempre soñada. Desde 1989, continúo con esta tarea que me ha proporcionado grandes satisfacciones personales y algún que otro desconsuelo (esto último, fruto del modo en el que se ha llevado a cabo la incorporación al Espacio Europeo de Educación Superior, con el que soy muy crítica)”, evoca Ana Isabel, nacida en Valencia de Don Juan, que reconoce como su Arcadia, donde descansan -mientras la esperan sus padres-, dice ella, a quienes les debe todo.

Valencia de Don Juan, la Arcadia de Ana Isabel Blanco García

Valencia de Don Juan es, a su juicio, donde aprendió todos los lenguajes y símbolos que la conforman y le han permitido desarrollar su actividad profesional y su vida hasta ahora.

“Es allí donde aprendí a expresar mis sentimientos a través de la música. Gracias a una afortunadísima anécdota que tiene que ver con el afán de mis padres -que valoraban la cultura por encima de todo-, comencé mis estudios de piano a los siete años. Durante los ocho años siguientes, compatibilicé mis estudios ordinarios con esta actividad y forjé así mi carácter, mi característica forma de estructurar el tiempo, mi empeño por llenar cada minuto de la vida de ilusiones pues, de lo contrario, carecería de sentido”.

En Valencia de Don Juan residen los recuerdos de las figuras significativas de su etapa inicial, recordando en especial a dos mujeres: su primera maestra, Doña Argimira, que la inició con tres años en la lectoescritura con gran éxito, y María Paz Paramio, su profesora de piano (genio y figura), “que contribuyó decididamente a asentar mi delirante combinación entre pasión y razón”, precisa Ana Isabel, que, aun siendo madre -quizá su experiencia más resocializadora de todas- ha conseguido realizar estancias en universidades extranjeras (Rosario, Berlín, París, Lisboa, Évora, Montpellier, Ámsterdam y Nápoles).

“Podría decir que todos estos 'mundos de mi vida', en expresión de Habermas, siguen entretejiendo la tela de mis oportunidades que intento no dejar escapar. He seguido siempre en contacto con mis profesores de la Universidad en Madrid. No dejaré de ser 'Complutense', aunque mis señas de identidad (como diría Juan Goytisolo) son poliédricas”, concreta Ana Isabel, a quien le gusta la obra de Luis Mateo Díez, sobre todo 'La fuente de la edad', que le pareció excelente.

“Conozco algo la obra de Antonio Colinas (que participó en un Seminario de mi colegio mayor en los 80), Antonio Gamoneda, José María Merino (actual Premio Nacional de las Letras) o Juan Pedro Aparicio y Julio Llamazares. He seguido también a Andrés Trapiello, con quien comparto la pasión por el Madrid que describe y, a su hermano Pedro como columnista (me entusiasma su ingenio). Conozco personalmente a Avelino Fierro https://www.ileon.com/cultura/053736/avelino-fierro-la-lectura-es-esencial-para-vivir, que participó en los 80 en un curso de extensión universitaria con nuestra área y que me envió una selección de poemas muy cuidada. Un tesoro...”, agrega Ana Isabel, que reivindica asimismo la figura y la obra de Josefina Aldecoa, en especial 'Historia de una maestra' y 'El enigma', que ha sido para ella una novela muy esclarecedora para comprender los cambios acaecidos en las relaciones de pareja en una España modernizada.

“Además, la fundación del 'Colegio Estilo' me parece una de esas contribuciones que me habría gustado emular. Hay muy pocos centros privados de enseñanza laicos que persigan los principios de la Institución Libre de Enseñanza que tantos talentos alentó”.

A Ana Isabel también le llama la atención el Grupo Leteo, que está encabezado por Rafael Saravia (poeta, columnista, editor y fotógrafo) https://www.ileon.com/cultura/081154/rafael-saravia-hay-algo-especial-en-nuestra-provincia-que-hace-que-la-literatura-sea-un-foco-de-interes, pues el Premio que lleva el nombre del grupo ha sido una iniciativa muy estimulante para las letras españolas y ha colocado a la ciudad de León en el foco de los intereses de la crítica internacional.

“El Leteo se ha convertido en uno de los premios literarios independientes más importantes del mundo. Gamoneda, Gopegui, Houellebecq, Auster, Gelman, Martin Amis, AmelieNothomb, por nombrar sólo algunos, han cumplido con su compromiso de que, para recibir el premio (sin dotación económica) es condición indispensable venir a León a 'charlar' con los lectores. Es una iniciativa extraordinaria. Conozco también los encuentros literarios en el Ágora (mi hermana Marta y mi sobrina Reyes https://www.ileon.com/cultura/109159/reyes-liebana-blanco-escribo-sobre-mi-vida-y-leon-forma-parte-de-ella participan en ella) y son otra muestra más del interés que la literatura genera por estas tierras que, incorporadas al proceso de globalización genérico, expresan quizá de este modo su peculiar proceso de glocalización ('localismos-globalizados' y 'globalismos-localizados', en palabras de Boaventura de Sousa Santos)”, añade Ana Isabel, que, si bien no se siente nada mitómana, su gran referente literario es Julio Cortázar, porque juega magistralmente con el lenguaje formal y con el contenido. Lo considera un gran maestro, especialmente con los cuentos que lee y relee cada vez que puede. En sus relatos no hay ninguna palabra que sobre o falte, lo que denota una capacidad extraordinaria, que es a la vez fruto de una combinación de inteligencia y trabajo sistemático, según ella. “Siempre se encuentra algo novedoso, siempre está de actualidad. Por eso es un clásico. En sus obras están lo extraordinario de lo cotidiano, la sorpresa y el tedio, lo general en lo particular. En definitiva: la vida y la muerte, dos de mis obsesiones. La precisión con la que consigue el proceso comunicativo me apasiona y constituye a su vez una cuestión sociológica que también ocupa mis preferencias”, matiza Ana Isabel, deudora asimismo de Shakespeare, Wilde, o bien de Jardiel Poncela y Mihura, “estos últimos de forma muy especial cuando la depresión llama a mi puerta”. Y es que el humor es otra de sus pasiones. Quizá la más grande, la más poderosa, su 'leitmotiv'.

“El sinsentido es lo que da verdadero significado a la existencia. Nada se entiende si no sabemos darle la vuelta a lo dado por sentado. En este terreno, he de citar la obra de Alfredo Bryce Echenique y, muy especialmente, 'La vida exagerada de Martín Romaña'. Nada mejor que la risa (cualidad exclusivamente humana) para poder tolerar su insoportable gravedad (su 'levedad' en palabras de Kundera). El tiempo pasa, a veces muy rápido y otras, excesivamente despacio. Esta relatividad es otra de mis inquietudes y dentro del ámbito literario español he disfrutado enormemente con la capacidad de Javier Marías (especialmente en su trilogía 'Tu rostro mañana' o 'La oscura espalda del tiempo') para dilatarlo, paladearlo, para observar la influencia de la ficción/imaginación/recreación/reconstrucción, en nuestras biografías, como señala magistralmente Doris Lessing en su 'Cuaderno dorado'. Esta última, en relación con la capacidad de imponerse, cuando se accede a la maternidad”.

A Ana Isabel también le gustan 'La escala de los mapas', de Belén Gopegui y 'Mujeres de ojos grandes', de Ángeles Mastretta, por su belleza, porque son verdadera prosa poética y porque tratan otro de sus temas favoritos sin caer en lugares comunes: el amor.

“De uno u otro modo, incluso 'El Quijote' nos habla de él. Todas las locuras que se relatan tienen un propósito último: agradar a Dulcinea, su idealización particular, la ilusión que enardece el ánimo cuando se produce el enamoramiento que es como una marejada, una fuerza incontenible, una obsesión: la más fuerte motivación para la acción”, afirma Ana Isabel, que está deseando leer 'Los besos', la nueva novela de Manuel Vilas, porque aborda este tema. A Vilas lo conoció a través de 'Ordesa' y le encantó por su lenguaje sintético y su fuerza expresiva.

El Leteo se ha convertido en uno de los premios literarios independientes más importantes del mundo. Gamoneda, Gopegui, Houellebecq, Auster, Gelman, Martin Amis, AmelieNothomb, por nombrar sólo algunos, han cumplido con su compromiso de que, para recibir el premio (sin dotación económica) es condición indispensable venir a León a 'charlar' con los lectores. Es una iniciativa extraordinaria. Conozco también los encuentros literarios en el Ágora (mi hermana Marta y mi sobrina Reyes participan en ella) y son otra muestra más del interés que la literatura genera por estas tierras que, incorporadas al proceso de globalización genérico, expresan quizá de este modo su peculiar proceso de glocalización ('localismos-globalizados' y 'globalismos-localizados', en palabras de Boaventura Dos Santos)

En la actualidad, Ana Isabel, que adora los juegos de palabras y, de algún modo cree que amar es compartir las palabras con algún alguien, está escribiendo un artículo sobre 'La psicopatía'.

La psicopatía en la actualidad

“El conocimiento actual sobre psicopatía tiene sus inicios en la especulación e impresiones de psicólogos, médicos y psiquiatras norteamericanos y europeos desde finales del siglo XVIII. Gracias a las observaciones que estos primeros autores realizaban en sus consultas se dieron las primeras aportaciones literarias. El pionero, Benjamin Rush es quien, en 1786, publica un ensayo en el que describía un cuadro clínico caracterizado por la ausencia de moral sin deterioro intelectual. A pesar de este trabajo y posteriores de Rush, se ha considerado a Philippe Pinel como el autor del origen del concepto de psicopatía; este autor en 1801 acuñó el término de manía sin delirio para referirse al trastorno que hoy conocemos como 'psicopatía', término que toma un nuevo impulso y resurgimiento entre los profesionales de la salud con las nuevas aportaciones de HerveyCleckley con su libro 'The Mask of Sanity' en 1941... En su obra hace una distinción entre la conciencia intelectual y moral. Los psicópatas tienen una conciencia intelectual intacta, pero una conciencia moral menoscabada. Dicen una cosa, pero hacen otra. Reconoce que el psicópata puede imitar la moral y los sentimientos sutiles del ser humano, pero le falta las emociones asociadas a ella y propone una primera diferenciación entre psicópatas funcionales y criminales. Las características clínicas del psicópata, según Cleckley (1988) son: encanto superficial y buena inteligencia, ausencia de delirios u otros signos de pensamiento irracional, ausencia de nerviosismo o manifestaciones psiconeuróticas, poco fiable, falsedad o falta de sinceridad, falta de remordimiento o vergüenza, conducta antisocial sin un motivo que la justifique, juicio deficiente y dificultad para aprender de la experiencia, egocentrismo patológico e incapacidad para amar, pobreza generalizada en las principales relaciones afectivas, pérdida específica de intuición, insensibilidad en las relaciones interpersonales generales, conducta extravagante y desagradable bajo los efectos del alcohol y, a veces, sin él, amenazas de suicidio raramente consumadas, vida sexual impersonal, frívola y poco estable, e incapacidad para seguir cualquier plan de vida”, explica Ana Isabel, para quien resulta interesante por ejemplo distinguir entre los maltratadores (hombres o mujeres) con perfil psicopático y aquellos que maltratan por haber interiorizado constructos de género.

Y en el terreno literario continúa con una novela, 'Juego de palabras', que aúna sus pasiones: “El amor (quizá porque, como decía Lord Byron, para los hombres el amor es una ocupación y para las mujeres, su vida); el deseo de conectar con la infancia a través del juego (la 'Paidia' en terminología de Callois y no tanto como el 'Ludus' de Huizinga) y la búsqueda de la comunicación significativa. A este respecto cito a G. H. Mead: Al usar el lenguaje, el niño de alguna forma objetiviza los símbolos que reflejan sus propios pensamientos o deseos, y puede escucharlos mediante sus propias palabras. La importancia del lenguaje llega hasta el punto de que, al ser un mecanismo que permite escuchar lo pronunciado tanto a quien lo pronuncia como a quien lo escucha, posibilita así que el sujeto que habla escuche sus palabras de forma objetiva, tal y como él las pronuncia y tal y como las están escuchando los demás”, resume Ana Isabel, convencida de que la pandemia está teniendo consecuencias muy diversas, que van desde la transformación de ciertas prácticas sociales a evidentes cambios en la estructura social. “Unas pueden ser deseables, como la evolución de los sistemas sanitarios; otras no tanto, como el cierre de comunidades higiénicas que no permiten a otros la entrada y, por tanto, el acrecentamiento de fronteras internas en la sociedad”.

Para ella, este tipo de pandemias suelen dejar espacios propicios para nuevas formas de gobierno de poblaciones, por las cuales, la sensación de indefensión se acrecienta o transforma los límites conocidos de la 'comunitas', del consenso o el pacto social. “Además, ponen en tensión y atención permanente respecto de lo que harán los demás, con lo que se incrementa la desconfianza con respecto a los 'otros', que se convierten en extraños, en ajenos, provocando así, cierta estigmatización”.

Estamos pasando de sociedades que utilizaban el 'disciplinamiento' de sus poblaciones a través de procesos de socialización llevados a cabo en el ámbito familiar y educativo, según ella, a unas sociedades que ejercen control, en el sentido de monitorear condiciones y actividades a través de la mediación tecnológica. Por tanto, la ciudadanía pierde libertad en este proceso (cuarentenas con recomendaciones muy acotadas de cómo comportarse y/o el monitoreo, diagnóstico o los sistemas de trazabilidad a infectados por la pandemia).

“En cuanto a la producción y distribución de bienes de consumo, y al tiempo de ocio, observamos que se ha reforzado el teletrabajo y la enseñanza a distancia. Se han potenciado las ventas 'online' y la distribución a domicilio, fomentando a las grandes distribuidoras, pero incorporando también al pequeño comercio de barrio con otros sistemas.

El consumo de ocio por Internet se ha disparado prácticamente en todos los sectores sociales. Incluso estando abierta, la banca presencial se ha reducido al mínimo y la prensa se ha hecho también más digital. Se ha potenciado la relación telemática con la Administración Pública. Pienso que todo ello tendrá fuertes implicaciones en la organización del trabajo y en las relaciones laborales y puede poner en cuestión un modelo de integración social muy basado en el empleo asalariado. Es probable que se intensifiquen las tensiones sociales que ya veíamos: se ha comprobado, por ejemplo, cómo afectó la brecha digital a los menores de familias más vulnerables, que pueden acabar repitiendo curso. Por otra parte, esa brecha digital no afecta solo a los menores. En la nueva sociedad, es ya una brecha que fractura al conjunto de la estructura social“, observa Ana Isabel, para quien esta crisis ha permitido 'redescubrir' la importancia del sector público, al que todos hemos dirigido la mirada en búsqueda de respuestas y se ha puesto de manifiesto que, cuanto más débil es el sistema sanitario público, más difícil es dar una respuesta a una crisis sanitaria como ésta.

“En lo económico, diría que hasta los ultraliberales se han convertido (transitoriamente) en keynesianos y demandan mayores paquetes de intervención pública, más expansión del gasto y más garantías del Estado. Hemos descubierto el carácter esencial de los servicios sociales, los de gestión pública y los de iniciativa ciudadana, que han ayudado a los sectores más vulnerables a hacer frente a esta crisis que les está afectando especialmente, como en las residencias. También en el ámbito comunitario, se ha visto resucitar los barrios, la solidaridad más primaria entre los vecinos, tanto en la respuesta a las necesidades básicas de aquellos que más lo necesitan, como para insuflarnos ánimo mutuamente cada día en los balcones”.

Sea como fuere, la amenaza de enfermedad puede volvernos, en su opinión, más desconfiados hacia los desconocidos, porque nuestras primeras impresiones tienden a ser peores ante el miedo al contagio, y los rostros con un atractivo menos convencional nos resultan ahora mucho menos deseables que antes.

“También tendemos a sospechar más de las personas de otras culturas, lo que podría llegar a alimentar actitudes xenófobas o racistas. Como aspecto positivo, creo que esta crisis puede contribuir a tejer redes muy sólidas a través de la tecnología que, aunque nunca van a sustituir el contacto físico, sí van a fomentar que podamos hablar de nuestras emociones, conversar con personas que no están en el hogar, compartir opiniones, cuidar, proteger y querer, expresando así nuestra esencial 'socialidad'”, nos enseña Ana Isabel, consciente de que las crisis sanitarias y humanitarias afectan especialmente a los grupos más vulnerables: minorías étnicas, migrantes, mayores, personas con diversidad funcional o movilidad reducida, sin hogar o prostituidas, entre otros. Y que, además, las desigualdades existentes entre géneros se agudizan e interseccionan con las vulnerabilidades propias de los colectivos anteriormente citados.

“El impacto negativo en materia de género de este tipo de emergencias es especialmente notable, recurrente y complejo. Aunque los datos analizados hasta la fecha parecen mostrar una tasa de mortalidad mayor en hombres, se estima que el impacto económico y social es mayor en ellas. En primer lugar, las mujeres constituyen más del 70% de las trabajadoras del sistema sanitario y social, por lo que están más expuestas a la infección. Por otro lado, según la Organización Internacional del Trabajo, las mujeres están mayoritariamente empleadas en un mercado laboral segregado, de peor calidad y más precario, lo que disminuye sus recursos económicos para afrontar la crisis. La precariedad laboral se incrementa drásticamente en contextos de crisis, con la consecuente pérdida de empleo y desprotección social. Este hecho deja a las mujeres que trabajan en estos sectores más precarizados en una situación particularmente vulnerable. Por otro lado, los roles de género (que definen los cuidados como una tarea casi exclusivamente de mujeres) hacen que sean ellas quienes sustentan el peso fundamental del trabajo reproductivo. Tanto en los trabajos formales (salud, limpieza, trabajo social y sector servicios, entre otros) como en los informales (tareas domésticas y cuidados de personas dependientes), la responsabilidad recae mayoritariamente en las mujeres”.

Probablemente, la consecuencia más devastadora del confinamiento ha sido el aumento del número de casos (reportados o no) y la intensidad de los episodios de violencia sexual, física y psicológica

Para Ana Isabel Blanco, se estima que el tiempo que las mujeres dedican a actividades domésticas y cuidados triplica el dedicado por ellos. Además, el confinamiento ha intensificado dicha carga, causando en ellas una disminución de autocuidados y un incremento de los problemas de salud mental. También ha limitado su desarrollo profesional y aumentado el riesgo de exclusión laboral. Por ello, no sorprende que los primeros datos de evaluaciones socioeconómicas muestren una mayor pérdida de ingresos y empleo en mujeres, y un aumento en la precariedad de la economía informal. “Probablemente, la consecuencia más devastadora del confinamiento ha sido el aumento del número de casos (reportados o no) y la intensidad de los episodios de violencia sexual, física y psicológica”, concluye.

Entrevista breve a Ana Isabel Blanco García

“El absurdo nos pone ante la pista de lo real... y el humor nos ayuda a lidiar con esta angustia”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

'Tres sombreros de copa' de Mihura. Me gusta porque el absurdo nos pone ante la pista de lo real: Nadie puede hacer todo lo que desea y, el humor nos ayuda a lidiar con esta angustia.

Un personaje imprescindible en la literatura (o una persona en la vida).

Mi madre.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

'La Divina Comedia' (no he podido con ella...).

Un rasgo que defina tu personalidad.

La vehemencia.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

El ingenio.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

No me gusta cómo se está gestionando la política en ningún lugar del mundo. Se ha profesionalizado demasiado y diría que la distancia con respecto a la Sociedad civil es espeluznante.

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Intercambiar puntos de vista, debatir, charlar, leer, escuchar o interpretar música, el cine, el teatro...

¿Por qué escribes?

Por una mezcla de necesidad y placer. En la ficción, todo puede ocurrir: puede haber vacas estudiosas (como la de la Quebrada de Humahuaca); se pueden manejar los conflictos que no han tenido solución; en ese mundo, puedes vivir con quien te plazca y... sobre todo, cuando escribo no estoy obligada a ofrecer evidencia empírica de lo que imagino.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

En absoluto.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Todos los escritores que he leído son tomados como referencia, ya sea para conseguir la precisión, exactitud, claridad que me gustaría o para (en su caso) lograr expresarlo bellamente.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

Regularmente no, aunque hay algunos muy interesantes.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

La vida es fantástica, pero yo por aquí no vuelvo...

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