González de Lama en el recuerdo
El pasado fin de semana se celebró en León un homenaje a Don Antonio González de Lama con motivo del cincuenta aniversario de su muerte. Fueron dos días intensos donde catedráticos, profesores, familiares, discípulos y allegados nos perfilaron una imagen muy concreta del autor.
Para los presentes fue todo un lujo la conferencia inicial llevada a cabo por José Enrique Martínez, doctor en Filología Románica, catedrático de la universidad de León y crítico; y ya no digo nada de la clase magistral de José Luis Puerto acerca de la visión poética que don Antonio mostraba en sus artículos, menuda retrospectiva de la época. Pero sin duda, lo que a esta inexperta poeta más le atrajo de la ceremonia fue la mesa redonda en la que intervinieron Néstor Hernández, Inés Prada, Julia Conejo, Ángel Fierro y Antonio Trobajo y que estuvo moderada por Adolfo Ares.
Porque cualquiera puede pararse y leer a un escritor, intentar descifrar qué hay detrás de sus palabras viendo más allá de las líneas, lo que no todos podemos es conocer la parte humana que las acompaña, y esto, el sábado se hizo. Está claro que ni los diarios, las memorias e incluso las biografías son capaces de ofrecernos una visión tan particular y cargada de significado como la que de ese alguien puede dar un familiar, un amigo, un discípulo, y me siento tremendamente afortunada de haber formado parte y poder escuchar estas voces que entre anécdotas entrañables y llamativas nos revelaron una parte desconocida de Don Antonio, en más de una ocasión despertaron las risas de los asistentes con las batallitas, ojalá se recojan en algún artículo o libro, porque no dejaron a nadie indiferente.
Es verdad que González de Lama es un personaje ilustre del panorama leonés, pero son muchos desgraciadamente los que solo lo ven como una calle o un colegio. Hay generaciones de leoneses que estarían encantados de escuchar anécdotas acerca de este “curilla” de Valderas que siempre iba pegado a su tabaco y que mostraba una ventana abierta a sus alumnos a la hora de aprender. No era una persona típica ni un maestro de cátedra, era más bien una bombilla que encendía los ojos apagados de todo aquel que se parara a charlar con él en una época en la que había que ser cauto y en la que no se podía uno expresar con la libertad que se debiera.
A Julia Conejo, quien acudió en representación de su padre, se le iluminaba el rostro al hablarnos de los recuerdos que compartía con su padre cuando hablaban sobre Lama; de las sabias palabras de Nestor Hernández, además de destacar su clara devoción por su profesor, me quedo con que Don Antonio además de crítico literario, escribió para la prensa de la época infinidad de críticas tanto de artes plásticas como musicales y según tengo entendido incluso muchos de esos ensayos están recogidos en alguna publicación (ojalá consiga hacerme con ella). Inés Prada recordó su infancia y adolescencia, muy marcadas por su profesor, González de Lama, quien indicaba a las alumnas que no leyeran las novelas de moda de la época sino a los grandes clásicos, y aunque al principio reticentes consiguió que se animaran a acercarse tardes enteras a la biblioteca Azcárate de la que él era responsable para leer y comprender mejor a los grandes autores; siempre recordaré a Inés diciendo cómo esas lecturas han marcado su carácter con una voz orgullosa y nostálgica. Antonio Trobajo fue el encargado de dibujarnos esa figura más mística de Don Antonio, sus experiencias como cura de pueblo, lo momentos críticos como párroco del nuevo barrio de Las Ventas en una época tan revuelta, y, sobre todo, destacó su calidad humana.
Para finalizar esta ronda de la mesa redonda (pues inconscientemente lo he relatado en orden de intervención) las palabras que más me fascinaron de Ángel Fierro fueron “¿De qué queréis hablar hoy?”, frase con la que don Antonio comenzaba muchas de sus clases; importante destacar que no es porque no le gustara dar clase, o por vago, como algún que otro autor de la época le etiquetaba (sí, me refiero a Victoriano Crémer, pero esa es otra historia que también aprendí durante este acto conmemorativo), sino porque a través de los intereses de los alumnos iba guiando su aprendizaje, eso que ahora llamamos aprendizaje por proyectos, pues, un adelantado a su tiempo ya lo había allá por los años 50. Me quedo con el gusanillo de explicar que Nestor defendía que don Antonio lo que trabajaba era en exceso, iba a todos los actos culturales de la ciudad, llevaba la biblioteca Azcárate, daba clases, no nos olvidemos que también fue director del Diario de León, y por eso, por ser una mente tan inquieta y tener multitud de quehaceres a lo largo del día, dejaba siempre para el final los artículos de crítica poética de la revista Espadaña, cosa que a Crémer, que era el que montaba la revista para su impresión, no le hacía demasiada gracia y por eso le tachaba de “vago”.
Impresionante estuvo Afolfo Ares moderando a todos estos, ya considerados por méritos propios, personajes leoneses, que pusieron voz y recuerdo a la figura de Don Antonio.
El acto tuvo un final muy emotivo, se leyeron cuatro poemas de poetas galardonados con el premio nacional de poesía Antonio González de Lama. El primero en recitar fue Enrique Viñas Duque, último galardonado hasta la fecha, a continuación, una entrañable Carmen Busmayor nos comentaba que ella no conoció en persona a don Antonio pues de cría únicamente había subido una o dos veces a León, una de ellas cuando ganó el premio Cocacola; su declamación fue impecable. María Dolores Otero, a quien no me cansaré de agradecer que colaborara con el acto, recitó un poema de Mercedes Castro Serrano, quién ganó el premio en 1995. Con todo el orgullo del mundo, puedo decir que recité el último poema de la noche, escrito por Margarita Merino en 1985, el año de mi nacimiento, y es que, casualmente en la página 73 de su libro tenía un poema dedicado a Lama.
Para finalizar el acto, los poetas galardonados entregaron unos ramos de flores a las sobrinas de Don Antonio, Camino, Choni y Lourdes, ya que Miguel, el cuarto sobrino, no pudo asistir.
Desde estas líneas me gustaría agradecer a la Concejalía de Cultura, sobre todo a sus funcionarios, Juanjo de la Rosa y Natalia, el contar conmigo como maestra de ceremonias, ya que fue todo un privilegio compartir camino con todos los que por allí pasaron.
Concluiré el artículo como presenté el primer día de acto:
El pasado 2 de febrero se cumplía del 50 aniversario de la muerte don Antonio González de Lama, el sacerdote nacido en Valderas y al que muchos escritores leoneses consideramos promotor y partícipe del movimiento literario provincial.
Con motivo de su muerte en 1969 en Tierras de León se publicaban unas frases que bien podrían recitarse así:
“El primer crítico de la España de posguerra,
el poeta secreto,
el consejero que todo lo hacía transparente,
fue quedando a la orilla del camino
que él mismo señalaba;
prefirió contemplar las huellas de sus amigos
a marcar las suyas.
Para hombres como el que se ha muerto,
no basta con el recuerdo.
Hay que recuperar a don Antonio.
Aún le necesitamos“