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La joya de la arquitectura mozárabe española que no termina de curarse

Interior de la iglesia de Santiago de Peñalba, cubierto de andamios

José María Sadia

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La misma razón que ha permitido a Santiago de Peñalba convertirse en la iglesia española del siglo X mejor conservada en la actualidad es, en realidad, su propia maldición. Cuenta el arquitecto Javier Ramos Guallart que este fenómeno —que el edificio haya permanecido prácticamente intacto durante un milenio— “es algo muy difícil que pase” y que se debe a la difícil ubicación y condiciones geográficas, orográficas, de la zona, la Tebaida leonesa. “Nunca fue un lugar de especial interés, como un monasterio, un convento o una basílica”, precisa. Así que su condición de monumento invisible, apartado y olvidado, la ha alejado al mismo tiempo de cualquier tipo de restauración. “Se conserva íntegra, con las mismas paredes y pinturas, nunca fue objeto de ninguna modificación estilística”, añade Ramos Guallart. No interesaba. Pero ahora, sí. Es la joya del arte mozárabe español (término impreciso donde los haya) y las pinturas de sus muros se han ganado una cura que no acaba de llegar. Actualmente, el interior del templo se encuentra cubierto de andamios, a la espera de que terminen los trabajos de restauración, cinco años después de fraguarse su intervención.

Desde luego, nadie puede negarle a Santiago de Peñalba, el templo que corona el pueblecito berciano de Peñalba de Santiago, una paciencia extrema a lo largo de su dilatada existencia. “Al principio, fue oratorio para eremitas, fundamentalmente para los monjes que acudían al vecino monasterio de San Pedro de Montes para vivir breves periodos de penitencia o ascesis”. El tempranero dato lo aporta Josemi Lorenzo, uno de los historiadores que mejor conoce, no solo el currículo del edificio, sino también la dura y árida vida e idiosincrasia de la Tebaida leonesa. No en vano, convivió con sus escasos vecinos durante una temporada para estudiar a fondo el pasado del templo mozárabe. Lo cierto es que uno de aquellos eremitas, san Genadio, que se convertiría en obispo de Astorga, decidió construir el templo en la primera mitad de una ya lejana décima centuria.

Después de un milenio en pie, cabe preguntarse cuál es el principal valor del edificio prerrománico. “Conserva la mayor superficie de pinturas murales del siglo X”, subraya Lorenzo. Pero eso no es todo. Al final de una complicada carretera que se prolonga al sur de Ponferrada —más de cuarenta minutos en coche para recorrer apenas veinte kilómetros—, el visitante pisará su “opus signinum”, un solado cuya consistencia puede compararse a la del hormigón y que, en realidad, “era el tipo de suelo más utilizado en época romana en las estancias secundarias”. Esa es la razón, explica el experto, de que “nadie haya sido enterrado en su interior, como sí era costumbre”.

Del olvido al abandono

El abandono del mundo rural y de su patrimonio cada día es menos noticia. O cada vez se conoce mejor. Santiago de Peñalba experimentó este episodio en los años setenta, cuando el Obispado de Astorga vació el interior de retablos y mobiliario litúrgico. La joya del arte mozárabe español habría pasado definitivamente al desamparo de no ser porque la Junta de Castilla y León se empeñó en su salvamento. Así, a principios del nuevo milenio, las pinturas fueron consolidadas, rescatadas, por la restauradora María Suárez-Inclán. Una nueva fase de trabajos se encargaría de completar la intervención para devolver a los frescos el brillo del siglo X, un capítulo que se abrió en 2017, pero que aún no se ha zanjado.

Fue entonces cuando entró en escena la World Monuments Fund, filial española de una entidad norteamericana sin ánimo de lucro con sede en Nueva York, cuyo lema es la recuperación del patrimonio internacional en peligro. “En 2018 se incluyó la Tebaida leonesa en nuestra Lista Watch, una selección de 25 monumentos del mundo que necesitan ayuda”, rememora Pablo Longoria, arquitecto responsable de la entidad en España. “Pensamos que la mejor forma de ayudar a la comarca leonesa era poner en valor su patrimonio y decidimos actuar en la iglesia de Santiago, una joya que se encontraba en riesgo, pero no en abandono, porque la Junta de Castilla y León ya había ido actuando sobre ella”, explica Longoria.

Así, a principios de 2019 se firmó un acuerdo de colaboración entre la World Monuments Fund, la comunidad de Castilla y León y el obispado de Astorga por el que se invertiría en el edificio la cantidad equivalente a unos 100.000 dólares. “Pedimos información, encargamos una fotogrametría (una recreación en 3D con medidas exactas) y empezamos a estudiar la iglesia”, relata Pablo Longoria. La entidad implicó en el proyecto a Isidro Bango, uno de los principales expertos medievalistas españoles, y a Antonio Sánchez Barriga, “un restaurador con larga experiencia en el Instituto del Patrimonio Cultural y que ya había trabajado con nosotros en una intervención en la catedral de Toledo”, detalla el arquitecto.

El plazo de ejecución de los trabajos vencía a principios de 2021, cuando se activó el reloj de la demora. “Hemos acumulado un retraso, primero, porque trabajar en Santiago de Peñalba es muy difícil y, segundo, porque buscamos la excelencia: entendemos que es más importante que el trabajo quede bien a cumplir un determinado plazo que hemos marcado nosotros mismos”, justifica Longoria. En cuanto a la labor de restauración en sí, la World Monuments Fund sostiene que el principal escollo —además de la irrupción de la pandemia— radica en la complejidad del estudio de las diferentes capas de pintura de los muros.

Duras críticas

No obstante, las explicaciones no convencen a una serie de expertos a los que pone voz el arquitecto Javier Ramos Guallart, quien ha lanzado duras críticas contra el papel de la fundación americana, después de que él mismo impulsara tal colaboración a través de la Escuela del Patrimonio Cultural, entidad que dirige. “Los estratos estaban completamente estudiados desde que, a principios del siglo XXI, las pinturas fueran consolidadas y el templo, absolutamente controlado y supervisado por la Junta, que ya se había encargado de estudiar lo que había que hacer”.

Con todo, el principal objetivo de las críticas no ha estado ni en el retraso ni en los muros de Santiago de Peñalba, sino en el propio suelo. “Se trata de un ”opus signinum“, un solado original con una forma de construir de época romana recién restaurado donde se han colocado andamios, a mi juicio, de forma incorrecta”, reprocha Ramos Guallart. Bajo su criterio, los operarios han situado un material plástico que no deja que el piso “transpire ni respire”. “Todo aquello que impida la ventilación en un espacio cerrado es un problema porque la humedad se acumula y no le conviene a este tipo de pavimento”, argumenta.

Según describe el arquitecto, en la actualidad la iglesia sigue abierta al visitante, que no se ha cerrado para la intervención. “Tras una carretera complicada, estrecha, llegas a un pueblo totalmente aislado que luego es un lugar maravilloso. Accedes por fin al interior sin que nadie te haya avisado de que está en obras y te la encuentras llena de andamios”, denuncia el experto, que confiesa que “esto es lo que más me duele”. “Ni siquiera hay un cartel que informe de quién es el responsable de los trabajos, quién los dirige o cuánto cuestan, lo cual me parece algo ciertamente sorprendente”, añade.

“No hay polémica”

Sin embargo, el arquitecto responsable de la intervención niega la mayor. “Cada uno es libre de expresarse, pero no me interesan las polémicas”, rechaza Pablo Longoria. “Tenemos un equipo de expertos de muy alto nivel y confío en ellos. Hay un proyecto aprobado por la Junta de Castilla y León al que nunca se le han puesto pegas y, si hubiese habido algún tipo de problema, nos lo habría hecho saber”, zanja el responsable en España de la World Monuments Fund. Longoria argumenta, asimismo, que el nuevo director de Patrimonio Cultural, Juan Carlos Prieto, visitó hace semanas el pueblo de Peñalba para ver los trabajos y “todo fue bien, así que, en principio, deberíamos estar de acuerdo en los criterios que hemos propuesto”.

Pese a todo, el arquitecto anuncia que esperan terminar esta primera fase de la intervención a finales de este año, con lo que Santiago volvería a la normalidad el próximo enero. “Me parece un tema serio y grave que uno de los pocos ejemplos de arquitectura mozárabe en España esté siendo tratado de esta manera tan poco seria por una institución que alardea de proteger el patrimonio”, contrarresta Javier Ramos Guallart, quien reclama a la WMF que “termine cuanto antes para que se pueda visitar la iglesia de una forma digna”.

Entretanto, en Peñalba continúa el goteo de visitantes. Una parte sustancial son extranjeros que buscan —como lo hacían viajeros y dibujantes en el siglo XIX— las últimas joyas intactas de un periodo apasionante para el patrimonio español, como fue la denominada cronología prerrománica. Buscan en su interior ese conjunto de ilustraciones geométricas de influencia musulmana, algunas resaltando los detalles arquitectónicos del templo. “Quizá no tenga tanta fama como San Baudelio (Soria), que junto a Santiago de Peñalba son las dos iglesias más raras y alucinantes que tenemos en la península”, enfatiza Josemi Lorenzo. Por fortuna, la ubicación del templo leonés —aún más recóndita que la ermita de Casillas de Berlanga— la libró de las garras del “autoexpolio” del patrimonio español. La misma condición que ahora parece retrasar una cura necesaria para aguantar tal cual otros mil años.

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