Dos años del confinamiento que cambió de golpe nuestra forma de ver el mundo

La plaza de Santo Domingo en León completamente vacía en el primer confinamiento.

Jesús María López de Uribe

Hace hoy justo dos años que se anunció “el confinamiento”. Una palabra que hasta ese día no estuvo en la mente de prácticamente ninguna persona tal y como la vemos hoy. Son 24 meses, pero pareciera que ha pasado una década.

En aquellos días hay que recordar, con cierta vergüenza pasado el tiempo, que veníamos de hacer chistes con “el virus chino” desde primeros de año y que, aunque sí salieron mucho en las noticias los primeros casos en España (31 de enero en La Gomera), Madrid (25 de febrero) y León (27 de febrero), la sensación de alarma no comenzó a instalarse hasta que empezamos a ver noticias de Italia... y terminamos discutiendo por si la manifestación del 8M (y un partido de fútbol internacional del Valencia) había sido buena idea o no.

Pero esa misma semana, entre los primeros negacionistas del virus “que no era más de una gripe”, y críticos con el Gobierno... la cuestión se fue calentando hasta que a nadie le extrañó que el 13 de marzo saliera a las dos de la tarde Pedro Sánchez a dar uno de sus churchellianos discursos para anunciar el primer estado de alarma de la Democracia del 78. Lo que no sabíamos era cuánto iba a durar de verdad. En principio dos semanas.

Fueron 99 días desde el 15 de marzo (cuando entró en vigor el decreto, aunque ya la gente no salió el día 13 y 14 a la calle por el shock) hasta el 21 de junio. Los primeros días alucinábamos con las imágenes de las calles completamente vacías como si hubiera caído una bomba de neutrones. Aunque en realidad estuvimos encerrados en casa –salvo los trabajadores en actividades esenciales– casi por completo hasta primeros de mayo. Entonces se desató cierta locura al permitir el Gobierno hacer deporte y todo el mundo se hizo runner. Unos cincuenta días de encierro en los que, surrealistamente, tener perro se convirtió casi en un privilegio porque se podía sacar y aprovechar para dar una vuelta. Alguno se llevó una propuesta de sanción por abusar de ello.

La primera ola fue terrible. Para todos. En aquellos momentos la mente social inventó de todo para intentar superar aquella situación. Lejos quedan los aplausos de las ocho de la tarde desde las terrazas en honor de los sanitarios, más para animar a los niños que otra cosa. Muchos terminaron hartos de escucharlos. O el dar la brasa con el 'Resistiré' del Dúo Dinámico; aunque en realidad la mejor canción con ese mismo nombre para describir aquella situación era la de Barón Rojo. O las actuaciones culturales del '#YoMeQuedoEnCasa'. Más lejos queda aún la frase: “Vamos a salir mejores de todo esto”.

La muerte cabalgó por las residencias de mayores

Lo peor de aquella desenfrenada ola mortal fue, sin duda, la situación en las residencias de ancianos. El SARS-CoV-2, que provocaba la covid-19, se cebó en las residencias de ancianos. Con virulencia. El actual gerente del Hospital de León, José Pedro Fernández Vázquez, que entonces era el de Atención Primaria del Área de Salud de León lo describe así: “El coronavirus en las residencias entraba y era una fulguración, como si prendiera fuego; morían muchísimas personas en pocas horas sin que se pudiera hacer nada. Era absolutamente terrorífico”.

En aquellos momentos faltaba de todo. No había mascarillas ni equipos de protección para los sanitarios. No había casi pruebas para detectar la covid. Los hospitales colapsaban. “Tuve que hacerme cargo de una situación absolutamente horrible que nos superaba a todos”, recuerda Fernández Vázquez.

Desde Valladolid, la Junta llegó a ordenar que no se trasladaran allí a los ancianos de las residencias. Lo negó categóricamente, incluso acusando a los periodistas de mentir, pero al día siguiente se demostró con sus propios papeles. Pasados dos años ningún político o gestor ha sufrido las consecuencias de aquellas decisiones de dejar indefensos a sanitarios y mayores ante el coronavirus.

Llegó la desescalada... y después cinco olas más

Y llegó la desescalada, y creímos aquel verano que habíamos superado la pandemia porque las vacunas aceleraban y pasaban fases de prueba como la Sociedad pasó las fases de la misma. Pues no, no salimos mejores: en septiembre llegó la segunda ola con nuevos confinamientos. Y en octubre se declaró el primer toque de queda nocturno. En navidades de 2021 volvimos a ver la luz, con restricciones para estar en familia sumados a no poder salir por las noches, pero en enero del año siguiente –justo cuando se empezaban a vacunar los primeros abuelos en las residencias– llegó la tercera ola.

Y luego otro estado de alarma, la cuarta ola, la quinta y esta última, la sexta... que ha sido la que más contagios ha provocado con diferencia, por culpa de la omicron (después de la variante británica y la delta)... pero que no ha tenido tanto impacto en ingresos hospitalarios y muertes como en las anteriores. Porque la campaña de vacunaciones funcionó bastante bien y éstas han sido tan efectivas que, ahora sí, hasta los expertos sugieren que tiene la prevalencia de una gripe muy dura (pero que con tantos contagios sigue causando demasiadas muertes y complicaciones hospitalarias).

“Hay que agradecer a todo el mundo cómo ha ido la vacunación, es un éxito de los sanitarios pero de la Sociedad española, y leonesa, en general”, indica José Pedro Fernández Vázquez. La mayoría de leoneses conocieron el Palacio de Exposiciones no por un acto cultural, sino por las colas para vacunarse. “¿Te ha tocado Moderna, Pfizer o Jansen?” era una de las preguntas de aquellos momentos. Luego llegó la tercera dosis. Los números son alucinantes: en la provincia de León se han administrado más de un millón de dosis y 391.000 personas tienen la pauta completa.

Aún así, la pandemia ha contagiado a la quinta parte de la población: 109.747 contagios el viernes 11 de marzo de 2022 se contabilizaban en la provincia de León y más de 11.200.000 en toda España. Y muchas víctimas. Las mortales, 2.603 en la provincia leonesa y más de cien mil en toda España (en datos oficiales) y también la credibilidad de los políticos, cuya gestión ha dejado tanto que desear que se han anulado las multas de aquel primer confinamiento por no ser constitucionales con los estados de alarma y también se ha demostrado que presidentes autonómicos como Mañueco ordenaron adelantar el horario del toque de queda sin competencias para ello.

Y más víctimas aún: las dos últimas Semanas Santas, los bares que las pasaron canutas con los toques de queda, la economía, la salud mental de las personas (con los plandémicos campando a sus anchas con rampante desinformción peligrosa para la salud) y la Sanidad Pública reventada. Y otras tantas que ya nadie quiere recordar porque ha sido demasiado para estos dos años.

Y desde luego nuestra forma de ver el mundo antes del 13 de marzo de 2020. A lo que si sumamos el volcán de Canarias y la Guerra de Ucrania... la mayor de ellas es la inocente y esperanzadora frase de los primeros momentos: “Vamos a salir mejores de todo esto”.

Los hechos y la actualidad demuestran, por desgracia, lo contrario; porque la pandemia ha pasado a un segundo plano tras dos años de confusa y distópica película de ciencia ficción. Y casi hay que decir “menos mal”.

Etiquetas
stats