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El modelo de Cruces de Córdoba: el bumerán que siempre vuelve cuando arranca el Mayo Festivo

Ambiente nocturno en la cruz de mayo de Santa Marina

Juan Velasco

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Como un bumerán que sobrevuela el Mayo Festivo, los problemas asociados a las Cruces de Mayo de Córdoba, vuelven a estar sobre la mesa del Ayuntamiento. Aunque esta vez, la polémica parece menos pasajera de lo que ha sido en los últimos años, en los que, más allá de declaraciones y valoraciones políticas, la lucha vecinal no ha logrado que el Ayuntamiento explorara nuevas vías que permitan compatibilizar la fiesta y el descanso, sin dar de lado la seguridad, el verdadero melón que se ha abierto respecto a las Cruces en los últimos dos años.

Este lunes, en apenas dos horas, el Ayuntamiento ha llegado a ofrecer dos posturas distintas. Primero fue el concejal de Fiestas y Tradiciones, Julián Urbano, el que advirtió de que no se planteaba introducir cambios en el modelo de la fiesta. Dos horas después, el alcalde de Córdoba, José María Bellido, enmendaba las declaraciones de Urbano, y anunciaba la creación, a partir de junio, de una comisión de cruces que reflexione sobre el tipo de fiesta con la que Córdoba quiere iniciar el Mayo Festivo.

El anuncio del alcalde, al menos simbólicamente, tenía importancia. Se producía cuando ni siquiera habían terminado las Cruces de este año -aún quedaba la jornada del lunes, y la del martes, víspera de festivo nacional-. Esa llamada de atención, hecha antes del balance final, ya era suficientemente elocuente, aunque su concejal de Fiestas hubiera dicho poco antes que las Cruces de Mayo llevaban siendo así desde hace 40 años (de los que, según añadía, él personalmente llevaba 35 montando cruces).

Para bien o para mal, Córdoba ha evolucionado en los últimos 40 años. Y mucho más en la última década, en la que el modelo de Cruces ha sido una batalla constante, en la que han participado tanto el PP -que gobierna desde 2019-, como el PSOE e IU, que lo hicieron en el mandato 2015-2019.

La reflexión de 2018

Precisamente, el primer conato serio de cambio en el modelo de Cruces se produjo en 2018, cuando era alcaldesa la hoy parlamentaria socialista Isabel Ambrosio. Al término de las Cruces aquel año, que turísticamente batió todos los récords, la Federación de Asociaciones Vecinales Al-Zahara denunció la “degradación” de la fiesta. Ya entonces, consideró que se estaba convirtiendo en “un pretexto para conseguir pingües beneficios económicos por parte de algunas organizaciones supuestamente sin ánimo de lucro y de entidades empresariales encubiertas que compran las cruces, con la pasividad del Ayuntamiento”.

“Muchas familias cordobesas han desistido de acudir a ciertas zonas de cruces, ya que la sensación de inseguridad, suciedad y embotellamiento llega a ser insoportable. Y la incapacidad municipal para asegurar el orden y la convivencia es una evidencia”, dijeron entonces los vecinos, que hablaron claramente de abrir un proceso participativo entre todas las partes implicadas, similar al que ha anunciado, seis años después, el alcalde de Córdoba.

Se hacían entonces una serie de preguntas que siguen siendo pertinentes: “¿Deben tener las cruces interrelación con su entorno?; ¿se pueden agredir, tapar, utilizar bienes de interés cultural?; ¿deben respetarse las normas que protegen estos bienes?; ¿son aplicables las leyes que protegen el patrimonio?; ¿se debe ser más exigente con las organizaciones con el montaje de las cruces?; ¿habría que exigir unos mínimos mucho más exigentes para no caer en la falta de calidad que año tras año se está produciendo?”

La entonces concejala de Promoción de la Ciudad, Carmen González, reconocía entonces que tocaba reflexionar colectivamente sobre cómo cuidar las fiestas populares, y sobre cómo implementar “el civismo, el respeto, el cumplimiento de las normas, la responsabilidad de las familias respecto al consumo de alcohol por menores, las medidas para atajar el botellón que ensombrece y adultera las celebraciones populares y que significa riesgos para la población más joven”.

Las propuestas de la Comisión del Casco Histórico

Parte de aquellas críticas acabaron expuestas en abril de 2019 en las conclusiones de la Comisión del Casco Histórico. Aquella comisión expuso algunas alternativas: la principal, evitar la instalación de nuevas cruces en el Casco Histórico, priorizando, siempre que haya dos solicitudes cercanas, que prevalezca la más antigua. También puso sobre la mesa que se cobraran tasas de ocupación de vía pública a las Cruces que coloquen veladores.

Pero era abril de 2019 y en mayo se produjo un vuelco electoral que devolvió al PP al Gobierno de la ciudad. Las propuestas nunca se aplicaron. El nuevo alcalde, José María Bellido, en realidad, no pudo celebrar sus primeras Cruces de Mayo hasta el año 2022, puesto en 2020 y 2021 la pandemia del Covid-19 lo impidió. Pero ya en su primer año, hubo polémica cuando anunció que la música iba a poder sonar de forma ininterrumpida durante las Cruces.

Cuando finalmente pudo celebrar las primeras Cruces de su mandato, en el 2022, esa medida había desaparecido de las bases. Aquel año, de hecho, estuvo marcado por la lluvia y la tranquilidad. No se puede decir lo mismo del año 2023, otro año electoral, en el que la fiesta de la Cruz de Córdoba ofreció imágenes muy similares a las de este año, que ha arrancado con la polémica de haber permitido a una hermandad sancionada el año pasado montar de nuevo una especie de Cruz de Mayo en San Hipólito, con el pretexto de que es una fiesta de la primavera.

El informe de los vecinos

Más allá de este otro tipo de ocupación de vía, inédita hasta el momento, lo cierto es que los vecinos de Santa Marina, Fuenseca y Orive remitieron al Ayuntamiento de Córdoba en junio de 2023 un informe advirtiendo de que en la plaza Conde de Priego se iba a producir un “efecto cárcel” durante las Cruces de Mayo si no se tomaban medidas. El citado informe, que también fue remitido a la Delegación de Fiestas y Tradiciones, fue registrado el 9 de junio de 2023 en el Ayuntamiento de Córdoba y en marzo de este año a Fiestas y Tradiciones.

En él, la asociación vecinal hacía un análisis del transcurso de la fiesta y avisaban de que los principales problemas de seguridad se daban en la zona de Conde de Priego, en la cruz que gestiona la Hermandad del Resucitado, y que el pasado viernes volvía a ofrecer la misma imagen que en 2023. En este sentido, el presidente de la Asociación de Vecinos de Santa Marina, Fuenseca y Orive, Juan José Giner, asegura que, en una reunión con el concejal Julián Urbano, los vecinos trasladaron la propuesta de establecer medidas para evitar el “efecto cárcel”.

“Hablamos de un pasillo libre, delimitado, con policía y con vallas pegado a las fachadas de las viviendas, para que la gente pudiera entrar y salir. Pero, al final, nos dijeron que de ninguna manera, que el problema no era ese, que en 40 años no había pasado nada y que si pasaba algo, desalojaban la plaza”, asegura Giner que les transmitió el concejal, quien, según cuenta, en su primera reunión, les reconoció que no había leído el informe que habían remitido en junio de 2023.

“Creo que para todo el mundo es evidente la posibilidad de una avalancha en esa plaza”, ha dicho Giner, que lamenta que la única medida de seguridad que se había puesto este año al inicio de la fiesta era “la confianza en que no va a pasar nada”. Los vecinos reconocen, sin embargo, que el sábado se tomaron medidas para evitar lo que ellos les habían advertido, si bien siguen insistiendo en que toca cambiar el modelo.

El modelo granadino

Y el modelo del que ya se habla abiertamente es el de Granada en 2005. Aquel año, el hartazgo vecinal llevó a que los vecinos de Campo del Príncipe decidieran vallar la zona para impedir un botellón durante el día de las Cruces, y los alrededores de la Plaza de Toros se desbordaron a causa de un imprevisto botellón que sorprendió a los operativos policiales.

El Ayuntamiento dictó entonces una ordenanza en la que prohibía las barras en las cruces, prohibió beber en la calle y limitó el horario de la música. También desplegó a 700 policías para hacer cumplir la ley. E incluso hizo que las cruces se celebrasen cuando tocaba, el Día de la Cruz, el 3 de mayo, para que nunca coincidiesen con el puente. También, para evitar daños colaterales, aumentó la subvención que otorgaba todos los años a los colectivos que montaban las cruces de mayo para que siguiesen haciéndolo, y les entregaron hasta 3.000 euros.

La fiesta, tal y como había sido conocida hasta entonces, cesó, y sólo se fue retomando de forma tímida a partir de 2017. Fue una década en la que, precisamente, Córdoba se posicionó (por acción o por omisión municipal) como la ciudad capaz de suceder a Granada en el imaginario festivo sanferminero español. El resultado de ese testigo se ha visto en los dos últimos años y, muy especialmente, el pasado viernes, cuando las imágenes de aglomeraciones y disfrute etílico llevaron a los vecinos a pedir una reflexión que el alcalde ha recogido finalmente este lunes.

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