Los pandas evolucionaron hace seis millones de años para poder comer bambú

Panda gigante con un tallo grueso y seco de bambú en Chengdu (China). // Sharon Fisher

Edgar Hans Cano / Agencia SINC

La dieta exclusiva a base de bambú de los osos panda gigantes empezó hace seis millones de años, según un nuevo estudio centrado en los fósiles del falso pulgar que estos animales y sus antepasados usaban para manipular dicha planta. Las conclusiones del estudio, liderado por el paleontólogo Xiaoming Wang, se han publicado en Scientific Reports.

La mano de este amante del bambú nunca ha desarrollado un verdadero pulgar oponible en su historia evolutiva, sino un dígito similar a partir de un hueso de la muñeca, el sesamoideo radial. Estudios anteriores ya habían documentado la existencia de esta estructura hace entre 100 o 150 mil años. Ahora, se ha podido estimar por primera vez a partir de qué momento la especie se empezó a alimentar únicamente de bambú.

“Este alimento está disponible durante todo el año y es lo suficientemente abundante como para que los pandas no tengan que alejarse demasiado a buscar comida. Esta disponibilidad es una ventaja pese a que el bambú es bajo en nutrición. Es una compensación evolutiva para sacrificar una dieta más rica a cambio de una caza más pasiva, si la comparamos con la de sus ancestros”, explica Wang a SINC.

Una posible línea evolutiva común

El equipo de Wang examinó el hueso de la muñeca de un ancestro del panda, el Ailurarctos, desaparecido hace 8 millones de años y descubierto en Shuitangba, China. Compararon el fósil con la forma y la medida de los pulgares de los ejemplares modernos: el gigante (Ailuropoda melanoleuca) y el rojo (Ailurus fulgens). En el análisis también se observaron las huellas del Indarctos arctoides, un oso que vivió hace nueve millones de años y que puede tener el mismo antepasado.

Colocación del pulgar falso del panda (hueso blanco en la imagen) al agarrar el bambú y al caminar. // Museo de Historia Natural de Los Ángeles

Los investigadores determinaron que el pulgar del panda moderno tiene la misma forma que el hueso de la muñeca de Ailurarctos, pero no el del I. arctoides, que era más grande, más ancho y ganchudo.

Este hecho indica que, aunque el sexto dígito en forma de pulgar no estaba presente en el oso antiguo ni en el ancestro común que comparte con los pandas, ha estado presente en el linaje del oso blanco y negro durante al menos seis millones de años.

Diferencias con el ancestro del panda

Asimismo, los investigadores observaron diferencias de tamaño y forma entre el falso pulgar de los pandas gigantes modernos y el de los Ailurarctos. El del primero es significativamente más corto que el de su antepasado en relación con el tamaño de su cuerpo, y tiene un gancho en su extremo y una superficie exterior aplanada.

Los autores proponen que el gancho puede ayudar a los ejemplares modernos a agarrar mejor el bambú, mientras que la menor longitud y su superficie exterior aplanada facilitar la distribución del peso al caminar. Estas limitaciones para soportar la carga podrían ser la principal razón por la que la estructura similar al pulgar del panda gigante nunca evolucionó hasta convertirse en un dígito completo, añaden.

“Cinco o seis millones de años deberían ser suficientes para que el panda desarrollara falsos pulgares más largos, pero parece que la presión evolutiva de viajar y soportar su peso hizo que este fuera lo suficientemente corto como para ser útil, sin ser lo bastante grande como para estorbar”, señala por su parte Denise Su, una de las autoras del estudio de la Universidad de Arizona.

“Me gustaría responder todo tipo de preguntas sobre los ancestros de estos animales, pero al carecer de fósiles apropiados, a menudo no puedo abordarlas. Sería bueno, por ejemplo, encontrar el resto de los huesos (no solo el pulgar) y conocer el cráneo y las mandíbulas”, concluye Wang.

___Referencia: Wang, X., Su, D.F., Jablonski, N.G. et al. 'Earliest giant panda false thumb suggests conflicting demands for locomotion and feeding'. Revista Scientific Reports 12, 10538 (2022) DOI: 10.1038/s41598-022-13402-y.

et alScientific Reports10.1038/s41598-022-13402-y

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