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El naufragio

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¿Qué te llevarías a una isla desierta? ¿El teléfono móvil y un cargador? ¿una central nuclear para enchufarlo? ¿un libro? ¿un abrelatas junto a un cargamento de alimentos en conserva? ¿un balón? …. Sea como sea, nada debe ser más edificante que situarse con el reto diario de la supervivencia sobre la base de continuar con vida a pesar de las estrecheces, destilando lo imprescindible para ello. Sin embargo, vivir va mucho más allá porque no se trata única y exclusivamente de respirar, sino de evolucionar asumiendo que el pasado sirve para aprender, que el futuro es un lugar lleno de deseos y que el presente se ha de disfrutar. Y es que, cada segundo que pasa vuelve en forma de experiencia. A partir de ahí, hay varios tipos de personas, las que tropiezan dos, tres o varias veces en la misma piedra mientras que otras más avispadas logran adaptar el aprendizaje a las expectativas y sortear lo pernicioso a cambio de potenciar lo que le beneficia.

Teniendo en cuenta la primera de las tipologías, terminas por convertirte en un personaje oscuro. De hecho, si al entrar en una habitación se hace el silencio, el vacío, si aparece un aire gélido como si la muerte hiciera acto de presencia significa que se expele desgracia. Por el contrario, si nos vamos a las personas que buscan en el error una forma de aprender, si se hace la luz, si se atraen vibraciones positivas dignas de ejercer una subasta social para hacerse con una caricia e incluso una simple mirada, se genera tales dosis de optimismo que puede ofrecer esperanza a todo el entorno. Ahora bien, se ha que pensar que las cosas no suceden de forma automática. De hecho, hay intencionalidad en lo que se hace y cómo se hace porque la responsabilidad de cada cual pertenece a cada una de las partes.

Trasladando estos conceptos a la economía y el trabajo, cuando tienes una relación laboral, o la disfrutas o la padeces donde si no conjugas la pasión con la misión encomendada no se llega a un estado de realización. Por otro lado, si le añades la profesión y la vocación aparece la remuneración, de forma que terminarás por llegar al objetivo si recibes y generas satisfacción a la vez que entusiasmo y riqueza, tanto propia como colectiva. Por esa razón hay que ofrecerse autonomía midiendo los resultados y no meramente el tiempo. Fuera de esa hipotética esfera de actuación está la nada, que es lo que queda cuando se quita todo, donde sentimos la soledad en medio del tumulto incluso aquí en la Tierra, donde existen unos 10 millones de millones de millones de millones de partículas por metro cúbico.

Para salir con vida de un naufragio social nada mejor que acceder a una relación laboral que permita la inserción social porque ningún empleo está por encima de la dignidad personal. Una vez experimentada dicha sensación, hay que practicar la gratitud como un sentimiento de estima y reconocimiento, desplazando la satisfacción inmediata a la vez que resistimos a las situaciones de intolerancia y frustración. De lo contrario, nos levantaremos para afrontar un nuevo día con ese sabor a mierda que nos recuerda que ha pasado un día más a la vez que queda un día menos.

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