La Junta declara BIC el Castro de la Corona de Corporales después de 42 años

El consejero de Economía y Hacienda y portavoz, Carlos Fernández Carriedo, y la consejera de Educación, Rocío Lucas. // Rubén Cacho / ICAL

Agencia ICAL

La Junta declara el Castro de la Corona de Corporales, en Truchas, Bien de Interés Cultural con categoría de Zona Arqueológica 42 años después de iniciar el trámite.

El Castro de La Corona de Corporales se localiza al nordeste de la localidad de Corporales y al este del Arroyo del Manzanal, situándose en la zona alta del valle del Eria, en la zona de acceso a La Cabrera. Este yacimiento es igualmente conocido como Las Coronas o Castro de Pedredo, y se ubica sobre un cerro.

Las primeras noticias sobre este castro se relacionan con varias campañas de prospección arqueológica realizadas en 1977, con el fin de estudiar las explotaciones auríferas romanas de la comarca. Se reconocen en este emplazamiento algunas estructuras, entre las resalta el foso que rodea el yacimiento -el único elemento defensivo detectado hasta ahora-, una obra excavada en la roca de pizarra que en sus puntos máximos alcanza hasta los 15 metros de anchura y una profundidad en torno a los 13 metros. Hacia el noreste adquiere su mayor profundidad, ya que es precisamente en este sector donde se detecta una entrada en codo que comunicaba con el propio foso.

Las estructuras de habitación estudiadas al interior del recinto, de las que se excavaron arqueológicamente dieciséis, están levantadas con hiladas horizontales de pizarra, presentan suelos de tierra apisonada y endurecida, y conservan hogares exentos. Estas unidades incluyen ocho viviendas junto con almacenes y dependencias artesanales.

El poblado revela una organización basada en unas unidades o pequeños núcleos de construcciones agrupadas que configuran unidades de ocupación compuestas por viviendas, patios, almacenes y talleres.

Las excavaciones han proporcionado diversos materiales, fundamentalmente cerámicos, adscritos a la Segunda Edad del Hierro. Por su interés económico, cabe destacar el hallazgo de varios crisoles de barro utilizados en la metalurgia de bronces ternarios.

Del material pétreo destaca, por su frecuencia, las piedras de molinos. Útiles y herramientas metálicos son escasos, si bien han sido encontrados un martillo y una podadera de hierro, mientras que las piezas de adorno personal son de bronce.

A partir de todos estos datos, se deduce que se trata de un hábitat castreño con estructuras defensivas correspondientes a la Edad del Hierro, que fue ocupado entre los siglos II y I a. C. Se ha supuesto una correspondencia con la población astur que explotaba los recursos mineros serranos que, a la vez, ofrecían emplazamientos con posiciones más seguras frente al avance romano. Sea como fuere, tanto los elementos urbanísticos como los materiales apuntan la existencia de un ambiente cultural caracterizado por un relativo aislamiento, por otra parte, propio de las gentes que habitan en zonas de montaña.

El enorme interés de La Corona radica en constituir un hito fundamental en la comprensión de la tradición cultural de los pobladores astures y su modo de ocupar y explotar sus territorios, una cuestión que vendría avalada por su relación con los yacimientos vecinos que permiten reconocer la secuencia ocupacional y cultural de este territorio desde época anterior a la conquista romana hasta el fin de la época alto imperial, integrada básicamente por hábitats creados en función de la extracción de los recursos metálicos de la zona.

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