Palacios de Compludo o cómo resucitar un pueblo sorteando contradicciones sin renunciar a los principios

Palacios de Compludo comparativa entre 1992-2019.Fotos Tyto Alba

César Fernández

Resucitar un pueblo tratando de respetar ciertos valores es a veces un ejercicio lleno de contradicciones. El colectivo conservacionista Tyto Alba se ha encontrado con una sucesión de dilemas resueltos con buenas dosis de pragmatismo sin renunciar a sus principios para devolver la vida a Palacios de Compludo (Ponferrada), una localidad ubicada en un escarpado valle de montaña y deshabitada en el año 1986. El resultado salta a la vista en imágenes: la comparativa de fotos de 1992 con la actualidad tanto en reforestación como en rehabilitación de casas. Sus miembros llegaron al punto de constituirse en 'asociación de cazadores ecologistas' antes de dar uno de los pasos más significativos, el de conformar la Reserva Ornitológica, que cumple 20 años, otro aniversario en números redondos que se une a la treintena que suma la propia asociación.

“No teníamos ni idea de dónde estaba Palacios de Compludo”, reconoce el presidente de la Asociación de Estudios Ornitológicos de El Bierzo Tyto Alba, Miguel Ángel Gallego, para situar los orígenes de un proyecto de recuperación que tuvo entonces un protagonista con nombre, apellido y apelativo: Francisco Benéitez 'Quico'. “Nos fue liando para recuperar el pueblo. Nos decía que había muchas águilas”, recuerda Gallego sobre Quico, que se casó en el pueblo, “pero allí no tenía propiedades”. “Y luego fue el motor y el máximo impulsor”, cuenta el responsable del colectivo al hablar de la génesis de la iniciativa.

El proyecto de recuperación también es fruto de un contexto, el de la devastación ocasionada por un gran incendio que se cobró monte y alrededor de una decena de casas en 1987, justo un año después de quedar deshabitado. Tyto Alba aprovechó la campaña de reforestación 1991-1992 para derivar 300 nogales a Palacios de Compludo. La recuperación avanzó con hasta 90 hectáreas de terrenos privados y otras 350 hectáreas de montes de utilidad pública en 1995, al tiempo que se acometió la pista forestal de acceso al pueblo.

Hubo que organizar con la creación de la Asociación de Vecinos El Nogal a los particulares, algunos de los cuales eran “reacios” a los planteamientos de Tyto Alba, que fue logrando la implicación de la Junta de Castilla y León y recibió memorias de intervenciones gratuitas elaboradas por arquitectos de Ponferrada para rehabilitar los inmuebles. A los nogales se fueron uniendo cerezos y castaños. Los pinos silvestres generaron el primer debate. “No nos gustan mucho, pero en el mundo cabe todo. Los pinares y los robledales se protegen entre ellos. Todo es bueno en cierta medida”, asume Gallego.

Los dilemas se reproducían a cada nuevo avance. Así, se tramitaron la nueva traída de agua y la instalación de luz, antes incluso de la repoblación de la localidad. La extensión ordinaria del tendido eléctrico iba en contra de los postulados del colectivo conservacionista, que consiguió con el empleo de cable forrado y conexiones subterráneas eliminar el impacto y evitar la tala de árboles sin la necesidad de instalar ningún poste. “Cuando se quieren hacer las cosas, se hacen”, dice el presidente de la asociación antes de citar otro logro con el asfaltado de la carretera de acceso.

Del furtivismo a la Reserva Ornitológica

El de la gestión de la caza en una zona libre que era caldo de cultivo para el furtivismo puso de nuevo al colectivo en el diván para valorar constituirse en asociación de cazadores ecologistas y crear un coto antes de decidirse por instaurar una Reserva Ornitológica, fundada en 1999 mediante un convenio de colaboración con el Ayuntamiento de Ponferrada, la Asociación de Vecinos El Nogal y SEO/BirdLife. “No se caza, lo que favorece a los ecosistemas y la fauna”, señala Gallego antes de subrayar otra victoria: haber impedido desde hace años la entrada de incendios forestales. “La Reserva está aparcelada por cortafuegos. Nosotros vivimos allí y tenemos nuestros equipos antiincendios. Y si no llega así, están los medios de la Junta”, añade.

Tyto Alba gestiona la Reserva Ornitológica, que ocupa una superficie cercana al millar de hectáreas, mantiene la arquitectura tradicional de la zona a base de tejados de pizarra rústica, muros de piedra y corredores de madera de castaño y acoge gran diversidad de flora y fauna hasta sumar más de 80 especies de mariposas diurnas, cuatro especies de anfibios, 11 de reptiles, 93 de aves y 25 de mamíferos, según recoge la página web del colectivo.

En este 2019 la Reserva Ornitológica sopla las velas de su 20 cumpleaños, pero su gestor no se recrea en la autocomplacencia, sino que ya sondea la posibilidad de extenderla a la vecina localidad de Carracedo de Compludo. “La población”, explica Gallego, “está por la labor y ya estamos haciendo voluntarios. Esto nos permitiría crear un corredor natural de pájaros con la Maragatería. Y donde no se caza, la gente puede pasear tranquilamente”.

Posibilidades de desarrollo turístico

El siguiente reto vuelve a situar al colectivo frente a los debates identitarios. “Lo último que nos queda sería hacer el alcantarillado. Pero tenemos muchas dudas porque ahora se están haciendo con fosas sépticas”, apunta Gallego, consciente de las posibilidades de desarrollo turístico de una zona rodeada de rutas y con la Herrería de Compludo a tiro de piedra siempre que esté acompañado del apellido “sostenible” (con la organización de actividades singulares como el reciente taller de aves) ahora que arrecian las reflexiones sobre las formas de atajar la mancha cada vez más extensa de despoblación interior bautizada como la España vacía. “La receta es tener iniciativa y valorar los recursos con los que se cuenta”, dice Gallego, al frente de una alcaldía de barrio que suele ser de cariz ecologista independientemente del color político del Ayuntamiento de Ponferrada.

En clave personal, la recuperación de Palacios de Compludo, que cuenta con una población de cuatro habitantes fijos, también ha sido una experiencia para los integrantes de un colectivo en el que abundan antiguos mineros, biólogos, ambientalistas e ingenieros forestales. “Pero también nos hemos tenido que hacer forestales, carpinteros... Nos ha formado como personas”, concluye el presidente de Tyto Alba tras hacer el repaso de la historia de un camino llevado a cabo sorteando aparentes contradicciones que hubo que lidiar para alcanzar el fin del bien común. “Y eso es lo que nos falla en este país. Hay que hablar mucho y consensuar. Y al final hay que lo que tienes que preferir”, apostilla sobre este logro, toda una lección desde el medio rural en tiempos de falta de acuerdos políticos de calado en España.

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