Wolframio, el mineral de creciente demanda internacional que la Junta ignora en León

Imagen del wolframio o tungsteno.

C.J.D.

Quizá denominarlo el próximo 'oro negro' sea exagerado, pero el mercado internacional ha puesto un interés sin precedentes sobre el wolframio, o tungsteno, que se encuentra presente en algunos concretos emplazamientos de la geografía de la provincia leonesa. Y sin embargo, la Junta de Castilla y León en su recién aprobada Estrategia de Recursos Minerales -léase, el Plan Minero 2016-2020) ni menciona la presencia berciana de este valioso y estratégico mineral metálico. Una prueba más de los muchos errores, datos imprecisos u obsoletos y ausencias de las que adolece la presunta hoja de ruta de la política minera del actual Gobierno autonómico del PP.

El wolframio ha saltado a las portadas de la prensa económica de todo el mundo tras conocerse la decisión de China, productor mundial por abrumadora supremacía, de reducir un 50% su extracción y producción. Esta medida ha disparado en tiempo récord hasta al 80% el precio que alcanzaba hasta ahora.

De este modo, el gigante asiático deja como efecto colateral una enorme oportunidad de negocio, aunque no exenta de problemas ambientales, para los yacimientos existentes en el mundo. Y en León, con la minería del carbón dando sus últimas bocanadas y en una eterna reconversión que jamás llega, suena a oportunidad al menos valorable.

Dos yacimientos, ambos en la comarca del Bierzo, son especialmente reseñables. El primero de ellos se sitúa en la denominada área de Peña do Seo, al oeste de la provincia, bajo el suelo de los municipios de Oencia y Corullón. Y el segundo es el área de Ponferrada.

“Las mineralizaciones que se han incluido en esta área se encuentran en los municipios de Ponferrada y Molinaseca”, reza el exhaustivo Mapa Geológico de Castilla y León elaborado por una sociedad pública de la Junta de Castilla y León, la Sociedad de Investigación y Explotación Minera de Castilla y León (Siemcalsa), mapa que por lo visto la propia Junta no ha tenido en cuenta todo lo necesario a la hora de planificar el futuro minero y mineral de la Comunidad.

Más en concreto, unos de los yacimientos se sitúan al noroeste de Ponferrada, encajados en el granito de Ponferrada o en la Serie de los Cabos, en el Monte Arenas, y otros situados unos 5 kilómetros al sureste de la capital del Bierzo, entre las localidades de Salas de los Barrios y Villar de los Barrios, denominado Virgen de la Encina o Los Barrios de Salas.

Pero aunque los haya, no son los leoneses los yacimientos más amplios. Éstos se sitúan principalmente en las provincias de Salamanca y Zamora, así como en algo en Segovia. Todas ellas forman parte de la provincia metalogenética de estaño y wolframio del Macizo Hespérico, que se extiende por el oeste peninsular, desde Galicia a Andalucía, así como en Portugal.

En Salamanca, precisamente, se reimpulsa una mina de wolframio en el municipio de Barruecopardo, puede que operativa a finales de 2018 con unos 300 rabajadores estimados, después de que permaneciera abierta hasta el año 1982. Además, está aprobado el proyecto de otra gran mina en Abenójar (Ciudad Real, Castilla-La Mancha), acaso la más grande de Europa.

De modo que su posible extracción, con el mercado global ofreciendo más dinero que nunca, se antoja una oportunidad para la Región de León, la provincia de León y la comarca del Bierzo. Cabe recordar que el tungsteno o wolframio tiene el punto de ebullición más alto de todos los elementos conocidos y por su altísima resistencia al calor es muy apreciado en la industria automovílistica (cerca de un 25% del total, sobre todo para sus duras máquinas). Su alta densidad también hace que se use en maquinaria de industrias pujantes, como la sanitaria (odontología o rayos-X), la construcción de aviones, la industria química o la telefonía móvil.

El wólfram no tiene rival para fabricar herramientas de corte utilizadas para perforar, prensar o cortar otros metales, como termorresistente en aparatos electrónicos y punto de contacto en circuitos eléctricos (pantallas LCD, impresoras láser, lunetas térmicas, conmutadores eléctricos, etc.), como sustituto más medioambientalmente recomendable que el plomo para cartuchos de munición, y hasta palos de golf.

Antiguo poblado de la mina de wolframio en la Peña de Seo. / Eduardo Margareto

Tan estratégico y valioso se está volviendo hace años que hasta Estados Unidos, bajo la administración Obama, de quejó formalmente ante la Organización Mundial del Comercio contra China por las limitaciones a su producción. Todavía hoy conserva reservas nacionales de seis meses junto a otros productos considerados de primera necesidad para la supervivencia del país en caso de necesidad. Tan estratégica para norteamérica como para la industria y futuro de la Unión Europea, que también teme por su escasez.

De este modo, gracias a la nueva política china, que comienza a superponer poco a poco el medio ambiente a la producción en masa, el wolframio vuelve a situarse en el punto de mira. Casi casi el 'oro negro' mencionado.

Ya en la Guerra Mundial, León fue clave para Hitler

No sería la primera vez que el wolframio es objeto de un desmedido deseo. Para la provincia de León tampoco. Ya en la Segunda Guerra Mundial y los años previos, recién triunfado el golpe de Estado del general Franco, éste sacó buen partido de las explotaciones de wólfram del Bierzo en sus negociaciones con Adolf Hitler, aprovechándose de que la industria bélica alemana precisaba este mineral especialmente para reforzar sus proyectiles antitanque y en general endurecer más que el enemigo sus arsenales, mientras los aliados intentaban impedirlo por todos los medios.

Esta situación hizo florecer minas como la de Casayo (Casaio), en el límite con Orense, y creó poblados de hasta 40 casas en la mina de Peña do Seo, en Cadafresnas (Corullón), cerrada ya por desuso en 1958. Algunas de ellas florecieron gracias a las condiciones de esclavitud y trabajos forzados de republicanos detenidos, con pena de muerte conmutada muchos de ellos, y en ellas se vivieron auténticas escenas de espías aprovechando que el durísimo mineral era tan codiciado que podía hacer decantar la Gran Guerra hacia el bando de los fascistas o de los regímenes democráticos.

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